Revista invi N°13-14/Diciembre 1991/Año 6:17-22

ARTÍCULO

VIVIENDA EN EL VALLE DE COPIAPÓ: POBLADO LOS LOROS

Describe el poblado de Los Loros, ubicado a 65 Km. al suroeste de Copiapó en la 3° Región, detallando brevemente su historia, su trazado urbano-rural y la tipología de sus viviendas la cual define como claramente asociada con el paisaje; característica que el autor propone considerar al momento de diseñar y construir futuras edificaciones como una manera de evitar su quiebre expresivo, otorgando unidad e identidad al conjunto.

El valle de Copiapó, últimamente tan apreciado por la fertilidad de sus tierras y la multiplicación de sus parronales merece atención, además, por la riqueza de su patrimonio arquitectónico. No es una arquitectura de esplendores ni de luces. Tampoco se trata de imponentes edificios. Más bien sus valores tienen que ver con el respetuoso apego al medio natural, a la tranquila implantación de los vólumenes en la geografía, a la noble sencillez formal.
Durante los años 1984 y 1985 un grupo de tres arquitectos -Juan Benavides, Magda Anduaga y el autor de este artículo-, motivados por las cualidades de la arquitectura copiapina, desarrolló una investigación en torno al tema: «Arquitectura Regional de Copiapó», proyecto financiado por el Departamento de Investigación y Bibliotecas de la Universidad de Chile.
La ciudad de Copiapó fue congregando a partir de la mitad del siglo XIX, una serie de valiosos ejemplos de vivienda catacterística del valle. En una clasificación preliminar se podría agrupar en tres tipos, de acuerdo al nivel de elaboración formal: arquitectura culta, arquitectura semiculta y arquitectura popular.


Con alguna razón, la menos investigada hasta el momento es la arquitectura popular. Sin embargo, esta expresión no exenta de interés. Por lo general busca su asiento en zonas pericentrales o se derrama fuera del damero de la ciudad, y en el mejor de los casos, cubre insterticios entre la edificación más ostentosa.
La arquitectura popular -casi siempre anónima- abunda más allá del radio urbano. Ciertos poblados nacieron y se desarrollaron a la vera de los caminos. Es el caso de Copiapó. Las particulares condiciones geográficas de la zona, conformada por un extenso valle longitudinal se prestaba admirablemente para la gestación de caseríos en hilera continua.
Uno de los ejemplos más notables es el de Los Loros, situado al suroriente de la ciudad de Copiapó. Se fue estructurando de manera instintiva, casi inconsciente, al margen del camino, adoptando sus naturales irregularidades.

Ubicación

El pueblo de Los Loros se encuentra ubicado en el faldeo oriental del Río Copiapó, a unos 65 Km. al suroeste de la capital regional. El caserío más cercano es el de San Antonio, 6 Km. más al interior. Desde este punto, la pendiente del curso superior del Copiapó es de unos 8 m/km. hasta Los Loros, que está a una altura de 948 m. sobre el nivel del mar.
Aguas abajo se aprecia un angostamiento del valle producido por la «Puntilla» llamada del «Buen Retiro». Este espolón, y la existencia de una quebrada tributaria de la que toma su nombre el pueblo, marcan una situación estratégica en el cajón del río. Así al menos lo entendieron los incas y los primeros conquistadores españoles, quienes edificaron un Pucará y una Casa Fuerte cercanos a dicha Puntilla 1. Los restos de ambas construcciones se encuentran ligeramente al noroeste de Los Loros, cruzando las aguas del río.

Descripción

Los Loros es todavía un típico pueblo de «Calle Larga». Su especialidad básica está estructurada en función de un camino tropero que sigue un nivel uniforme a medio faldeo. El ciclo tantas veces repetido en los valles cordilleranos chilenos -sendero, huella, callejón y, finalmente, carretera-, se reencuentra con insospechada claridad en este retirado núcleo poblado nortino.
Desde la iglesia situada en el ingreso norte del pueblo hasta sus últimas construcciones en la salida sur, una doble fila de viviendas en un piso enmarcan una cinta continua de casi 450 m. Cabe señalar que su longitud era aún mayor en unos 350 m. lineales. El terremoto de 1922 destruyó las viviendas y tapiales que se prolongaban hasta las llamadas casas de la Hacienda Morales. Estas aún existen, pero el tramo intermedio hasta el pueblo no fue reconstruido.
Incluyendo circulación, pavimento, y borde edificado, la "Calle Larga" se asienta sobre una faja de terreno con una diferencia de pendiente del orden de 1.00 m. Las propiedades hacia el valle cuentan con un terreno cultivable de pendiente moderada, antes de caer bruscamente en unos 15 m. al lecho del río. En la década de 1860 se construyó el ferrocarril, y éste dio origen a una segunda calle paralela a la original, hacia el faldeo del nororiente. Las conexiones de ambas calles formaron, a su vez, algunas manzanas de bordes definidos por edificación continua.

 

Pero al desaparecer el ferrocarril la zona fue ocupada por una institución educacional. Parte de sus instalaciones sigue hoy prestando servicios como recinto de Carabineros de Chile
A diferencia del caserío agrícola de San Antonio, o del minero de Inca de Oro -ambos en decadencia- en Los Loros no ha existido una plaza tradicional en torno a la cual se organizara el espacio urbano. La actual plaza, inserta entre las dos calles longitudinales, es una realización relativamente reciente, que significó demoler sus bordes para obtener un acceso a estas vías.
Sin duda que el único espacio originario es el que se creó al construir la iglesia, retirándolo unos 30 metros de la Calle Larga, configurando un atrio abierto para las ceremonias religiosas masivas.
La inexistencia de vestigios de construcciones aptas para almacenar productos o para realizar actividades propias de la agricultura llevan a suponer que Los Loros no tuvo una vocación agrícola ni minera. Sin embargo, constituyó un enclave estratégico en el itinerario que sigue el curso del valle, una suerte de detención obligada. Se justificó así, la creación de este núcleo semiurbano, foco de intercambio comercial entre los poblados próximos.

Notas Históricas

Prácticamente no existe referencia alguna al pueblo de Los Loros. Ni en crónicas, ni en informes de funcionarios, ni en relatos de viajeros. Ni siquiera en la documentación que José María Sayago despliega en su "Historia de Copiapó". Pero existe conciencia, en cambio, sobre la importancia que esa zona tuvo en la cuenca de Copiapó. Durante el período incásico, con mucha población indígena disponible para la explotación agrícola y minera, Los Loros prosperó. Su vocación productora se mantuvo a lo largo de un prolongado período. Como ocurrió en todos los caseríos del curso superior del río, los siglos XVIII y XIX transcurrieron dedicados a la agricultura, al corte de la leña, al transporte de ganado, a la atención del tráfico de gente al otro lado de la cordillera.
En las primeras décadas del siglo XIX existió ya la actividad minera en parajes cercanos a Los Loros. Uno de los primeros yacimientos explotados fue el de "Cabeza de Vaca", en el que se descubre oro en 1802 y plata en 1813. Otras minas de oro, "Sapo y Fortuna" y la de cobre (de "Los Carros") se encotraban también en las cercanías del caserío.


En la segunda mitad del siglo la mayor producción provenía tanto del mineral de plata de "Lomas Bayas", hacia el norte, como del cobre de "Cerro Blanco", unos 30 Km. al sur.
En esta época, consolidado por el ferrocarril, el poblado de Los Loros se constituyó en un sitio urbano de cierta importancia, con más de 500 habitantes permanentes. Su función fue la de dar apoyo mercantil y administrativo a la actividad minera. Contaba con servicio de correos, registro civil, escuela pública, estación de ferrocarril, iglesia y casa parroquial (1860).
La decadencia en la producción minera y agrícola desde 1910 en adelante no fue un fenómeno suficiente como para sepultar la existencia de Los Loros. Su estratégica posición entre Copiapó y el Embalse Lautaro lo transformó en un centro de apoyo a la población rural de los sectores aledaños.

Materialidad

No hay antecedentes que permitan fechar con precisión las construcciones levantadas en Los Loros en la época de su consolidación, vale decir, en el siglo XIX. No obstante, es posible estimar con alguna certeza que la estación de ferrocarriles, la iglesia y una de sus más importantes viviendas -La Casa Bosman-, corresponden a la época inmediatamente posterior a la puesta en marcha del ferrocarril (1860-1870).
La estación es parte del equipamiento necesario para la explotación de este servicio. En cuanto a la iglesia, es dable suponer que su construcción se realizó poco después de la creación de la parroquia, en 1860. Estos dos edificios son de tabiquería de madera con incorporación del adobe como material de relleno.
Anteriores a estos tres casos, a los que se pueden además agregar las Casas de la ex Hacienda Morales, parece ser la cinta continua de edificación entre la calle W. Martínez (camino público) y la terraza agrícola sobre la ribera del río.
Se trata del sector más antiguo de Los Loros, anterior al ferrocarril. En él predomina el diseño propio de simples maestros albañiles o carpinteros, con crujías angostas a dos aguas, el predominio del lleno sobre el vano y cierta identificación en la forma y en el uso de los materiales. Estas características son propias de una actividad de reconstrucción y reutilización de edificios, realizando en un medio urbano y en distintas épocas, siguiendo la tendencia de imitar al vecino.
La reconstrucción llevada a cabo después del terremoto de 1922 introdujo en Los Loros un nuevo tipo de edificación, siempre en base a estructuras de madera, pero ahora con entrepaños de caña y enlucidos a barro. Este sistema fue utilizado también en otras localidades como Copiapó, Vallenar y aún en Caldera.


Las dimensiones de las piezas de madera casi siempre eran las mismas, incluyendo las puertas y ventanas con sus respectivas terminaciones. El constructor solía organizar dichas piezas deforma que obtenía recintos de diversas dimensiones, según las necesidades del usuario. Es justo destacar, por último, la interesante continuidad evolutiva que ha experimentado Los Loros. Han bastado unos cuantos elementos arquitectónicos incorporados a principios de siglo para que el sencillo esquema de caserío lineal cobre relieves de alta singularidad en la arquitectura del valle de Copiapó.


NOTAS CONCLUSIVAS

La investigación «Arquitectura Regional de Copiapó», en su capítulo dedicado a Los Loros, reveló la existencia de una tipología de viviendas claramente asociada con el paisaje que las enmarca y, a la vez, con el modo de vida de sus habitantes.
Al margen de sus características estructurales y espaciales, las viviendas poseen un repertorio de elementos formales que contribuye a perfilar una notable identidad del sector.
Uno de los propósitos del aludido estudio consistió en detectar, precisamente, los elementos arquitectónicos singulares. En los ejemplos examinados se advierten ciertos rasgos recurrentes, los que, a la postre, otorgan unidad y ritmo al conjunto.


La proposición sugiere que los futuros diseños no dejen de considerar las características actuales de las viviendas, como una manera de evitar un rotundo quiebre expresivo. Parece más sabio proyectar y edificar el futuro sobre las bases de un presente rico en materia de soluciones constructivas y formales. Es el caso de Los Loros.

NOTAS

1 Sayago, Carlos María: HISTORIA DE COPIAPO. Edit. Francisco de Aguirre S.A. -Buenos Aires- p. 89.