Editorial

A la vuelta del cementerio, lo encontré, sentado en el suelo, arreglando el camino.
-¿Qué estás arreglando? - le pregunté -. ¿Arreglas el camino que lleva del cementerio a la ciudad o el que lleva de la ciudad al cementerio?
Levantó la cabeza, pero no contestó.
S.I. AGNON
"Huésped para una noche"
cap. XVI

 

La reciente visita del Profesor Peter Kellett, de la Universidad de Newcastle Upon Tyne, al Instituto de la Vivienda, permitió volver a poner en el centro de interés el tema de los requisitos del análisis habitacional.

En los casos que fue exponiendo, acerca de las articulaciones entre las pautas culturales y las prácticas de organización y uso de espacios residencial, especialmente en aquellos relativos a la "modernización" de los diseños en las viviendas sociales de Argelia y Colombia, nos mostró que la mayor parte de los problemas pudieron haberse neutralizado si hubiera mediado una etapa de estudio de mayor rigor y responsabilidad creativa.

Por ejemplo, la división de sexos y funciones en la casa norafricana tradicional, o la distribución del amoblado, el empleo de los patios y el significado de la vegetación en las viviendas de los inmigrantes de origen rural que residen en la periferia de los poblados latinoamericanos, en tanto no son valorizados en detalle, considerando el más am plio juego de variables y utilizando muestras suficientemente representativas, en el plano de la intervención por lo común han generado respuestas disfuncionales que casi siempre terminan por alterar permanentemente los modos de vida.

Las "soluciones habitacionales" se transforman así en "parte del problema".

Al respecto, el profesor Kellett, en la búsqueda de fórmulas de mayor confiabilidad, nos propuso aprender de las técnicas de los levantamientos arqueológicos y de los métodos de la geografía de la percepción y de la microecología, entre otras disciplinas.

En la experiencia internacional, y en la chilena tal vez con mayor gravedad, las cuestiones relativas a las debilidades del análisis habitacional se acentúan por la falta de referentes teóricos, lo cual implica además una desvalorización social del proceso de acumulación del conocimiento y de la producción habitacional.

Una de las pruebas más dramáticas de ello, lo constituye la aplicación del denominado "Principio (o teoría) de la Unidad Vecinal".

Descontando los proyectos pioneros de Chillán, 1835, y de la Población Huemul, 1911-14, la cantidad de operaciones construidas a partir de ese principio en los últimos cincuenta años es demasiado importante como para no haber sido, a lo menos, evaluada.

En la bibliografía nacional, nada de numerosa en cambio, hallamos un neto predominio de trabajos descriptivos, cuando no de simple reiteración de los principios generales de la Unidad Vecinal, incluyendo a que líos que sin siquiera contrastarlos con los proyectos, se limitan a traducir enfoques críticos emanados de otras realidades.

De hecho, nos encontramos con apenas un solo escrito que se aproxima a la consistencia que buscamos, el de Marcelo Didier, de 1986, sobre algunas dimensiones de las redes de interacción social en la Villa Olímpica de Ñuñoa, Santiago, publicado en la Revista Chilena de Psicología (pp. 3-7 en vol. VIII, 1985-86, núm. 1)

Este testimonio impresionante de la falta de rigor y responsabilidad creativa, es una de las tantas evidencias de nuestras fallas que nos están permitiendo pasar de la conciencia a la acción, en el mejor sentido del camino.

ALBERTO GUROVICH W.