Aplicación de la mirada cualitativa en el análisis de problemáticas habitacionales. El caso del PEVE de los ’70 La Carlos Gardel, en la actualidad del partido de Morón, Buenos Aires, Argentina.

Quality outlook application on housing problems analysis.  The 70’s la “Carlos Gardel” PEVE case, nowadays part of Moron, Buenos Aires, Argentina.

Ricardo de Sárraga[1]

 

Abstract:

En el texto se busca abordar algunas dimensiones profundas del tema seguridad/inseguridad residencial al interior de todo un sector urbano carenciado llamado “La Carlos Gardel”. Ello implica comprender significativamente ciertas prácticas locales lo cual llevó al método etnográfico y al trabajo de campo para conocer las dimensiones y efectos de seguridad/inseguridad. El caso “La Carlos Gardel”, implica un complejo de terrenos y tipologías edilicias: un Conjunto Habitacional (Presidente Sarmiento, llamado Los Monoblocks) y un contexto también precario llamado Las Casitas –anteriormente NHT, Núcleo Habitacional transitorio. Sobre algunos predios –todos problematizados- hoy se aplica un programa de mejoramiento habitacional (reemplazando Las Casitas por otras Casitas Nuevas). Se sostiene que la complejidad de problemas que afectan al sector segregado debe ser abordada comprensivamente como totalidad desde la descripción densa teniendo en cuenta sus condiciones concretas de producción. Se busca reflexionar sobre esta experiencia proveniente del Plan de Erradicación de Villas de Emergencia (PEVE, década del ’70, dictaduras militares) en el Conurbano Bonaerense, pues se entiende que no ha generado masa crítica sobre la inseguridad y ello no aparece reflejado en las políticas habitacionales recientes en Argentina (2004 en adelante). Desde este punto de vista, el aporte que se puede dar hacia el diseño de políticas públicas se relaciona con el fomento de la auto-organización (minorando la asistencia mecanicista), la integración social, basados necesariamente en un diagnóstico local profundo y temáticamente amplio (caso por caso) y no sectorial adecuado a la gestión política.

Palabras Claves: Seguridad residencial; Política habitacional; Método cualitativo; Descripción densa.

 

ABSTRACT

 

This article tries to address the residential security/insecurity deeper dimensions within the whole deprived urban area “La Carlos Gardel”. In order to do this, it is important to understand certain local practices which led to the ethnographic field work method to get to know and understand the security/insecurity effects and dimensions.  “La Carlos Gardel” case implied a complex field and buildings typology:   Housing complex (Presidente Sarmiento, named ‘Los Monoblocks’) and a precarious one named ‘Las Casitas’ – formerly known as MHT, [nucleo habitasional transitorio], Transitional Housing Nucleus.  Related to some land sites, all of them confronting problems.  An improvement plan has been implemented, replacing the old houses for new ones.  It is said that the problems complexity that affects the segregated sector must be comprehensively approached from the thick description taking in consideration its concrete production conditions.  It is analyzed from the Emergency Villages Eradication Plan (Plan de Erradicacion de Villas de Emergencia, PEVE) from the 70’s during the military dictatorship in urban Buenos Aires, as it is understood it has not created critical mass on insecurity and it does not reflect on recent housing policies in Argentina, from 2004 onwards.  From this point of view, the public policies design contribution are related to self-organization fostering, (not taking into account the mechanical assistance), social integration, based on a necessary deep local diagnosis and broadly thematic (case by case), and not to the sector that is convenient for policies administration.

 

Key Words:  Residential security, Housing policy, Qualitative method, Thick description

 

 

Introducción [2]

El texto busca dar cuenta de complejidades que afectan a sectores excluidos como el barrio popular conocido peyorativamente como La Gardel: inseguridad sostenida asentada en la memoria vecinal, desmembramiento del tejido familiar (quedando miembros expuestos o insertos en graves problemas locales), continúo fallecimiento de habitantes (no necesariamente delincuentes). Se entiende que estos temas deben integrarse al diseñar políticas urbano-habitacionales más efectivas, desde la perspectiva de la participación ciudadana e integración sociourbana. Además la presentación contiene un contrapunto entre la explicación del caso junto a la metodología empleada, conjugando el análisis comprensivo con los enfoques de la construcción sistemática.

 

Una mirada general del problema seguridad

¿Qué es Seguridad residencial? Hablar de seguridad implica considerar las maneras de conocimiento e interpretación de la inseguridad; y posiblemente intentar brindar alternativas o reflexiones para mitigarla. La existencia de normas posibilita el desarrollo de la seguridad residencial, aunque debe reconocerse que esto puede ser entendido como superficial. Debemos ir más allá comprendiendo qué sugiere la ética individual y colectiva, el tejido cultural determinado por códigos locales, la astucia informal ante lo dado, los comportamientos dispuestos para la práctica (cercano al hábitus[3]) en el campo de lo urbano excluido. Este aspecto más profundo tiene acceso más difícil o escondido; escapa a las reglas más visibles que fueron creadas en ciertas condiciones específicas y que son continuamente recreadas materialmente, dialécticamente, bajo cierto devenir histórico.

 

Como ejemplo pueden existir normativas sobre cómo integrar y administrar un consorcio de propietarios de grandes dimensiones (conjunto habitacional); cómo tomar decisiones que promuevan mantenimiento físico y social. Pero la existencia de éstas no asegura que dichos consorcios funcionen adecuadamente, se evadan normas parcial o totalmente, o incluso que ya no existan los consorcios, se hayan disuelto por diversas razones. En La Gardel -conjunto de predios deteriorados detrás del Hospital Nacional Prof. A. Posadas- hay además un conjunto habitacional creado en la dictadura militar para 1172 unidades de vivienda iniciales. El consorcio de dicho conjunto ha tenido escasos años de funcionamiento razonable. Primero pasó a funcionar con desconfianza y precariedad, finalmente dejaron de aplicarse sus reglas. Esto es uno de los problemas –no el único ni el más grave- que ocurren allí desde hace más de 30 años. Pese a que existen normas administrativas, siguen flotando en el sector memorias extremadamente complejas de época de la dictadura[4], prolongadas al presente. Hoy continúan muriendo habitantes cotidianamente, de manera no natural, por accidentes no relacionados con enfrentamientos delictivos. Esto lleva a reflexionar acerca de una legalidad relacionada con lo patológico con la cual conviven muchas familias que no desean relacionarse con estos temas.

 

Aquí se propone un análisis del sistema de códigos que debe ser interpretado en su espesor: en la “jerarquía estratificada de estructuras significativas” [5]. Estos códigos sociales interactúan dentro de la subjetividad y reflexividad de los grupos en cuestión y su contexto. El análisis de la reflexividad se refiere a “respuestas múltiples –pero no indeterminadas- a las condiciones que propician dichas acciones”[6], las motivaciones individuales y grupales de los vecinos, así como de los investigadores que actuamos allí. “Los sujetos desarrollan sus actividades en el seno de una realidad en base a propósitos, fines, intencionalidades… [además están] bajo las determinaciones de las formas de existencia histórica”[7]. Las decisiones de los sujetos están situadas material y dialécticamente y desde la metodología cualitativa y en especial la etnografía, el sentido participativo del docente implica guardar especial atención al modo que se define, negocia, visualiza, interpreta, la interacción entre los sujetos implicados en el momento específico en que la relación social existe. Esta precisión es uno de los pilares de esta metodología etnográfica, pues “hay toda una serie de fenómenos de gran importancia que no pueden recogerse mediante interrogatorios ni con el análisis de documentos, sino que tienen que ser observados en su plena realidad. Llamémosle los imponderables de la vida real”[8]. Lo cual implica explicar los vínculos entre ellos y con uno mismo, la dialéctica de los encuentros, qué se dice, cómo se dice, con qué motivación, que transacciones se brindaron. Ello permite anclar el sentido de la objetividad; construida de manera diferente al método cuantitativo (y bajo otros paradigmas), pero no menos válida. Se trabaja con palabra nativa articulada con explicación de la experiencia en que fue recogida (preferentemente relatada en primera persona) y la perspectiva del actor (“construcción orientada teóricamente por el investigador, quien busca dar cuenta de la realidad empírica tal y como es vivida y experimentada por los actores”)[9]. Se puede sostener que no existe caso tipo para comprender de manera acabada el tema.

 

La ubicación de La Gardel en el contexto del deterioro urbano del AMBA[10]:

El hábitat deficitario, segregado, villero, se inserta en un contexto socialmente heterogéneo del AMBA. Sus tipos de resolución son dispares. Se podría enunciar: a) Villas[11] con gran consolidación; muchas llevan 70 años en estado de “emergencia” (Retiro, bañado de Flores o Barrio Lacarra); originadas en los ‘30 y ‘40, sufriendo erradicaciones promovidas oficialmente en los 70 y 80; las instituciones erradicaron desde el gobierno poseen carga negativa difícil de modificar[12]; la mayoría estas villas abarcan muchas hectáreas segregadas (10 a 20 has o más) de la ONABE (Organización Nacional de Bienes del Estado) otrora vacantes, en contínuum desmejorado; suelen portar enfrentamiento organizacional e intereses territoriales locales.

b) Nuevas villas y asentamientos en Capital, pequeños, en sectores intersticiales (sobrantes de ferrocarril, bajo autopistas); un informe de Defensoría del Pueblo indica 24 asentamientos en los últimos 5 años.

c) Los asentamientos de 2 ó 3 décadas recientes del conurbano, tienen cierto parecido al fenómeno villero clásico; fueron asentados en masa, en tomas organizadas en terrenos anegadizos y basurales.

d) Barrios desmejorados y periféricos con poca infraestructura productos del laissez-faire urbano[13].

e) Finalmente sectores urbanos provenientes del PEVE. El Estado en los ’70 edificó conjuntos de vivienda para los erradicados: grandes emprendimientos (y núcleos habitacionales transitorios NHT), ubicados en zonas alejadas de Capital o conurbano. Originalmente debían portar organización vecinal, en la actualidad están intrusados y muy desmejorados, casi siempre rodeados de un contexto de apropiaciones espontáneas, intrusiones y desarrollos villeros, como en La Gardel. “Aquel ambicioso plan fue posiblemente la primera demostración de los riesgos y fracasos de las intervenciones estatales (…) no dejaba de ser un intento de imposición vertical al que la población villera debía subordinarse” [14]

 

En esta rápida enunciación, las instituciones oficiales que atendieron la erradicación en la dictadura fueron los Institutos de la vivienda del AMBA (Provincia y Capital). Erradicaron desde villas capitalinas por el PEVE (Plan de Erradicación de Villas de Emergencia, Ley Nacional 17605, presidencia Gral. Onganía) de los 60 y 70 hacia el conurbano. Se instaló una imagen negativa de estas mismas instituciones que actuaban en erradicación y radicación forzosas al mismo tiempo. Posteriormente el problema vivienda social fue objeto de tratamiento mediante Programas del Estado democrático, cuyos resultados tal vez escasos (80 y 90) y fragmentarios permiten explicar que han sido poco adecuados o superficiales. Recientemente bajo presidencia del dr. Kirchner se aplica una nueva política habitacional que ha proporcionado bastante énfasis en la construcción de viviendas en distintos puntos del país.

 

Breve presentación del sector La Carlos Gardel:

La Villa Carlos Gardel o simplemente La Carlos Gardel, fue producto directo del PEVE. Hacia fines de los ’60 la política erradicatoria suponía, aun en forma muy menor, la radicación de villeros en conjuntos habitacionales que inicialmente iban a ser pequeños (cabe mencionar que dichas radicaciones fueron muy menores a las erradicaciones; y por otro lado, durante las dictaduras posteriores de los ’70 y ’80, Videla, etc. ni siquiera se planeaban radicaciones, sólo se erradicaba).

En el sector mencionado se han trasladado, de a poco, cerca de 400 familias erradicadas[15] de diferentes puntos, en pocos años, entre el ‘68 y el ‘70. El Plan preveía alojarlos en los NHT (Núcleo Habitacional Transitorio, caserío de módulos cerámicos y chapa muy precarios) sólo el tiempo en que se demorara construir y adjudicar el NHD (Núcleo Habitacional Definitivo), en principio para esas mismas familias. Al costado de los NHT en 1973 se edificó el Conjunto Habitacional Presidente Sarmiento con una escala mucho mayor a la prevista[16], de 1172 unidades iniciales. Ambos estaban ubicados en los mismos terrenos detrás del Hospital Nacional Profesor Alejandro Posadas, los NHT hacia el fondo, contra la calle Carlos Gardel (donde termina el conjunto de predios)[17] y más adelante el Conjunto. Éste fue proyectado desde un Concurso Nacional del Banco Hipotecario Nacional, resultando premiado el estudio STAFF (arqs. Bielas, Goldemberg, Wainstein Krasuk, también proyectó el conocido “Fuerte Apache” muy cercano). Cuenta con más de 30 Monoblocks diseñado con ideas higienistas, planta baja libre, enormes patios, calles y pasillo-puentes vinculando núcleos de escalera (conformación considerada innovadora). Mencionar el departamento donde se vive implica dar número de Monoblock, Nº de núcleo, Nº de piso y Nº de departamento. Dicha identificación es harto engorrosa.

 

El Conjunto se concibió como un solo consorcio para todas las unidades habitadas por familias provenientes de erradicación, de origen muy diverso. Dada la cantidad de unidades, los Monoblocks no podían corresponder únicamente a las 400 familias iniciales, sino que obligatoriamente se sumaron muchas otras con criterios aún no demasiado develados (se habla de apropiaciones violentas, ruptura de puertas; una de las versiones más difundidas es que este hecho se realizó a manos de los Montoneros, perseguidos por la dictadura posterior del 73 a 86, Videla, Massera y otros). Estos factores pueden haber influido para el fracaso del funcionamiento del emprendimiento desde todo punto de vista: mantenimiento físico prácticamente nulo, inexistencia actual del consorcio de propietarios (por lo contrario, hay gran cantidad de unidades sin regular), enemistades graves y sostenidas de diferentes banditas (aún hoy siguen falleciendo personas –sobre todo jóvenes— provenientes de enfrentamientos; incluso contra la policía); cordón policial de borde y de asalto. Tanto Las Casitas (NHT) como Los Monoblocks están altamente deteriorados en sus 16,5 hectáreas y más de 10 mil habitantes.

 

El sector en cuestión desde hace muchos años es considerado en medios masivos como uno de los más peligrosos e inseguros. Tiscornia, experta en violencia, reflexionó en 1997 al matutino Clarín sobre este sector: "Si el Estado no actúa, si la Policía no entra, si las viejas organizaciones barriales languidecen, se impone un orden a punta de pistola. La carencia económica, y la falta de una legalidad institucional, hace que mucha gente termine apoyando al nuevo líder, no importa quien sea". El artículo menciona al antiguo cabecilla Sotelo o El loco Jerry, muerto por la policía y -supuestamente- protector del barrio de antaño. Hoy no parece haber cabecillas tan reconocidos sino enfrentamiento entre bandas peligrosas, drogadictos y ladrones que asolan al interior del lugar y en los entornos, en conflictos de poder o asaltando incluso vecinos del barrio, comunicándose con otras villas cercanas.

 

La cuestión del nombre del sector no acaba aquí. Los vecinos aceptan “Las casitas” y “Los Monoblocks”. Algunos llaman Barrio Carlos Gardel sólo a Las Casitas (NHT) y Presidente Sarmiento a los Monoblocks surgidos del mismo proceso. Unos expresan rivalidades discriminatorias, y otros dicen “es lo mismo, tengo amigos en ambos lados”. Familiares cruzados, prácticas solidarias, el fútbol -o la droga- no separan en conformaciones. Algunos de los monoblocks llaman “villa” a Las casitas (parece una villa prolija) y no a sus Monoblocks muy desmejorados. Vecinos de Las Casitas dicen “ahí [Monoblock] está lo peor, suciedad, mal olor, agua servida”. Las casitas es lo más visible de afuera y no es raro que se nomine por apariencia externa. Más conocido es Villa Carlos Gardel segregando la totalidad desde afuera, sin discriminar partes. Según Andrés (vecino) el nombre surgió cuando entregaban cajas PAN (Plan Alimentario Nacional, los ‘80) llamando la totalidad Carlos Gardel desde el Estado. Bety (de Cáritas) explica “cuando vas a buscar trabajo si decís Gardel no te toman y si decís Bº. Pte. Sarmiento tampoco”. Si se habla de La Carlos Gardel la mayoría de los vecinos ve la referencia genérica, no siempre aceptada de buen tono. Tomar la identificación controversial, podría reflejar el estado interno del lugar.

 

Actualmente, La Carlos Gardel, tras más de treinta años de abandono y olvido está intentando ser revitalizada parcialmente. Ha sido afectado al Subprograma de urbanización de villas y asentamientos precarios en aproximadamente 436 viviendas correspondientes a Las Casitas (NHT) quedando el total de los Monoblocks fuera del Programa. Dicho subprograma forma parte del Plan Federal de Viviendas, conjunto de programas de mejoramiento lanzados por el Estado Nacional a fines del año 2004. No se afectó entonces a las 1172 unidades iniciales sometidas a prácticas villeras, donde hay varias unidades domésticas bajo el mismo techo, intrusiones y desarrollos territoriales llamados “bajos”, desmejoramiento físico grave en instalaciones, usos de espacio público, estructuras, carpinterías, escaleras.

(1-Sector urbano)

Explica el cura Rodrigo Vega: “Muchos viven inmersos en patologías, reglas de la violencia: No puede ser el matón [prepotente], no puede sostenerse esa regla. No hay que mirar sólo ladrillos; lo social está quebrado. No llevan los chicos a la salita, no los vacunan, no los escolarizan. A veces una mujer se hace cargo de chicos abandonados ¡Esto es lo que hay que potenciar! Hay que asumir las reglas en su complejidad”. El nuevo Plan es portador de fragmentación. Ahora bien, en Argentina no se resolvió prácticamente nada en materia de villas durante los últimos 30 a 50 años ¿No hay tiempo para proyectar basado en un conocimiento de la complejidad, buscando tomar decisiones más amplias?

 

Hoy las decisiones del Estado vuelven a ser lejanas y aunque no erradicatorias, obedecen a un mandato donde desde el inicio los vecinos no opinaron. No se buscó la conformación inicial de cooperativas, camino más lento pero que posibilita realizar apropiaciones más reales. En tiempo bastante adelantado del proceso, el Municipio de Morón ha convocado a la ONG Madre Tierra para que los habitantes de las más de 400 unidades participen crecientemente sobre formas de pago, ubicación en la parcela, elección de delegados, ubicación de mobiliario en su unidad. Pelli[18] explica “el efecto inocuo de la introducción de la premisa de participación en los modelos de política habitacional orientados exclusivamente a la solución de bienes y servicios”. Pero aclara que hay gran diferencia entre la definición por sorteo de vivienda finalizada a cuando el beneficiario está definido y de alguna manera, participa del proceso de producción aún sujeto a restricciones. La cesión de cuotas de poder y la reducción de distancias entre sujetos sería la posibilidad a tener en cuenta para intentar matizar dicho efecto inocuo. Este sería el caso de La Carlos Gardel.

 

¿Qué implica habitar en La Gardel?

1. El ingreso al campo, la “bajada” del nuevo emprendimiento y los primeros significados

Mis primeros contactos con el sitio han sido bajo un contrato de corto tiempo en la Provincia de Buenos Aires (Subprograma de villas mencionado). Posteriormente continué con una tarea de análisis bajo la entidad académica UAI. El rol del investigador en el campo, la perspectiva del actor se ha construido articulando actividades del docente trabajando en gestión (al inicio) pero conservando fuerte interés en generación de conocimiento, que son las que han primado en el tiempo y muchos vecinos han valorado. El primer desafío lo constituyó mantenerse alerta sobre cómo confluían las miradas sobre el trabajador de campo: cuándo era requerido como docente y cuándo sucedía desde miradas ligadas al proceso físico. Si bien el proyecto de investigación UAI surgió con posterioridad, siempre estuvo presente la identificación con la docencia tanto frente a habitantes como a empleados. La reunión de la descripción etnográfica dentro de la gestión no necesariamente es perniciosa si no se traiciona el buen hacer, el sentido ético y el sentido común para que los datos no se manipulen desde intereses voraces, cortoplacistas o politizados, que buscan logros que “la gente seguramente adherirá con posterioridad”. Todo lo contrario, parecía que detrás de los emprendimientos físicos había un cúmulo de temas que definían el habitar en La Gardel.

 

En mi propio ingreso al sitio junto a un empleado municipal pasamos cerca de una casilla policial en el borde. El oficial menos que amable, mirándonos de reojo agitó el largo fusil accionando la recámara, produciendo el conocido ruido trac-trac donde el arma queda preparada para disparar. Fue instancia de fuerte repercepción del borde como límite. Ello fue altamente contrastado al encuentro con muchísimos habitantes, familias trabajadoras y esperanzadas, que pretenden mejorar su sitio, en un contexto muy claro de desorganización social, falta de armonía o articulación en instituciones locales. Pude acompañar a empleados municipales en la capilla cuando hacían el censo para el nuevo emprendimiento que reemplazaría Las casitas; expliqué que venía de provincia y quería conocer la gente, saber cómo vivían, qué les pasaba, más como docente que como hombre de gestión. Muchos quisieron desenrollar temas con facilidad y se enganchaban a conversar. Luego realizamos en conjunto con el arq. municipal Rodrigo un informe sobre el estado de los Mononoblocks, sitio excluido del Plan[19]. Hice observación participante, asumí intención de conocimiento; no tan ligado a la gestión local. Anotar me definió técnicamente, marcaba mi presencia y daba lugar a su participación. Ser el que anota no me incomodaba. Parecía obsesivo, objeto de comentarios risueños ¡cómo anota Ud! broma con aceptación y respeto. “Me parece bien, es lo que tiene que hacer”. De todos los técnicos, yo era un docente que anotaba.

 

Pensaba que mi trabajo científico podría ser útil en rescatar memoria de los vecinos; miradas cualitativas de hábitat, vivienda; articular palabra nativa a distintas esferas, mantener posición del lado del ingreso de la democracia. Además de deber seguir la evolución de apropiaciones en Las casitas y Monoblocks; relaciones entre habitantes de distintas morfologías y estratos de administración estatal; el proceso de mejoramiento, cómo se materializan sentido de propiedad y participación. Pero hacia el tema seguridad residencial, hay relatos en la memoria local que resultan altamente pertinentes y que no pueden ser atendidos desde la lógica de instalar un proceso físico. Me he detenido a reflexionar sobre relatos, vida cotidiana que no podían ser pasados por alto, sino que eran centrales. Me refiero a ciertas experiencias de vida, casos que explican, de manera muy dolorosa, que vivir en el sector implica estar impactado por problemas que deben ser conocidos de manera cercana.

2- Las casitas (NHT)

Ello contrasta con la forma en que “bajó” el Subprograma de Nación. Un empleado de Morón encargado de recibirme cuando venía desde provincia relató el inicio del proceso: “Llamaron el 6 de enero de Nación ‘para mañana necesito la información sobre el barrio Carlos Gardel’. Algunos estaban de vacaciones; hubo que hacer todo corriendo para el otro día. Fue tremendo; sin demasiado tiempo ni para pensar. Esa posibilidad de trabajo de la villa fue rechazada por Promeba y poco tiempo después aceptada en el Plan Federal. Fue increíble”. Y luego “cada vez que viene una orden actuamos con premura porque tenemos miedo que los proyectos se caigan”. El nacimiento del proyecto –tras 40 años de abandono- fue errático y, desgraciadamente, compulsivo. En una primera entrevista con el jefe de Tierras, expresó que no había oficina municipal que no haya realizado aplicaciones de equipos técnicos en Gardel: salud, educación, acción social, infraestructura, unidad de gestión, seguridad. El defecto era que las acciones estaban poco articuladas entre sí, creando una situación compleja. “La presencia que existe actualmente es la mejor que el municipio pudo disponer; se inició cuando hubo una coordinación sobre el eje minoridad y adolescencia”. Finalmente con la nueva urbanización se irrumpe con ideas desde esta oficina “esto incluye que las demás oficinas revisen políticas con la idea del pasaje de villa a barrio”. Luego mostró la extensa carpeta para transformar otro sitio llamado Villa Patagones en barrio con infraestructura, planos generales, de detalle, planillas y estudios, papeles firmados por Ibarlucía (Instituto de vivienda provincial), el intendente de Morón, él mismo. Dijo “¿ves todo esto? Es laburo [trabajo], de ellos y nuestro [con mucho pesar]. Estábamos todos entusiasmados, entusiasmamos a la gente, puse la cara y ahora me deben querer putear”. Agregó: “esta carpeta no es nada; en La Plata tienen otra más grande. Encima nos matamos mandando cartas que nunca se contestaron. Luego pasan las gestiones ¿dónde está la continuidad?”. Son muchos los datos que pueden exponerse sobre la dificultad de encontrar vasos comunicantes claros, confianza en las mismos estratos de gestiones que cambian durante las ejecuciones de los mismos programas. El breve cuadro diagnóstico de la gestión además debe incluir que el Municipio, al ser el brazo ejecutor, corre con grandes riesgos por su relación con la gente. Abarcar qué significa este emprendimiento para toda una institución puede llevar un espacio difícil de abarcar aquí (ver de Sárraga: 2007). Sin embargo se resalta el abroquelamiento de la información, el manejo obsesivo o conductista de la participación en los momentos donde ya se tenía que adjudicar las unidades y la muestra de un proceso constructivo sin fisuras ni contradicciones. Términos que no confluyen ni aseguran el ingreso de la ciudadanía sino la finalización de un Conjunto. Ello no significa en absoluto que la gestión de Sabatella se haya desinteresado del barrio, sino que se buscó mostrar resultados de gestión desde el dinero recibido -sólo para el edificio- y un intento posterior de articulación social con medios municipales disponibles, mucho más limitados, y el llamado excesivamente puntual a una ONG reconocida.[20]

 

El 6 julio de 2005 hubo una reunión en el Honorable Consejo Deliberante de Morón. Estaban directivos y técnicos con injerencia en el sector Cuando se muestra el proyecto en reuniones de Morón, un alto funcionario explica: “Las 432 viviendas se trabajan con manzanas que buscan integrarse [al entorno] acompasadamente desde la ortogonalidad formal hacia adentro. Que no presenta desigualdad en las parcelas, y da [según su opinión] a los vecinos de enfrente un borde similar al existente”. Estas y otros discursos similares mostraron que, además de una desconfianza necesaria, ante la dificultad del problema se actuaba de forma excesivamente dura. Nunca apareció abierto a la crítica del conjunto amanzanado; la forma cuadricular en tiras paralelas resolvería la relación barrial por apariencia. Y en verdad no se sabe si una ortogonalidad geométrica resolverá lo que la gente quizá no quiera resolver; tampoco se busca el aporte del vecino y su armado institucional en el emprendimiento tan relevante. Y si aunque así fuera, estarían trasladando el problema hacia el centro de mayor densidad. O sea resolvería las 450 unidades (pocas) y postergaría la solución a 1172 del ’70. Mostrando alternativas arquitectónicas que no figuraban en la licitación. Además aceptó que “no se pudo hablar con la gente que habita” pero realzó enfáticamente “la posibilidad de mejorar la calidad de vida es única”. Su entusiasmo muestra la gestión intentando ejecutar y resolver un gran problema aunque él mismo contrasta precisión técnica con desconocimiento social: muestra el fortísimo aliciente al cual adhiere. Definió “Hay que construir el barco mientras navegamos” cual idea clave. Evidencia hacer y pensar en forma conjunta, compulsividad natural en Argentina (sobre la marcha, resuelve rápido y parcialmente, para aquello que debiera tomarse tiempo) por lo cambiante que todo puede resultar. Se toma vigorosamente el desafío de realizar un trabajo arduo (opción presentada como válida). Pero quizá también esté escondiendo cuestiones que se podrían superar o que otros hacen mejor; y en cambio se mantiene una postura taxativa de defensa extrema. Es cierto que hay gran responsabilidad de la ejecución compulsiva al tomar decisiones un 6 de enero, y que sólo quedaría decir “tenemos esta realidad”. Pero Morón trabaja “esta realidad” en forma activa haciendo vivienda. Pero en verdad “esta realidad” está indicando que la consideración social, la participación, el conocimiento, etc. son posteriores. No aparece una adecuación mutua en estas decisiones importantes.

3-Proyecto Subprograma

Un técnico contrastó discursivamente “los villeros van a transformar sus casas desde modalidades actuales y rápidamente no se va a diferenciar el nuevo hábitat de la villa actual”. Opuso el jefe diciendo: “es importante que los mismos vecinos tomen conciencia sobre los controles del crecimiento”. O sea, esta opinión se contrastaría con férrea legislación. La cuestión era objetada por muchos pero nada de esto es considerado como elemento crítico. Tampoco surgió tomar la posible legislación como una incógnita para trabajar socialmente teniendo en cuenta 50 años de villa. La misma persona retomó “para mí el villero va a seguir siendo villero”, y le contraataca “Si no tenemos convicción de que el villero se va a transformar vamos muertos, vamos al fracaso directo”. Aparece nuevamente respuesta taxativa, alta represión del sentido común, sin discusión u opciones de cómo transformarían los vecinos y cómo se ayuda a esto. Las convicciones del equipo técnico deben superarlo. La arenga, arreo, entusiasman pero esconde represión, baja autocrítica del proyecto, definiciones parcialmente objetables, desatención de actores claves como la relación con el Hospital Posadas.

Un ejemplo de ello se dio claramente un día que importantes autoridades y ministros se hicieron presentes durante el inicio de 2005 para firmar el convenio que definía la “bajada” del Subprograma a Las Casitas. El gran acto fue realizado en uno de los bordes del conjunto de predios, sobre la calle Carlos Gardel. Ello fue anterior a mi contratación. Relata La Piruni, diminuta, pero enfática y movediza vecina local muy conocida; habla de una manera gritona e impulsiva, voz gruesa parecida, del tipo fumadora, a veces se define como referente barrial y otras como puntero, algunas como peronista y en general como partidaria de Sabatella, partido vecinalista de Morón. Muchos la acusan de ser puntero y sacar ventajas personales; sin embargo sus condiciones materiales están a la vista, pues vive en los mismos lugares que sus vecinos. Ella dio una de sus primeras referencias. “Yo apoyo lo de las casitas nuevas ¿Cómo no voy apoyarlo, Ricardo? Pero el día del acto, en la parte de atrás de los Monoblocks sonaron los tira-tiros [balacera] de la gente de los Monoblock, que no estaba de acuerdo con esto. Y yo digo que está bien que se vea los problemas de acá. Porque eso existe, está bien que lo vean”. Muestra que además del emprendimiento, hay otros problemas “en el fondo” que deben atenderse.

 

Puede hacerse un pequeño paréntesis acerca del cambio de roles del presente autor. El contrato de provincia había finalizado y el director de Urbanismo, tierra y vivienda Garay parecía no contar con apoyo político suficiente para renovar muchos de sus contratados (el mismo subsecretario y la directora provincial más adelante dejaron sus funciones). Pero en momentos de la gestión, el jefe de Tierras de Morón quería que mi trabajo contara con “independencia cero”. Que obedeciera directamente su palabra y buscara resolver en provincia lo que él consideraba pertinente (y claramente estaba fuera de mi órbita). Ello promovió una diferenciación de mi rol no con los empleados, sino directamente con la gestión local central. En ese sentido, “ser el que anota”, rol ligado a los vecinos, me permitió continuar trabajando desde la Universidad. Rol que no ha arrojado contradicciones de interés.

 

2. Las sombras de los ’70. Bajábamos de los camiones. Vimos los fusilamientos

En otro recorrido La Piruni ofrece entrar al salón de su comedor Los Gardelitos: “Yo vivia en una villa en el barrio ‘Los Patitos’ mas o menos 20 familias, vinimos 5 familias Altamirano, Gutierrez, que era el apellido de mi esposo, "Casafu", "Verja". Porque yo me hice mi casa juntando ladrillos, Ricardo!...allá, mi marido no tenia trabajo efectivo y yo juntaba monedas en la costa del río y me iba a la costanera, 2 años trabajé y me pagaba como un animal, ni tenia vacaciones [Trabajaba para la empresa]... lumbrícola; vendía en el puerto, me iba ahí, conocía todas las lombrices porque cada pescado tiene... pedían para distintos peces, el gusano de tierra que es blanco con cabeza colorada, no sé si los conocen, ustedes que estudian deben saber mas que yo... yo tomaba el trabajo como un sacrificio, entendés? para darle la comida para mis hijos. Me hice una casita, primero tenía un cuadrado de chapa cartón con mi marido... después empecé a trabajar y me hice una de 4 metros con una ventana con puerta, candado y todo. Cuando llego el momento que nos trajeron acá esto era, ni un árbol ni una sombra nada, no había ni una gente, el único que estuvo en el 63 era el supermercado. A nosotros nos bajan con mis 6 chiquitos tenia y un chiquitito, el mayor mío tiene 47 años... y bueno nos fumigan a todos con el veneno, era una tristeza, encima allá al largar tus cosas te paso la topadora te tiró todo y era algo que rompió el corazón, el pecho, el alma,” [Agregó con tristeza y bronca]: “tuvimos que hacer dos filas, una de mujeres y otra de hombres, con el torso desnudo, chicas jóvenes, viejos y viejas, con el bultito de ropa bajo el brazo”. Rescatar esta y otras memorias es algo que a los vecinos claramente los enciende, los hace sentirse partícipes de una conciencia colectiva. La misma vecina dijo “esto se tiene que saber, Ricardo, hacés bien en trabajar esto”.

 

La misma vecina explicaba que en la época de Videla hubieron fusilamientos en la zona del tanque. “Los policías los traían, serían las 6 de la mañana y los dejaban irse corriendo, ‘andá y escapate’ y les tiraban de atrás… luego ellos mismos se llevaban los cuerpos, varios vimos eso”. Durante mi trabajo de campo aparecieron muchos significados profundos que marcaron el barrio. Resulta llamativo que luego de tantos años ello no haya sido olvidado. Me produjo especial impacto tanto el tema de la muerte y la droga, instalados, circulando, sin poder ser superados hoy por el cuerpo social [21].

 

Ello pareció por fin desprenderse del discurso del arq. Garay, director de la Subsecretaría de urbanismo y vivienda de la Provincia de Buenos Aires. Expresó en reuniones formales de 2005 los objetivos del Subprograma: “se busca que gente que vive en condiciones miserables en tres años viva en una casa digna con modalidades de participación y ciudadanía, que participe de su futuro”. Hizo mención a Villa Carlos Gardel donde asumía “el conjunto habitacional Pte. Sarmiento se asentó bajo modos de producción y reproducción villeros”. Era gratificante escuchar esta asunción; era la primera vez que se expresaba. Pero el presupuesto no contemplaba temas sociales, había una carencia presupuestaria para atender dicha profundidad social y la ejecución del municipio en sus inicios tampoco tenía consideración al respecto sino buscaba “asentar el proyecto de arriba”.

 

3. El nuevo emprendimiento y la batalla por el alambrado

No resultó extraño que, frente a semejante direccionamiento de la ejecución, hubiera resistencia en ese cuerpo social plagado de contradicciones. Cuando comienza la construcción del nuevo emprendimiento, la presencia de la Empresa constructora implica el ingreso de otra lógica en forma decidida, donde la nueva urbanización irrumpe sobre el ambiente físico y social existente durante más de 40 años. Desde la misma mensura tuvo que hacerse presente la policía para despejar malas miradas.

 

Una de las primeras tareas de la empresa constructora (noviembre 2005), relevamientos altimétricos y mensuras previas, consistió en realizar el gran obrador. Este tomaba gran parte de algunas canchitas donde se realizaban campeonatos de fútbol. Una familia del Monoblock 17 cobraba ciertos valores económicos (inscripciones y choripán). La canchita más usada está situada contra la avenida Perdriel, sin embargo la que se ubica al centro de los predios, junto al gran tanque elevado sobre el playón, forma parte no sólo de esas las prácticas y otras actividades visibles. Cada vez que el municipio organizaba actividades también solía utilizar ese espacio. Quedaba marcado por organizadores de fútbol, vecinos, municipio. Pero el día del armado del obrador y del ingreso de las maquinarias comenzaron a desenvolverse hechos que merecen prestarse suma atención.

 

La empresa constructora buscó realizar el alambrado perimetral de seguridad. Abarcaba desde Marconi y la escuela hasta los Monobloks pasando cerca del tanque de agua y el playón. La colocación del alambrado terminó a las 17 hs. A las 19 hs el alambrado cercano a los monoblocks fue robado por vecinos a plena luz del día, a la vista todos. Ante esto surgió una denuncia telefónica de otros vecinos, concurrió la policía en actitud de enfrentamiento con quienes robaban, que serían del Monoblock 17. Según vecinos de las casitas (ex NHT), quienes extrajeron el alambrado habían concurrido con chiquitos de cerca de 10 años dejándolos adelante, expuestos a drede al frente, mientras los mayores quedaban atrás. Actuaron de forma programada: realizando tiros al aire los mayores desde atrás y arrojando piedras los niños pequeños hacia la policía, niños de un metro de alto gritando "hay que defender la cancha". Los policías realizaron tiros también pero no pudieron impedir que quienes estaban viendo (y son conocidos en el lugar) realizaran el hurto con éxito. La expropiación del alambrado se realizó en la canchita más grande -única afectada al emprendimiento (las otras dos quedan tal cual están). Dicho cerco no se pudo realizar allí. Se realizó 100m más atrás de forma precaria (postes de madera de poca escuadría y cintas plásticas delimitadoras). Este borde no presentaba entonces ninguna posibilidad de ofrecer seguridad siendo restituido varios meses más tarde. Así se ingresó maquinaria pesada, camiones de gran volumen para movimientos de tierra, rellenos, trazado inicial de calles y retiro de árboles. Se notó un avance excesivamente lento. El comentario de vecinos es que la intención no parece ser avanzar a toda máquina hasta que haya mayores seguridades y se pueda traer personal con mayor confianza.

 

Un vecino (voluminoso, tranquilo, habitante de las casitas, de los primeros pocos vecinos empleados por dicha empresa en tareas de seguridad) aclaró que cuando vio el robo le dijo al ingeniero jefe de obra: "yo no tengo problema en enfrentarme, pero no quiero hacer pelea entre nosotros". Otro dijo “no entiendo, muchos tienen familiares en ambos lados y chicos en varios lugares, pero que se oponían”. Otro amplió “muchos de los que estaban en el enfrentamiento con los tiros eran empleados contratados en el área del hospital, no comprendo cómo un empleado no reacciona a favor de las casitas sino en contra”. Según expresiones volcadas en La Capilla, lugar de sana discusión habitual y crisol grupal, comentaron que una vecina enfervorizada y conocida de los monoblocks, indicó al ingeniero amenazando “quiero casas”. Aquí marca una diferencia, pues no opone a la apropiación de la canchita. Esta amenaza fue interpretada por otro de las casitas: “en parte tiene razón, ellos también tienen problemas”. Esto es relevante, dado que el alambrado está detonando no sólo los valores capitales que se modifican, sino que expresa que no se ha conversado lo suficiente y hay intereses heterogéneos por los cuales la gente reacciona. Dentro de esos intereses implica considerar que no se ha realizado nada durante 40 años y cuando se lo realiza la comunicación inicial es endeble, y no se considera un diagnóstico amplio. Pero hay una observación de interés, dado que las casitas que luego se empezaron a construir no fueron 436 sino 480. Llamó la atención de la diferencia no sólo a mí, sino que luego la puntero Piruni fue desplazada de las preferencias del municipio. Ella solía saber todo o al menos gran parte de lo que pasaba. Y ella decía “¿porqué son 480? ¿Para quiénes son esas casitas que no estaban al principio?

 

El caso muestra al Estado actual tratando de imponer normas de manera diferente al PEVE. Pero –siguiendo el modelo- se trabaja en la superficie del habitar, de manera prescriptiva, imponiendo en un sector sin tomar todos los temas, sólo tratando de adecuar con la presencia tardía de una ONG. Si bien esto es muy buena y necesaria concesión ¿Qué riesgos hubieran corrido si esta inclusión no hubiese sucedido? Pero además se trabajó sectorialmente, sin normas para lo urbano que debe diagnosticarse en su totalidad ¿Porqué hay diferenciación entre unos u otros frente a la misma problemática? Entonces las prescripciones surgen como bajada formal, acabar con la villa, pretendiendo armonizar con el entorno.

 

4. Se les escapan de las manos. Vos lo sabés, tía ¿de dónde sale todo ese dinero?

4.1 Susana

Me he encontrado con muchas personas preocupadas por el barrio. Una de ellas, Susana es manzanera y además desarrolla labores en la iglesia evangélica. Mujer de buena voluntad, madre muy preocupada no sólo de sus hijos, sino de muchos chicos que atiende en la iglesia, dándoles el mate del día sábado. Las actividades de mejora practicadas por mujeres como Susana tienen límites concretos, uno de ellos es la desidia de la socialidad barrial. Ella siente esa imposibilidad como algo real: “A mí me gustaría mejorar el lugar. Pero sola no puedo”. Es un límite que si bien no quiebra su conciencia política (sigue trabajando) le muestra que su accionar llega hasta cierto punto. Este sitio conflictivo ausentes de normas, expresa una legalidad desde basura desparramada por doquier, apropiaciones a las plantas bajas libres “pilotis” de edificios y más aún, enormes desarrollos territoriales que expanden tomando espacio público, indican apropiaciones personales sobre lo comunitario en base a regulaciones de hecho no consensuadas. Lo legal es el conflicto, contrario a la armonía social, junto al deterioro y cloacas rotas a cielo abierto.

4-Playón y Monoblocks

La iglesia evangélica forma parte de sus herramientas. Les habla a los chicos: “ver los jóvenes que se están matando, muriendo en la droga, están perdiendo su niñez en la droga porque ves chicos de 8, 9 años que andan con la bolsita [aspiran poxiran] y tendrían que estar con la pelota o algún libro. A los chicos les podés gritar ¡dejá eso! Hay chicos que les hablamos y están sin haberse drogado; no puede ser que este chico esté así metido en la droga o en la delincuencia porque salen a robar un coche para sacar $10 para comprar una lata y arriesgan su vida; cuando están drogados están totalmente perdidos”. Se puede interpretar al barrio como actor colectivo que permite la reproducción de la perversión.

 

“Quizá la familia no sepa, no quiero juzgar la mamá, decir que no se ocupa, pero hay mamás que se les va de las manos y ellas ya no pueden hacer nada. Es lo más triste. Tratan de buscar algún lugar donde puedan ayudarlo, una granja [establecimiento terapéutico] ¿viste? Pero si los pibes no ponen voluntad no los aceptan. De los pelos no los pueden llevar. Algunos van presos, cuando salen, tienen más bronca, y crecen con toda esa cosa que no les importa nada. Ni la familia. Hablábamos con mi vecina que el marido venía de trabajar a las 6 AM, tiene el turno de noche. Y pasó y estaban todos los pibes. Ahora vas a ver algunos. Y a la vuelta veo y dicen ‘parece que están robando la gente que sale, porque hay un montón de carteras [en el piso], pasan las chicas que van a trabajar o estudiar y les sacan la cartera”.

 

Susana marca fuerte aprecio por el barrio, y sin embargo siente que “los problemas” son “aspectos”, algo parcial, cuando en verdad modifica su vida y la de todos los habitantes del área urbana (dentro y fuera de Gardel) de manera permanente. “Me gusta mucho, yo me quisiera morir acá”, es una de sus frases. Y muy cercanamente “Actualmente mi barrio es peligroso. Pero tiene sus cualidades. Del 100%, el 80% no es mala. Pero se ve más el 20% que la otra parte. Lo mínimo se ve más”. El futuro de sus hijos es lo que le llevaría a irse. Llamó la atención cuando dice de sus hijos (viven en el 2º piso) “No, ellos no bajan nunca. Solamente para ir a la escuela o por ahí a comprar acá abajo. Y primero veo la galería de enfrente, si veo que está tranquilo los mando, si están los pibe dando vuelta no los dejo, no bajan”. Es respetable su deseo consciente acerca de dónde quiere vivir -utilizando a la iglesia evangélica como antídoto- y su tarea transformadora, a sabiendas que su labor en general tiene altísimas limitaciones por el inmenso proyecto implicado y porque no le resulta simple instaurar normas. Para ello se necesita un trabajo amplio y profundo del Estado (no acotado temática y físicamente). Ella trabaja tratando de adecuar normas socioculturales de tipo preventivo al devenir local (no drogarse, participando en la orquesta sinfónica infantojuvenil Carlos Gardel[22]), e intenta favorecer regulaciones sociales más sanas. Y establece normas rígidas en un hogar muy controlado para no permitir ingreso de lo perverso.

 

La metodología cualitativa puede tener como opción la deriva, la búsqueda abierta de significados, de manera que pueda instalarse una bola de nieve donde hay cosas que a fuerza de ser repetidas ya se toman como ciertas pues no son contrastadas. Ello conlleva, sin embargo, el peligro de tomar partes de discursos coherentes, plenos de sentido común y que aparentemente demuestran empíricamente. Pero muchas de estos párrafos de la vida cotidiana necesitan ser profundizados, vistos desde más vecinos. Me llamaba la atención la frase “se les van de las manos”, como algo imposible de modificar. Esa misma frase cobró sentido en un caso muy cercano, en Erminia con su hijo Lalo.

 

4.2 Erminia

Erminia es una de las vecinas con las que más he caminado. Mujer mayor, de piel aceitunada, muy lúcida, y bien intencionada. Sus miradas sobre el barrio suelen ser críticas y tendenciosas, muchas veces caen en lo subjetivo, rezongona constante de la mayoría de sus vecinos. Su caminar lento y rengo no es obstáculo, ella va pie tras pie a todos los lugares. Nunca me dejó solo. Sobre Erminia no caen miradas negativas sino de aprecio, nunca vi que nadie dijera nada malo de ella. Tiene más de 70 años, la conocen todos y saben de sus actitudes mansas y participativas. Su presencia emana trayectoria local, presta y da bienes a varios cercanos, o sea es antigua y buena vecina. Es manzanera y está muy en contacto con la realidad cotidiana –aunque su opinión sea menester “triangularla”. Creo que cuando su opinión tiende claramente hacia lo subjetivo está promovido porque al ser mayor y tener problemas de renguera, tiende a quedarse en la casa, encerrarse y (salvo su nietita Anita) se aburre, y queda –para mí- rebotando en su cerebro todos los problemas locales sin resolver. Creo que caminar la ayuda bastante.

5-Entre Monoblocks

Hay miradas de peligro que suele aportar. Cuando qué es bueno y qué no lo es. Conoce las banditas peligrosas y se mueve con alta soltura en el barrio. Cuando caminamos le digo “conocés a estos muchachones? Y sí, los conozco, son de más allá pero no los saludo”. Siente que la respetan y eso también le hace bien. Hace poco mataron al hijo de Carmen Medina (en Monoblock), cuestión recurrente. Del hijo de Carmen Medina yo nada sabía. Cuando le pregunto a Erminia sobre el muchacho, responde “No lloré tanto la muerte de ese pibe, es uno de los pocos que me quiso robar. Estaba caminando por la calle, vino y me puso el revólver en la cien y me dijo dame todo. Y yo le dije ¿justo a mí me querés robar que te conozco de bebé? ¿No tenés otro lugar donde ir? Pese a que había robado a la señora que estaba conmigo, se dio a la fuga con lo que le dije”. Erminia conoce muy bien los códigos locales.

 

Esta vez tras el fallecimiento de su marido en marzo de 2008 se sentía bajoneada, por eso la llamé.  Me sorprende invitándome “¿porqué no te venís a comer a casa?, hoy tengo carne, tengo milanesa y voy a hacer puré”. La carne parecía ser una fiesta o una excepción y me convidaba. Y agregó “Estoy con Lalo” (hijo adolescente adoptivo). Solía formar parte de la conversación “estoy con Anita”; era razonable pues influye en la caminata la niñita de 7 años. Pero ¿con Lalo, adolescente de 17 años? ¿Qué podía influir en el nuevo ingreso su presencia? ¿No podemos caminar sin él? (pensé…)

 

Empezamos con devaneos telefónicos para combinar (solía citarla en la capilla), pues poner un punto en el borde de afuera no es fácil. Empieza ¿La Marconi o La Perdriel? (Avenidas) y se confunde entre ambas (les pasa a muchos, son avenidas pero no se apropian de los nombres, cual sitios innominados o poco apropiados, los bordes no son amistosos). Se hizo presente la extrañeza cuando le digo de encontrarnos en La Perdriel, el colectivo ahora viene por allí. Y empieza a describir mobiliarios urbano para ubicarnos, yo no siempre los recordaba “¿En la caseta primera o en la de enfrente la chica? ¿en la esquina de la feria?”, todas señales de apropiación distintas a “tal avenida en cierta esquina o número” (señas más globalizadas). Pero esta vez yo quería encontrarme afuera. Hace tiempo, encontrarme en Marconi era más fácil: la esquina de la escuela o directamente en la capilla (adentro) o el hospital (más lejos). Pero debido a la obra sobre Marconi, el colectivo ahora va por Perdriel, entonces ya no entro por allí. Tengo la experiencia que entrando por Perdriel ya me pidieron “peaje” [plata para pasar] y quería evitarlo. La av. Perdriel es más anónima, tiene basura, está sobre el Conjunto. Conozco los comercios de enfrente, pero ella conoce más los objetos del borde del conjunto que para mí eran anónimos y poco recordados. Combinamos en la verdulería de enfrente, la conocíamos ambos. Eran las 11 y digo, “voy a las 12, tardo una hora”. Responde “no sé qué hora es, termino de pelar las papas y salgo”. Llegué 12:10 pasadas y Erminia en cambio terminó sus papas y llegó antes al lugar, tan inhóspito que estuvo un tiempo y se fue. Y nos desencontramos. Se comprueba en la deriva que para mucha gente que vive en la villa las categorías tiempo y espacio son diferentes a las utilizadas por los que no vivimos allí.

 

Por suerte Tina, una vecina se acercó; ofrece acercarme a lo de Erminia; y apunta “no te metas solo, el barrio está difícil últimamente”. Llegamos “Erminia, te lo dejo, cuidámelo bien”. Erminia estaba en su núcleo de escalera del 1er piso oteando la calle hacia lo lejos y sonrió bastante al verme. Parecía una sombra, demasiado delgada, demacrada con respecto a las 2 semanas anteriores. “Estoy haciendo la comida, Lalo dijo que cuando esté lo vaya a buscar”. Lo buscaba con la vista. La animé “si querés vamos juntos”. Sacó las papas hirviendo, el aceite del fuego y salimos. Antes le dijo a la vecina de al lado “enseguida vuelvo, voy a buscar a mi hijo, si lo ves avisale y si viene alguien decile que ya vuelvo”. Marca relación entremezclada con su entorno social. No sólo cercanía sino pertenencia a red de asistencia mutua para facilitar la convivencia, “mirame las relaciones, participa en ellas, conocelas, y dame una mano”. Cuando bajábamos dijo orgullosa, “tengo milanesas porque Lalo dejó de trabajar y le pagaron”. [R] ¿no tiene trabajo ahora? “No, ahora tiene que buscar. Las milanesas de pollo las cobró con el trabajo que tenía”. Ella me invitaba con esas milanesas. No he visto que Erminia tenga milanesas, la última vez compré una prepizza y queso y fuimos a su casa. Ahora le llevé un kg. de buenas manzanas como intercambio. Muestra lo urgente ligado a lo superficial dado que si cobró ahora ¿con qué compraría después? Ella dice que es bueno que tenga plata hoy.

 

Buscamos su hijo adoptivo Lalo en las casitas nuevas y nada. Preguntaba a vecinos “¿No viste a mi hijo, pantalón azul de gimnasia, venía con un chico más bajito muy simpático?” Luego otra señora en bici con su hijito en la sillita trasera “señora, a quién busca?” De nuevo la descripción, todos usan eso y van de a pares. “Bueno, si lo ves avisale que está la comida”. Me sonaba extraño decir a desconocidos lo que se supone que se dice a conocidos. Lo que era extraño para mí, decir a vecinos que no conozco, parecía ser común. Nadie respondía con extrañeza. Me resultó poco convencional que él no dijera tampoco dónde iba a estar, sin embargo salió a buscarlo. “yo entro, y si quiere comer que venga, ya lo busqué” (ofuscada). Cuando hizo las milanesas le dio una a la vecina de al lado que “le cuidó”, el intercambio por mirar y participar de la red. Luego consultó “me prendés el fuego, no tengo fósforos. Lalo me regaló este encendedor” (de llama, difícil para un anciano), luego, “también tengo este que me regaló la vecina de al lado, que no lo usaba”. Pertenencia e intercambio cual regulación que otorga seguridad parcial.

 

Estábamos comiendo y llega Lalo, apurado y serio. Muchacho de 17 años sin demasiadas señas que lo distinguieran. Delgado, buenas facciones, tez aceitunada y cara ovalada, dientes ligeramente salientes, pelo oscuro teñido con mechas rubias, como melenita. Ropa deportiva cara, con gorrita blanca tirada hacia atrás. Pantalón azul, y arriba dos abrigos un sobre el otro. Ambas de excelente apariencia: buzo blanco con inscripciones grises y campera azul: y el gorrito de atrás del buzo blanco (canguro) puesto arriba de la gorra blanca con visera. Parecía jugador de básquet de película norteamericana de los barrios bajos negros y latinos. Llama la atención la presencia de ropa que a mí mismo me costaría tener (común en esos lugares). Noté su mirada un poco fija (¿desinteresada, desapasionada, errática?) Erminia le habla y responde con frases evasivas. Me saludó con una sonrisa simple acercándose con un beso y dando la mano cruzada, como hacen muchos. Se mueve dentro del departamento con gran rapidez, decisión y agilidad, cual bola de billar. Ella sale al cruce, a la búsqueda, como pretendiendo tenerlo cortito. Pero él evade y responde cualquier cosa: [E] “te fui a buscar allá en las casitas y no estabas”. [L] “No estaba, hice otra cosa” (¿qué es otra cosa? pensé). Se sienta con nosotros y come. Deglute milanesas con muchísima mayonesa (casi medio frasco en la comida; mezcla mayonesa con puré en partes iguales e introduce bocados del tamaño de un helado, con increíble voracidad: la cantidad de aderezo y la velocidad eran llamativas).

 

Mientras comíamos Erminia mostró orgullosa su credencial plastificada de discapacidad, un poquitito manchada, permite tener, acompañada, viajes gratuitos en transporte público. Allí me entero de sus enfermedades: Osteocondritis y Ateroesclerosis. Dice que tiene eso y no toma nada, sonríe al afirmarlo. Pareciera no interesarse en su enfermedad, devanea entre tenerla y no querer tenerla. La credencial por la que sonríe es un bien que permite acceder a servicios sociales, haciendo hinchar su cara de orgullo. Pero marca una condición de necesidad (credencial de necesitada) y ello no lo evidencia. Luego mostró otras tarjetas de cobro alimentario, $400 por provincia (amarilla) y $100 por Morón (azul, con escudito). Se confunde en los pesos, entre 40 y 400; 10 y 100, sin estar muy convencida de cuánto era cada una. El total es $500, según INDEC (Índice Nacional de Estadísticas y Censos) la canasta mínima para una familia en situación de indigencia (orgullo de credencial para intentar superar la indigencia). Luego dice que deben tres meses de teléfono; “el monto no lo sé, sí sé que son tres meses”. Y “aparte cobro una botella de aceite que me dan como manzanera. Siempre sobra, me quedo con una, el aceite lo tengo gratis”. Agrega “tengo que ir a Morón a buscar alimentos, me los dan hasta el 24, me parece que ya me pasé” (no sabía el número de día, era 20, no se había pasado). “La Moni me está tramitando la jubilación”, era en verdad la pensión del marido.

 

En medio de la comida Lalo apuntó que ayer fue a Morón y pagó el teléfono “¿pagaste los tres meses?”. “Si, no quedó nada de deuda”. Parecía envalentonado, como jefe varón. Luego de comer rápidamente se va. [E] ¿A dónde te vas? [L] A Caseros [lejos, 30 minutos]. [E] ¿A qué vas? [L] A hacer una cosa… (con acento “no me hinchés”). [E] Mirá que viene la prima Moni. Llamó y dijo que venía [en su tono había un “te buscan”]. Le dijo a Erminia que cuando lo buscara “decí el rubio y me van a conocer”. Marca seudónimo distinto al nombre hogareño (raro que Erminia no lo supiera). Ella me dice aparte “A veces ni como, hoy porque viniste vos, por eso como”. En parte su delgadez podría deberse a eso, pero la veo tan demacrada. Y también contenta con verme. Ajustamos el televisor dado que estaba casi sin colores, gastado y mal combinado. Vuelve Lalo, casi sin saludar y se va al dormitorio y cierra la puerta. Si hubiera ido a Caseros no podría haber vuelto tan rápido.

 

Al ratito llega La Moni, sobrina de Erminia, prima de Lalo. Pone su cara sonriente en la mesa. Mujer de fuerte carácter, “vengo para poner orden en la familia y cantar la verdad”, asegura. Obesa, grandota, cara redonda, pelo oscuro, tipo matrona. En medio de la conversación general me susurra “Lalo anda en malos pasos”, como si Erminia no supiera o no quisiera saber y ella quiere tratar el tema en la mesa de manera abierta. Si bien nunca la había visto, Erminia le había hablado de mí y se sentía en confianza. Trata dos temas: Lalo con sus malos pasos y el departamento como bien propietario -tras la muerte de Oscar, marido de Erminia, ya varios están mirándose como herederos. Dentro de la unidad física convive de manera estable su nieta La Chiqui de casi 40 años, madre de Anita. Supuse que aportaba al hogar e integraba la unidad doméstica; luego comprobé que eso era erróneo. Lo cual significaba la crisis del sentido de unidad doméstica pues La Chiqui aportó dinero siempre de mala manera. Concluyo que ello marca además de la crisis de la unidad (es posible que simplemente implicara sostener al familiar dentro del techo), marca un destemplado del buen clima familiar que he visto antes, un desgranamiento familiar (tal vez prematuro) y que sea también, lo que probablemente produzca el adelgazamiento de Erminia.

 

Enseguida La Moni se mete en el dormitorio de Lalo, se escucha que hablan. Erminia dice: “A ella le tiene miedo, le hace caso”, significa que a Erminia no le hace caso. Luego Lalo vuelve a salir y a los minutos vuelve a entrar; esta vez se mete rápido en la pieza y pone música a altísimo volumen. La Moni dice, “yo sé que ahora se está drogando, cuando pone la música fuerte es que se está drogando”. La cumbia estaba a nivel elevadísimo. Cuando sale tiene vista un tanto perdida, sumaban sus pasos rápidos y ágiles con ropa deportiva. Parecía un tigre dentro de su jaula, yendo, viniendo, saliendo y volviendo a entrar.

 

Le pregunto a Erminia si sabe con quiénes se juntan. Dice, “los veo por allá pero no sé quiénes son, ni siquiera el nombre”. [R] ¿Sale de noche? Acá las banditas peligrosas [muchachones] salen de noche. [E] “Si, a veces viene tarde. Viene como a la una de la mañana ¿ves ese banquito al lado de la puerta? Lo tengo para salir a la escalera y me quedo allí tapada con una frazada esperando que venga”. [Moni] ¿Pero estás loca? Te puede pasar algo. [R] (enojo) Supiste del hijo de Olga, a del comedor de Cáritas, que murió por estar en la puerta de noche por una bala perdida, ¿lo conocés? [E] Si, al pibe lo acompañé al hospital cuando murió, yo estuve allí.” Esta mujer tiene conciencia clara de qué es estar ahí a esa hora. Parece no querer expresar lo que en el fondo de su conciencia sabe. Moni agrega “ya sabés, el Lalo tiene una entrada en la policía, [arrestado], la otra noche lo tuvimos que ir a buscar, a poco de haber muerto el padre”, Erminia esconde la cara en sus dos palmas, como no queriendo ver: “Lo sabés, tía, lo sabés”. Y ataca “¿de dónde te creés que sale toda esa comida? ¿De lo que le dieron por echarlo? ¡Sale de ahí!”

 

Regresa Lalo, sale el tema de la compra de comida. Erminia le ofrece a Lalo una de las manzanas que yo había llevado [¿justificando mi presencia?] Lalo toma una y dice a Moni disculpándose y pidiendo que no lo persigan: “Yo compré comida ¿viste que compré? Y ella comió, y ella no compra nada”. La compra por el compromiso de la devolución ante la circulación de bienes, viene desde la época que el padre fallecido Oscar recibía la jubilación ($900, la están necesitando). Pero hoy no aparece la responsabilidad asumida, el lugar del varón, sino como una devolución ante otros, para “componer un cuadro de armonía hogareña” y también posiblemente de libertad fingida “yo ya traje, yo ya cumplí”. Responsabilidad falsa cuando él se iguala cual joven de 17 años que expresa haber trabajado frente a una anciana sin posibilidad de reproducir nuevos ingresos. Le echa en cara a su madre adoptiva, increpándole falta a alguien con credencial de indigencia. Expresa una falsa regulación que en verdad muestra un hogar desorganizado y falto de sentido común, donde ingresan las perversiones instauradas en el sector urbano.

 

Erminia confiesa que a veces cuando hace frío Lalo se muestra como adolescente muy joven, va a dormir con ella a su cama. Pasa de su dormitorio al de ella. [E] “Ayer vino, viene salteado. Una noche si y una no, según haga frío. Se acurruca bien pegadito”. Se recalca la dificultad para proyectar expectativas de vida de un adolescente que actualmente no estudia, no ha cumplido su entrada a la adultez. Y antes de empezar a trabajar o estudiar ya están ingresando en la droga y en el robo. Moni dice “Está en el programa ese, el PPC, que dan en el chalé” (Programa de prevención comunitaria, llamado allí Programa de Pibes Chorros). “Ese para mí les hablan, les hablan… pero no pasa nada. Y les dan $150 por participar. Para mí agarran la plata, miran para otro lado y compran para drogarse”. Moni expresa la falta de sentido de ciertas normas que vienen desde afuera pero que en el contexto local son insuficientes para instalar dichas expectativas, pues se adecuan tergiversándose.

 

Moni le habla a Erminia de control, sabiendo que no podrá hacerlo. Ella controla a sus hijos: “el boleto dice a qué hora subieron y yo sé a qué hora llegaron. Con el boleto los puedo controlar. Me los tienen que dar, es parte del trato y la confianza”. Los boletos de colectivo en Buenos Aires tienen marcado horario de ingreso y nº de colectivo, dentro de otros datos. Pero con Lalo es distinto, se maneja en el barrio, los controles de Erminia tienden a ser efectivos ¿Cómo volcar a un adolescente hacia actividades positivas si no hay expectativas para vivir en la norma? Y vuelca a algunos padres a implantar controles obsesivos, normas informales, en su intento de no perderlos.

 

Apareció solapadamente, en el medio de todo, la discusión del bien inmueble. [Moni] “¿Cómo? ¿La Chiqui te levantó la mano a vos, tía?” [E] “No porque yo la paré y le di un cachetada antes, me puse firme” (lo dijo muy suave, quizá ganó de mano verbalmente). O sea que la violencia también empieza a aparecer, quizá en el borde de lo cotidiano. En cambio Erminia le pidió: “Yo le pedí para pagar algunos gastos y ella lo tomó a mal”. Quiso implicarla dentro de la unidad doméstica de manera sana. Moni: “Yo le hablé y le dije [con tono] te estás equivocando, porque cuando el tío tenía, vos comías de lo que tenía el tío. Y ella respondió que le daba plata al tío ¡Pero lo que le daba eran $100!”

Moni marca la falta de asunción de responsabilidad previa en la nieta “La Chiqui”, pues aún con trabajo estable le daba sólo $100 (aprox. U$A 30) para gastos de ella y su hijita Anita (no alcanza para equilibrar su gasto cotidiano) mientras vivía dentro de ese hogar sin otro aporte (ni para el hogar en general ni para ellas). Ella tampoco compraba aparte, daba a su abuelo para comestibles para las dos (nieta y biznieta. Esto de alguna manera comprueba que con $100 su modo de integración a la unidad doméstica está fundada más en recibir que dar; recibe mucho pero daba poco. Ahora que el abuelo falleció y pierden $900 quiere estar en la misma situación y ello trae conflictos para organizar.

Otro día se retomó el tema de la herencia, parece que le sacaron plata cuando falleció su esposo. [E] “La Moni me dijo, Tía te sacaron algo de arriba del ropero, te sacaron plata; y yo le dije dame esa plata, era para comida de él y para el hospital [del fallecido]. Nunca me la dio, al poco tiempo compró pantalón y zapatillas para Anita y ella ahora también tiene ropa nueva. La plata no me la dio tampoco”. O sea que su nieta Chiqui, además de no aportar, probablemente le haya robado. Le pregunto cuánta plata sería, me dice “no sé, creo que eran de los violetas” [refiere los de $100 de mayor nominación].

 

Consulto porqué La Chiqui asegura que le corresponde heredar parte de esa propiedad. Relatan que el bien estaba a nombre de Oscar (fallecido) y Lalo, hijo adoptivo. De manera que Lalo vuelve a heredar cuando ya poseía el 50% (suma 75%). La Chiqui heredaría una porción muchísimo menor, derivada de la parte de la herencia de Erminia (heredera en 25%). Y dicha parte debiera ser heredada primero por su único hijo restante, Gustavo. Y luego los 5 hijos de éste le corresponderán 5% para cada hermano; La Chiqui es uno de esos hijos. Es desagradable que Erminia ya mayor, parece que su nieta no la contara como heredera. Y si Lalo se droga y va a la cárcel ¿cómo se ejerce ese derecho? Moni dice “el día que la tía falte, yo voy a hacer ejercer ese derecho [aplica esa palabra]. Y el día que Lalo vaya a la cárcel, si va, si vos no estás, yo voy a buscarlo. Ya le dije, vos me llamás a mí. Yo te voy a buscar. No por vos, sino por la memoria de mi tía. Quedate tranquila, que yo por vos lo voy a ir a buscar”. Como presunción, La Chiqui expresaría algo común de muchos villeros, el sentido de propiedad de hecho (no de derecho), la falta de aplicación de normas escritas, sino consensos poco claros. Por suerte Erminia y Moni conocen el derecho (aunque es sabido que muchas unidades del Conjunto no transcurrieron bajo ese criterio).

 

Cada dormitorio tiene un nombre en su puerta. El de la izquierda tiene armado con rompecabezas Lalo; al fondo La Chiqui y Anita en letras grandes, y a la derecha Ermi. Los ambientes están cerrados, como propiedad exclusiva no compartida. Totalmente cerrados salvo del de Erminia, que permanece abierto. El de Lalo puede verse cerrado y pocas veces abierto, pero el de Chiqui está siempre cerrado. El departamento muestra, además de cierto deterioro físico, la compartimentación que expresa maneras conflictivas del habitar cotidiano. Marca excesivamente lo particular, donde no hay que meterse y la sala pública puede quedar simplemente al borde del saludo ocasional, de compromiso.

 

En visita posterior donde también comimos, Erminia dice bajo “Están mal con Lalo, él le dijo ‘andate, quiero que te vayas’ [a Chiqui su prima]. Vino el hermano [de Chiqui] Matías quien contraatacó [confusamente] ‘comprate un terreno y andate, pedí un préstamo’ [es imposible]”. El desgranamiento familiar se acentúa a pasos agigantados. “La Moni dice ‘no se puede ir ¿y Anita?’. [Pregunto por el novio de Chiqui]. [E] “El nunca aporta, ella le compra de todo, pantalón y zapatilla, él nunca tiene un peso. A mí no me gusta, cuando viene no lo trato demasiado [no favorece el diálogo] El otro día ella estaba llorando y llorando, así que le di un sopapo” [cachetada, pero luego dice que no le pegó]. Ello implica un cuadro que cada vez se complica más, pues Chiqui elige un hombre, padre de Anita, quien no aporta lo que corresponde. Nuevamente la falta de reglas claras favorece una ecuación difícil.

 

Cuando termina la comida Lalo se va y Erminia lo persigue [E] ¿A dónde vas? [L] No sé [E] decime a dónde vas [dulcemente]. [L] Voy al cyber  [E] ¿Dónde es? Cuál cyber, no vi ninguno [sale con él al núcleo de escalera para ver dónde va], [L] tomate un palo [insulto más fuerte que decir dejame de joder, aunque en tono bajo]. Le pregunto “¿tu hijo Gustavo no puede venir?” Responde “¿para qué si no tiene un peso? No puede pagar nada, hace 10 años que no trabaja” [R] “No para pagar, sino para armonizar en la casa con La Chiqui [hija de Gustavo]”. [E] “No, para nada, él era chofer de colectivo, se pone de muy mal humor y reacciona mal” [los colectiveros en Argentina de hace 10 años eran famosos por su mal trato hacia el público, enfatiza la falta de normas] “Decí que todavía me hace caso”. Pareciera que se engaña con Lalo, pues en verdad ya no le hace caso.

 

Este caso explica entonces con meridiana claridad aquello que Susana decía “a muchas madres los hijos se les van de las manos”. Abre dolorosamente esa expresión general. Posiblemente la identidad juvenil aparece, toma, adopta, capta jóvenes en situación de unidad quebrada, período afectivo inestable. Identidad juvenil cercana de la droga, se mantiene agazapada buscando modos de reproducción. Por eso se escapan, porque la identidad juvenil seduce hacia la droga, el ocio, el robo. Y la falta de expectativas no contiene marcos conducentes. La ausencia de normas multiplica en regulaciones conflictivas, ecuaciones que desgranan el tejido familiar y afectivo, fomentando la desorganización y no son ya fáciles de normalizar. El caso del hijo de Olga permite avizorar a qué puede conducir situaciones desatadas, desmembradas, desreguladas, como las expresadas.

 

4.3 Olga. Me mataron un hijo y yo no me metí

Muchas veces entraba por el costado del barrio por la calle Marconi a través de los pasillos largos. Camino por la cinta de alisado de cemento, los alambrados que bordeaban las casas de chapa y módulos cerámicos junto a pequeños jardines producen, en el contexto deteriorado, una interioridad relativamente amable. Es bastante habitual que la gente salude, aunque hay que tener cuidado. Atravesando las casitas cruzando el descampado “la canchita de La Capilla” está la Iglesia católica Nuestra Señora de la Asunción o La Capilla de La Gardel. Se entra por el SUM, salón amplio con techo de bóveda (parabólico de chapa) y paredes pintadas prolijamente, con gran cantidad de sillas hacia un altar con flores. Hacia el costado está el comedor de Cáritas. Habían varias mujeres cocinando; suelen rotar día por medio. Como otras tantas veces me invitaron a sentar a la mesa, y ofrecieron mate. Me saludaron “Ricardo ¿otra vez por aquí?, qué bueno verlo de nuevo”. No era difícil sacar conversación, de tanto ir me había acostumbrado a ellas y ellas a mí. Varias relatan pareceres del barrio y yo empezaba a anotar, sin que notara que esto molestara. Por el contrario, sentía que si hubiera algún hielo instantáneo, se disipaba con el calor del tema que disparaba en el entusiasmo y buena fe de estas mujeres. Hoy estaban Nilda, Kica, Vanesa, Ana, Luisa y Olga. Muchas intervienen por momentos en los relatos. Algunas tienen forma dulce de hablar, otras son calladas mientras que otras hablan de forma más expansiva. Llevan y traen ollas con comida hacia el comedor. Conocen bastante la vida de cada una, y hay, no sólo un clima bastante animado, sino que se aspira una mirada heterogénea sobre los problemas del barrio, dado que ellas no fueron convocadas por pensar de la misma manera, sino simplemente para armar un grupo de cocina. De todo el grupo de mujeres que alternaban allí, con algunas tenía interlocución más cercana y con otras más distante. Con Veri, una de las jefas, intercambiábamos simpatías. Sentía que era un excelente lugar para debatir temas en la mesa. Me pareció que había buenas posibilidades de obtener verdad en debate abierto entre mujeres que no necesariamente tuvieran coherencia previa, afectaciones políticas, sino una mirada heterogénea e integral. Trataban temas barriales, podía proponer y participar.

6-Monoblocks y calle

En la segunda visita de 2005, Veri introduce a Olga, vive en el 27, 1er piso, la había visto en el encuentro anterior. A ella le habían matado un hijo, se acercó compungida, con cara dura, en parte con ganas de hablar o descargarse. Olga trabaja también con Veri en el ropero y dice que se siente mal, “me tendría que haber ido antes”. Cuando terminan de cocinar me dice. “Fue en 2002. Mataron a mi hijo de 18 años, lo mató su amigo, Marcos, que eran como hermanos, Juan y Marcos eran muy amigos”. Sus palabras brotaban cual borbotones inexplicables; expone un discurso conocido por las demás mujeres. Sobreentienden cosas que no logro entrelazar salvo en contexto general de su discurso y en visitas sucesivas. Olga es una bella mujer de muy buena figura, modales muy suaves pero firmes, cara un tanto rectangular, rasgos bastante endurecidos, parece el tipo indígena sureño. Su pelo negro y lacio, muy brillante, caía acompasado casi hasta la cintura, cual cascada de agua morena.

 

“Ahora está todo en un juicio [llorosa] pero ¡quién me devuelve a mi hijo! –reitera- me tendría que haber ido antes. Fue un balazo que me mató a Gurí [sobrenombre]. ‘Cerrá la puerta, Pá’ [le decía Pá]. Recibió un balazo por una riña en el departamento de enfrente. Marcos tenía una deuda por problemas de dinero y lo vino a buscar un vecino. Marcos y ese vecino discutieron en forma fuerte pero controlada. Luego Marcos trajo un arma y amenazó a su vecino, mientras la hermana le gritaba que bajara el arma. No tenían contacto físico, y Marcos le decía “andate, yo te voy a pagar” y su vecino no se quería retirar, subieron de tono y como amenaza Marcos disparó contra la puerta, que no había nadie. Disparó cerca de su vecino, pero no apuntando al cuerpo. La bala atravesó la puerta y cruzó todo el espacio y mató a Juan de un balazo justo en el corazón [hizo mueca irónica denotando la exactitud del tiro] que estaba en el otro monoblock”. Los Monoblocks están puestos en paralelo; las puertas de cada unidad quedan una enfrente de otra gracias a núcleos circulatorios, pasarelas y pasillos colgantes.

 

“A veces es feo ver que la tele discrimina al barrio. Pero nosotros lo permitimos, porque permitimos la droga, permitimos que los chicos tengan armas, permitimos que entren autos [desarmaderos] mientras sabemos que los policías no dicen nada ¿Cómo es que los policías estaban todos juntos reunidos en la esquina y justo, justo robaron en la otra cuadra? Mi hijo nunca iba a robar y yo te lo puedo decir. Hay madres que hablan que a su hijo lo mataron, pero no te dicen que robaba. Hay muchos que mataron porque robaba y estaba en la droga ¡Pero mi hijo no! Sin embargo a él le gustaba quedarse en la puerta hasta las 11 de la noche. Y yo sabía que en la Planta Baja había gente que se drogaba. Y nadie dice nada. Y yo tampoco dije nada, y ahora mi hijo está muerto ¿A esa señora que le mataron 3? Primero empezaron por la calle y después siguieron en la droga. Ese pibe tenía tres balazos, cuando salió del hospital lo llevaron a la cárcel y murió quemado. La otra señora estaba en la droga y dejó un hijo de14 años.” Habla de una desorganización densa de barrio y hogares que profundiza la inseguridad.

 

“Yo tenía la reja sin llave y la puerta entreabierta y la estufa prendida. Le decía, ‘Pá, tenés que abrirte, no tenés que seguir en la misma situación’. La mayoría de sus amigos se drogaban, pero jugaban a la pelota. Se hizo de amigos grandes, pero no; no me hizo caso. Era un chico muy callado, estaba jodiendo todo el día [bromista], me ayudaba en todo, hacía la mesa, le encantaba lo frito. Jugaban a la mancha, jugaban a las bolitas porque eran vecinos. Cuando hay un problema así, si te metés es agrandar el problema. Si no tenés nada que hacer, no podés participar. Era un chico rebueno [desconsolada]; cuando estaba feo [el clima] los llevaban a la escuela y él me decía ‘no te levantés’. No tenía maldad contra nadie, era un chico muy sociable. Yo no me metí y ahora mi chico está muerto”.

 

“Cómo le puede desear el mal al que mató a sus hijo si no estaba en sus cabales?” Olga me mostró las fotos de su hijo Juan. Muchacho delgado, tez mate relativamente clara, pelo oscuro. Cara sonriente; sus ojos negros desnudaban una mirada clara, sincera, sin vueltas. Olga mostraba y decía: “Ricardo, me hace bien hablar esto con Ud. Me hace bien, agitando su mano como si abanicara su cara. Con mis hijos no lo puedo hablar, con mi marido tampoco porque no nos llevamos [bien], nos estamos separando. Con las chicas ya lo hablé. Hablarlo con Ud me hace bien”. Mantuvimos varios encuentros hablando del tema, una especie de sobremesa, un mate después de comer el guiso, cuando todas las chicas ya se habían retirado. Quedaba lavando algunos pocos platos, secando la mesa, participaba un poco más de su pesar que desnudaba una mamá mutilada, cara endurecida por dolor y llanto controlado.

 

También relató el cuadro familiar que se despliega ante la tragedia. El impacto del dolor de la muerte de su hijo en la casa, se asemeja a cuando un boxeador es noqueado, arrojado al piso, y queda con algún miembro moviendo nerviosamente, como reflejo, no de lucha, sino de inconsciencia y nerviosismo impregnado en las células anormales, sin movimientos coherentes. Eso parece el deterioro familiar, droga y violencia que se mete desde el contexto, pues no se lleva sólo al chico aisladamente, sino la deja inmersa en un barro negro cloacal, un conjunto familiar nervioso, con graves dificultades de recuperación. Recuperación que en el aspecto marital pareció imposible.

 

“El papá era un tipo trabajador. La droga te atrapa. Te agarra flaqueando y no te deja. A veces no me puedo poner en el lugar de los hombres; no lo sufren lo mismo que nosotras, pero [él] no lo pudo superar. Nosotros nos estamos separando, a veces se dedican a la droga. Por más que hagás no se arregla con fumar y tomar vino. A veces quisiera arreglar mi vida, hacerla de nuevo y no podés pensar en vos. Y te critican. Y vos pensás que él no sabe qué hacer. Por eso laburo afuera ¿porqué ellos pueden salir y yo tengo que decir dónde voy? Me critican… El es portero, yo me siento libre. De mi casa nunca hubo ayuda, siempre estuve al mando. Los hombres si no tienen un peso en el bolsillo parece que no son nadie ¡Y hay que manejar a los drogadictos! Se drogan, andan drogados todo el día, tienen mucho ánimo; cuando se les pasa es agresivo y pega. Mirá que Esther (hija de 17 años) es grandota. Si él le mete un sopapo ella contesta, pero de palabra y llora. Contestaba mucho y le decía de todo al padre. Yo le dije que me iba a ir de casa y Esther dijo que se iba a quedar con él. Yo le enseño que no tiene que ser rencorosa, que viva ahora. A veces es feo que se acostumbre a los golpes, que nunca lo permitan. Yo me quiero separar, ya me cansé, quiero mandar en mi casa. Nunca tuve autoridad por temor a que él abra la boca. El era el malo y yo nunca tuve autoridad. Nunca tuvimos lugares compartidos. No comía con nosotros. Ahora sí porque yo se lo pido y come en la mesa. Como estábamos peleados los chicos estaban obligados a llevarle la comida a la pieza. Nunca dejé de servirle siempre, pero era incómodo para los chicos. Después se les hacía costumbre y por ahí los chicos iban a comer con él a la pieza. Ahora no, sirvo en la mesa y si viene, bien; si no, no. Los chicos le bromean y le contestan. Lo echaron de la fábrica de aluminio y lo echaron en Muresco [empresa], se reprimía e iba a la cama. Y en vez de quedarse y guardar la plata. Así crían a sus hijos, sin decirle que hay responsabilidades y vieron a sus padres dormir deprimidos porque lo echaron y ahora toma lo mismo”. Se esforzó por regular en base al sentido común.

 

Como agente de provincia, varias veces salí de recorrido a los Monoblock y era un problema comer, pues en Cáritas sirven temprano, 11:30 a 12:00, hasta las 12:30 puede haber comida. Por razones de viaje era difícil llegar a Morón antes de las 11:00 (además es un lugar donde se concentra el viento y el frío), salir temprano a los Monoblock no era simple. Era común que saliera y volviera justo para las 12:00 a 12:30 y comiera algo de lo que quedara con las chicas. Una vez salí tarde y Olga preguntó al pasar ¿”Ricardo, vuelve a comer?” respondí afirmativamente. Esa vez volví más tarde, cerca de las 13 y ella me sorprendió esperándome con la comida guardada en un recipiente cuando todas las chicas se habían ido. Volvimos a encontrarnos, a conversar solos, sobre la muerte del hijo, expresó que era un aporte que quería dar “para que le sirva a su trabajo”. Pero más allá de su interés en comunicar su realidad, el hecho de guardar comida y esperar es porque le servía a ella, parece tener alguna semejanza al conflictivo espacio marital, donde ella le dejaba comida. El rol en este caso del confidente hombre, ser el que anota facilitó esa ampliación discusiva, vino desde otro lugar pero profundizó mis posibilidades de conocimiento.

 

Otras mujeres acercaron discurso. Dice Betty “en todos lados venden droga. Sin más, usted sale acá ahí hay una señora sentada que vende al que pasa. Yo veía a esa chica ahí y no caía, después me voy para la feria y digo ¿ésta qué hace todos los días, está ahí sentada entre el casillero? Y después vi que le vendía a un pibe y ahí vi que le alcanzaban la plata y ella le dio. Digo ¡ah! esto es lo que hace. Cada vez que pasaba estaba sentada ¿será que no tiene nada que hacer? decía yo. Tonta porque no caía… Había otra que le decían La abuelita, en la tele, porque era viejita. Y era la que le proveía de droga a todos en el barrio. Esa es la abuelita del pibe Marcos. De la casa de ella fue el tiro. El pibe de Olga, ellos vivían arriba, en el segundo y la casa de esta mujer era abajo. El disparo vino de abajo para arriba. Hay un montón de chicos muertos, hay un montón. Este barrio es tremendo.

 

Resulta llamativo pues las palabras “no te metas” de Olga tenían parecido formal al discurso de Argentina de la época del proceso, del cual el barrio parece no terminar de despegar. Ser argentino en los ’70 era “no te metás”, “ser humano”, eslogan televisivo conocido. Pensaba, cual prejuicio, que este “no te metás” podía corresponder a una cristalización sostenida durante cuarenta años. El Padre Rodrigo, explicó que es regulación cotidiana diferente de aquella: “Porque el no te metas Argentino [los ‘70] era mas bien algo indiferente. Este no te metas [de Gardel] es porque en realidad te puede pasar algo peor. Si murió tu hijo en un tiroteo, pero no porque se estaba tiroteando sino por una bala perdida, bueno, no te metas, porque tenés más hijos… Además no sabés por dónde la cosa puede saltar, las anécdotas, gente que entró a alguien, en la época de los secuestros, secuestros de autos, robo de autos, entraba un tipo con su familia acá para robarle y lo tenían debajo de un monoblock, llamaba el vecino  para decir a la policía porque además los vecinos se conmovían frente a esto porque no es que ¡bueno; no nos da lo mismo! Pero después tenías a la policía que le pasaba el número de teléfono del tipo que llamó [buchoneo al matón local]. Entonces todos esos circuitos, decís ¿se paraliza porque el vecino se animó a llamar a la policía? Resulta que la misma policía después le pasaba el teléfono…” La expresión del no te metás en el proceso Militar era mantenerse naive “ser argentino era ser derecho y humano”; mientras el no te metás en Gardel era respetar la norma, consciente de qué pasa y aún no actuar.

 

Al brindar un aporte habitacional se prefigura un ideal de habitar. Si no se tiene en cuenta historias tan duras, gente primero marcada, luego atravesada o mutilada, se puede correr el riesgo de auto congratularse al realizar un edificio que pueden conllevar en el tiempo –ojalá no lo sea en este caso del nuevo emprendimiento- instalar nuevo marco físico para un viejo dilema social. Olga nos muestra que el silencio juega a favor del descontrol, la droga, la inseguridad. El silencio fragmenta; callarse implica recortar la seguridad a un círculo mínimo que desgraciadamente puede ser vulnerado con extrema facilidad. Inseguridad que ya no sólo se instala entre quienes juegan cartas violentas, es la misma inseguridad que se desparrama por doquier. Salí de la capilla y caminamos por los monoblocks. De una casa salían desechos del baño hacia la tapa de inspección de la calle por medio de un agujero realizado en la pared. Cabe preguntarse si resolver problemas físicos implica ser certero en el dilema social.

 

Final

Se ha expuesto en forma sucinta la metodología cualitativa en su orientación etnográfica (variante del método hipotético deductivo). Se desarrollaron partes de trabajo de campo que originalmente tiene otra orientación a fin de brindar párrafos de descripción densa orientados hacia la temática seguridad residencial. Se comprueba claramente que la socialidad habla si se interroga adecuadamente a sus habitantes. Aquí la deriva, a veces errática, adecuada a las prácticas sociales, interactuando de manera dialéctica, permite trabajar con la perspectiva del actor, buscando una interpretación desde el mismo seno de los intercambios locales. Si bien es muy respetable que haya orientaciones cualitativas que partan de un formulario para investigar temas absolutamente necesarios, la orientación etnográfica parte de pocas premisas previas: objetivos, ideas en borrador, suposiciones que pueden ser prejuicios necesarios para ir descubriendo el sentido que otorga el otro. Hasta incluso las que plantean de modo general, pueden ser especificadas en el desarrollo de los casos.

 

Cobra mucha fuerza la palabra de Erminia, dado que se ha tiene la oportunidad de participar durante el mismo momento (actual) donde, desgraciadamente, se debaten en la anomia. Anomia como falta de aplicación de normas, en verdad regulaciones de convivencia básicas que son reemplazadas por otras bastante complejas que conllevan a la discusión y al conflicto que se eleva en espiral. Anomia en el sentido de desgranamiento, desintegración, desorganización social que no motiva, especialmente a la juventud, a buscar referencias e instancias de vida superadoras de la precariedad. Es la diferencia con Susana, informante que aporta cuestiones que permiten abrir los sentidos, aunque ella habla como vecina que ha visto, desde una experiencia de control de su hogar y su iglesia.

 

Se observa en esta juventud una toma del espacio público como lugar de deriva sin rumbo, coincidiendo con Margulis “en la despolitización y carencias de proyectos”[23]. Vuelco hacia el narcisismo donde hay valores capitales (ropa, música, drogas) y sobre todo, pertenencia a banditas que contienen prácticas perversas instaladas históricamente en el barro local. El efecto de una crisis increíblemente prolongada, donde no sólo cualquier joven en Argentina es atravesada por la falta de trabajo y falta de ideales, sino muchos jóvenes de La Gardel como Lalo, además, llevan una mochila pesada, con raíces en épocas perversas de represión militar generalizada, guerrillas y bandoleros locales que “proveían“seguridad. Es también, parte del problema de Olga. Quien ha cuidado a varios hijos y aunque contaban con esperanzas y cualidades personales positivas, el contexto anastamoseado los implicó de manera tremenda. Actualmente Olga vive fuera del barrio; vuelve de visita pero con un hijo perdido y un matrimonio deshecho. Relata lo que sucedió hace dos años y me ha integrado a su experiencia de manera vívida, pero el relato me llega como una instancia del pasado, y si bien se observan aquí potentes frases, desgarradoras, incluso que permiten reflexionar sobre el pasado nacional, no se encuentran tantos matices, el discurso es más homogéneo, general, forma parte de un pasado que ella desea superar.

 

¿Qué pasa con las conformaciones urbanas? La instalación de los ’70 (Conjunto Habitacional y NHT), aplicó un discurso radicatorio, positivista (perverso), la gente tenía escasa o nula cabida. El proyecto arquitectónico (moderno, funcional) suponía formas circulatorias innovadoras, asoleamientos, y otras cualidades externas al modo cultural. La gente llegó al lugar de diversas maneras, por ejemplo: depositada violentamente por la erradicación militar; algunos pocos eligieron la erradicación (provenientes de inundaciones que se inscribieron en el programa); otros se instalaron tomando predios y NHT vacíos pacíficamente; muchos se apropiaron con violencia rompiendo puertas de departamentos de Monoblocks que podían ser entregados a gente de su misma condición, etc. Es la versión más perversa de la separación sujeto-objeto, donde el otro o es meramente tratado como un ser del cual debían hacerse cargo tras erradicarlo cual villano a desinfectar. Sucedió en paralelo que ese ser se hizo cargo como pudo muchas veces equivocadamente -apropiándose- de un espacio cuyo significado “erradicado” puede sostenerse que aún hoy no parece ser superado.

7-EL subprograma desde los Monoblocks

El nuevo emprendimiento de 432 viviendas iniciales contiene grandes facetas del positivismo, en una versión moderna donde se intenta minorar la distancia entre sujetos, emplazar la dialéctica cuando las decisiones importantes ya se han tomado. Aquí hay actores diferentes del caso anterior, dado que no existe la represión del Estado, sino que hay una decisión de altas esferas nacionales al “bajar un programa” y obtener rédito (plusvalía política) aún sin conocer el caso en profundidad. No se brindó la oportunidad de realizar un diagnóstico general de la situación considerando el problema en su totalidad, sino adjudicando dinero de manera casi compulsiva. La situación del estrato provincial en un principio (gestión arq. Garay durante gobierno ing. Solá) se caracterizó por la permeabilidad ante esa bajada, lo cual lo ubicó en situación de escasa injerencia específica y por tanto debilidad propia para decidir. El modelo instalado es el avance de la economía de mercado (empresa constructora como generadora de empleo) con fuertes efectos en el impacto global, a través de la política habitacional propaganda del Estado, manejo electoral, llegará, por efecto derrame un nuevo estilo de vida por añadidura.

 

La situación de Morón fue también, diversa con las anteriores. La gestión de Sabatella se encontró con una decisión del estrato superior (Dr. Kirchner) frente a la cual mostró gran vocación (diría excesiva) para ejecutar vivienda y solucionar uno de los aspectos críticos, sin hacer mención oficial, directa o indirecta –sobre todo al inicio- que el problema era mucho mayor que el que se estaba encarando. De todos modos, su ubicación es excesivamente compleja: depende de Nación más que de provincia, sabiendo que los cambios de las gestiones casi nunca favorecen los procesos y ello genera desconfianza y -porqué no- obsesividad. La progresista gestión municipal se implicó, captó, promovió dicho presupuesto y programa, lo cual produjo compromiso frente al actor villero, en la trastienda del Posadas; tremendo por su pasado y presente. Esta enérgica acción promovió, como contrapartida, la división local debido a que ante la inexistencia de un diagnóstico desde el estrato superior, se acepta la sectorización, evitando analizarse el total como conjunto. Un sector pequeño tenía una obra para resolver temas y el otro mayor no.

 

Cabe mencionar que se realizó un informe sobre Monoblocks de manera mixta (provincia- municipio) con participación decisiva del presente autor de este texto (uno de los dos trabajadores de campo y redactores del mismo), dicho informe fue directamente cajoneado, ocultado, invisibilizado durante dos o tres años por esas entidades (municipio y provincia). Durante 2008 se están gestionando algunas mejoras físicas aparentemente muy reducidas, con lo cual aquí posiblemente haya una situación más distanciada que en el caso de las nuevas casitas –desde el punto de vista que las mejoras se basan en aspectos de infraestucturas, fundamentalmente sanitarias. A juicio de este autor, de existir las mejoras sanitarias, resultaría una obra necesaria, importante, que tomaría un compromiso normativo más superficial que las nuevas viviendas del Subprograma.

 

Al momento de lanzar su obra de gobierno de Morón el intendente expresó que busca “construir ciudadanía… crecer con inclusión y equidad”. Resalta “No existe ciudad sin ciudadanos, y no existe ciudadanía plena si no tenemos todos y todas las mismas oportunidades de crecer y  desarrollarnos.” Ello era bastante coherente, incluyendo párrafos para Gardel: “Esta intervención permitirá erradicar [textual] las casillas precarias en las que habitan más de 2.000 personas, generando una clara acción inclusiva al brindar oportunidades de vivir con mayor dignidad” (Sabatella: 2005). En la actualidad existe un video (URBAL 2008) que promociona la urbanización realizada cual obra de gobierno con funcionarios que aseguran que se está generando ciudadanía y que el proceso de participación fue declarado de interés municipal. Lo cual marca, indudablemente, un discurso interesado en el tema.

 

Sin embargo, cuando se analiza con profundidad el nuevo emprendimiento del subprograma, el concepto de ciudadanía resulta superficial. Pues los vecinos se enteraron del proceso prácticamente cuando la empresa constructora estaba llegando al terreno (circulaba por las oficinas el discurso “no levantar demandas ni generar expectativas”). La etapa previa (ajuste de censo anterior) se realizó sin mostrar planos de viviendas ni urbanización, sino en un marco de charlas amplias. Las mismas en verdad eran necesarias, pero fueron un camino lento comenzado bastante tarde (los planos estaban en la mesa, pero las reuniones se lideraban desde trabajadoras sociales, ellas no los abrían y tampoco podían explicarlos). Era bajada racional de especificidades dentro de capacidades que el municipio disponía. El proceso de participación fue más acelerado cuando la empresa llegó –aún existiendo fuertes contradicciones mucho más allá del robo del alambrado (hubieron otras). Se basó primero en definir dónde se iba a ubicar cada vecino, formas de pago, etc. con colaboración de ONG Madre Tierra, altamente calificada para estos procesos. En época muy avanzada del proceso sí se fomenta la apropiación social del conjunto. Desplegaban planos de vivienda, proponiendo a los vecinos que ubiquen en borrador los muebles, que discutan entre sí aspectos de su futura morada (al principio era muy relativa, la gente desconfiaba de todos, incluso del mismo municipio). Este mismo investigador, otrora participante desde provincia, ofreció gratuitamente (por pedido de los vecinos que claramente he apoyado) trabajar con familias en la instancia de mudanza, teniendo en cuenta su experiencia de arquitecto y antropólogo, además de conocedor del lugar y nunca dieron espacio para esa actividad. Dicho pedido se aceptaba formalmente, pero nunca se promovió. Todo redunda en un abroquelamiento del proceso de participación, una participación calculada, dirigida, desconfiando de los “independientes”, aún cuando produjeron informes de gran valía que se utilizan en la gestión y haciendo fuerte trabajo de campo. Lo cual no disminuye la legítima alegría de los vecinos que muestra el video mencionado, ni las imágenes positivas de las nuevas calles prolijas, con sus recientes veredas, casas pintadas, algunas con jardincitos, otras con pequeños comercios o emprendimientos productivos. La legítima alegría y el trabajo otorgado a vecinos (optimizando su relación con la sociedad) se contrasta, por ejemplo con el mantenimiento de los muros divisorios del antiguo hospital (Las Nuevas casitas se construyen al interior de lo que antes eran predios del hospital). Norma, vecina clave “esos muros es como si los hubieran construido de vuelta, parecen más fuertes que antes”.

Fotos de muros

Por tanto, es necesario enfatizar que hay muchísimo camino por recorrer aún. ¿Qué pasará con el pasaje del sujeto pasivo anterior al actual demandador de servicios por empresa, en un marco que sostiene aún más de medio barrio inmerso en el barro? ¿Qué implicará concretamente la tan mencionada (gastada) ciudadanía cuando la participación resulta de procesos excesivamente conducidos? ¿Qué sucederá con la integración hacia fuera en Morón y hacia adentro de las nuevas Casitas y el Conjunto Habitacional? Y fundamentalmente, ¿Cómo evolucionarán los temas tenebrosos que aquí se exponen y que habitan cualquier tipología edilicia (casitas, NHT, Monoblocks, entorno cercano), acerca de droga, muerte y otros más, que no fueron incluidos en el proceso de participación? Se afirma que el paso que sigue a la adjudicación se sostiene en el plano de la esperanza, sin bases técnicas amplias que las hayan tratado.

 

Más allá de los tratamientos y discursos legítimos acerca de la apropiación, el caso es un ejemplo más de propaganda basada en una instalación de bienes y servicios básicos con demasiadas incógnitas a develar aún. Durante la aplicación del Subprograma mediante empresa constructora al mismo tiempo seguía muriendo gente e implicándose en la droga, y en otras perversiones que no he podido ampliar. La Piruni aseguraba que “el barrio está muy desorganizado, la gente no se junta, no se une, no hay armado”. Y se entiende que debe hacerse otro tipo de esfuerzo para ello. Una integración social más amplia, no específica a los temas necesarios a gestionar. Un alto funcionario expresó en 2005: “el manejo de la participación es parte de la gestión” y resaltó luego “cuando era joven me llenaba la boca con la participación, pero ahora que me tocó el momento necesito ejecutar”.

 

Para instalar otro tipo de proceso, se necesita reflexionar de manera multidimensional, realizar un diagnóstico claro y profundo. Ello necesitaría no sólo un municipio más abierto, sino un gobierno nacional sin bajadas compulsivas. La pobreza del discurso unidimensional produce respuestas de pocos hilos, ligada a una concepción donde se puedan articular las diversas disciplinas donde lo social sea prioritario y no desde un censo que facilite la llegada de la empresa constructora. Siguiendo a Barreto[24] las disciplinas tienen grandes facilidades para trabajar en paralelo, atendiendo cada una desde su lugar en la gestión “viviendística”, con escasas posibilidades de transformación mutua y finalmente del entorno impicado. El mismo autor cita a Morín[25] pues para atender la complejidad se debe integrar los estudios sectoriales en un producto donde se aborde la multidimensionalidad, la “cantidad extrema de interacciones e interferencias entre un número muy grande de unidades”. Es lo que permite trabajar hacia un organismo viviente, auto-organizado, no como máquina asistida (metáfora del ser humano en coma atendido por sonda). Ello implica atender la incertidumbre y no volcarse radicalmente a una obsesividad controladora (el nuevo proceso de La Gardel). Sino pretender una organización social basada en la generación de consensos y normas, equidad de oportunidades, marco de desarrollo de identidades. [26]

 

“en el Barrio hay como una escuela de violencia ¿viste? donde uno va aprendiendo a ser violento. [(R) Una vecina me había dicho sobre un vecino que para mí era un tipo fantástico y me dijo no, tené cuidado que esos traían gente y guardaban gente acá adentro para pedir rescate]. La violencia tiene esas manifestaciones, vos te mostrás con una bondad y después podes ser en otro ámbito más privado mucho más agresivo. Tiene esa cosa media doble, porque suelen ser personas con mucha violencia acumulada. No lo digo de una manera despectiva, lo digo como una verdadera escuela, cuando uno aprendió a ser violento desde muy chiquito, porque han sido violento con uno, porque la ha aprendido en carne propia. Son violentos con vos entonces vos después tenés que ser violento con otros, es el modo de sobrevivir, digamos o de relacionarte a veces también. Siempre me impresionó cómo era capaz un chico joven de llegar a matar por un par de zapatillas o llegar a una agresión. Vos decís qué barrera está cruzando esa persona. Creo que una de las barreras es historias de vida muy duras, de abusos, donde la persona fue tejiendo toda su personalidad desde eso y no hubo ámbitos de curar, de relaborar la vida. Fue elaborando su vida desde esa situación, de autodefenderse decir, o repetir lo que hicieron con él, entonces vos te das cuenta que ahí hay un aprendizaje. Por eso después es tan difícil desestructurarlo, desarmarlo, ¿no? porque quedó grabado.”

“La apertura del Barrio puede ser algo riesgosa en el sentido de que así como hay riesgos de que vos te vas formando en una esquina. Cuando abrís el Barrio es generar un escape de los chicos donde empiezan a hacer otros circuitos hacia fuera y a veces hasta mucho más difíciles. Los trenes, Sarmiento y San Martín las 2 líneas que están muy cercas, es contacto con la Capital, Moreno, José C. Paz, las redes de prostitución también son situaciones con los pibes de la calle. Pensá que un chico ¿no? puede estar metido acá en frente de la canchita pateando una pelota todo el día y no está expuesto, cuando vos abrís el Barrio, lo vas unificando más al tramado urbano, eso va desapareciendo. La pregunta es ¿al ámbito que va a ir no va a ser violento también? Si se sube a un tren y está desde las 10 de la mañana hasta las 12 de la noche en un tren dando vuelta… Cuando vos haces algo, tenés que ver qué generas también, y responder a lo que estás generando, eso también es importante. A eso me refiero con asumir la dimensión social del impacto de lo que estás haciendo “ (Padre Rodrigo).

 

Bibliografía

BLAUNSTEIN, Eduardo. Prohibido vivir aquí. Una historia de los planes de erradicación de las villas de la última dictadura. Buenos Aires, Comisión Municipal de la vivienda. 2001. 128p.

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[1] Arquitecto, Dr. UBA especialidad antropología. Sede: Centro CAECIS. Universidad Abierta Interamericana. Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: ricardodesarraga@yahoo.com.ar

Architect, Dr. UBA on anthropology. Campus: CAECIS Center. Universidad Abierta Interamericana (Interamerican Open

Universtity). Buenos Aires, Argentina. Email: ricardodesarraga@yahoo.com.ar

[2] Proyecto investigación UAI 2006-2007 director de Sárraga: “Acciones oficiales de mejoramiento del hábitat y habitar cotidiano en Villas de emergencia. Representaciones y apropiaciones en el sector urbano Villa Carlos Gardel”. Con continuidad en 2008-2010.

[3] “Sin ser racionales, los agentes sociales sean razonables… La gente no está loca, mucho menos excéntrica o ilusa… ha internalizado, mediante un proceso de condicionamiento múltiple y prolongado, las oportunidades objetivas que enfrenta… por medio de anticipaciones prácticas que captan, en la superficie misma del presente, lo que se impone incuestionablemente como aquello que ‘debe’ ser hecho o dicho”. Bourdieu y Wacquant 2005 (p.191).

[4] Dentro de los terrenos detrás del Posadas y que forman parte del área hubo un Centro Clandestino de detención (al mando del gral. Bignone), donde estuvieron incluso desaparecidos empleados del mismo hospital y algunos pocos habitantes de la villa.

[5] Geertz. 1988 (p22)

[6] Guber: 1990 (p60)

[7] Guber, 1990 (p.59)

[8] Malinowsky, 1994 (p.10)

[9] Guber, 1990 (p.71)

[10] Se suele denominar villa, anteriormente “villa miseria” al hábitat segregado, construido con medios precarios y generalmente con poca o nula planificación. Formas ilegales de hábitat urbano, asentados en tierras no reguladas.

[11] Villas en Argentina; poblaciones o villorrios en Chile; Favelas en Brasil; colonias populares o asentamientos en México; se refieren a barrios con viviendas precarias, infraestructura urbana escasa. Tienen características diferentes entre sí, no hay unidad formal.

[12] La mayoría de los Institutos de Vivienda (entidades autárquicas dependientes del poder ejecutivo) fueron brazos ejecutores de los Planes de Erradicación de los ’70 y anteriores.  Desde 1956 “a lo largo de siete años el Plan elaborado para cubrir las necesidades habitacionales de 34mil pobladores apenas sí terminó en la construcción de 214 viviendas para 1284 personas”. Blaunstein (p. 3)

[13] Torres, 1993 (p.14)

[14] Blaunstein (p. 3)

[15] El Plan era de “Erradicación”. Debe reconocerse que igualmente el proceso fue complejo. Además de la dolorosa erradicación, algunos vecinos ya vivían en entornos muy deteriorados –algunos de ellos anegadizos- y hay vecinos que afirman haber elegido anotarse en el Plan para –según su óptica- mejorar su situación.

[16] El PEVE preveía que inicialmente habría radicación hacia pequeños conjuntos habitacionales esparcidos. Sin embargo la solución final se basó en grandes conjuntos muy concentrados y destinados a una población menor a la erradicada.

[17] Volvieron a sufrir erradicaciones en los mismos NHT (la misma gente ya erradicada) durante 1979, plena dictadura.

[18] Pelli, 1997 (p.3)

[19] Durante 2008, a 4 años de iniciado el emprendimiento bajo el Subprograma, se está anunciando que posiblemente haya presupuesto para mejorar la instalación sanitaria incluyendo el gran tanque de agua muy deteriorado.

[20] Ello no implica –por otro lado- la existencia de heterogeneidad del cuerpo de técnicos que desde buenas intenciones intentaban fomentar la articulación social como premisa básica inicial. Se entiende aquí que esta intención existió de manera subsumida dentro de una reflexividad general excesivamente cerrada, que optimiza “los logros”.

[21] No hay demasiadas referencias formales a este pasado. Existe un artículo del matutino Página 12 sobre una película acerca de la Sra. Galarza, desaparecida por la dictadura. Según entrevistas fueron 4 los desaparecidos en el barrio.

[22] Secretaría de Cultura de la Nación. Coordina H. Cuello , ver http://www.cultura.gov.ar/programas/?info=detalle&id=12&idi=26

[23] Margulis, 1994 (p.26)

[24] Barreto, 2005 (p.24)

[25] Morín, 2004 (p.59)

[26] Gallardo, Sepúlveda Carlois, Tocornal, 2001 (p.24)