Revista invi N°33, Mayo 1998, Volumen 13, 39 a 51

VIVIENDA Y COMPORTAMIENTO EN LA PERSPECTIVA DE UNA RELACIÓN SISTÉMICA (1)

Orlando Sepúlveda Mellado (2)
Ximena Mazzei Acuña (3)
Daniela Sepúlveda Swatson (4)
Uwe Kramp Denegri (5)

1 El presente artículo deriva de una investigación que realizan sus autores sobre los cambios de comportamiento que las viviendas pueden provocar en sus habitantes, producto de una conformación físico-espacial de ella que no responde a la identidad de la familia.
2 Arquitecto, Profesor, Investigador y Director ® Instituto de la Vivienda, de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. Profesor de Taller Integrado de 59 Año y Profesor Guía de Proyectos de Título de la Facutad de Arquitec¬tura de la Universidad Mayor. Investigador, Profesor de Taller Vertical de 39- 4° Años y Profesor Guía de Proyectos de Título de la Escuela de Arquitectura de la Universidad La República.
3 Arquitecta, Académica de la Escuela de Arquitectura de la Universidad La República.
4 Socióloga, Docente del Curso de Sociología de la Arquitectura y Vivienda, Investigadora del Instituto de la Vivienda, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. Profesora Adjunta de Sociología y de Lógica de la Investigación en el Programa de Bachillerato en Ciencias Sociales de la Univesidad Diego Portales.
5 Psicólogo, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad La República. Asesor en Capacitación de Sodimac Homecenter.

Resumen
El presente artículo postula que la vivienda es un hábitat físico-espacial, que puede desencadenar, potenciar, atenuar o inhibir las tendencias de comportamiento de las personas y familia que viven en ella. Que la ocupación prolongada de la vivienda, tiende a consolidar estas modalidades, y con el tiempo, la familia en su permanente esfuerzo por adecuarse a ese molde físico-espacial, termina por internalizar dicho comportamiento, arraigándose en conductas habituales. El comportamiento puede ser positivo o negativo, según sean las tendencias de comportamiento y la conformación del hábitat, sus características y atributos; los que podrían manejarse en beneficio de propósitos de desarrollo social.

Abstract
This paper proposes that housing is a physical-spatial habitat which can unchain, potentiate, mitigate or inhibit the behavioural tendencies of a person or family living in it. A long residence tends to consolidate these tendencies and families in their permanent effort to adapt to this physical-spatial habitat, internalise certain behaviours which become parí of their permanent conduct . The behaviour may be positive or negative, depending on the family's behavioural tendencies and the habitat configuration, its characteristics and attributes which could be managed in order to achieve social development

1. VIVIENDA Y FAMILIA; CONSIDERACIONES ORIENTADAS A UN ENFOQUE SISTEMICO

Muchos estudios sobre vivienda centrados esencialmente en variables cualitativas, han terminando afirmando que la vivienda es un producto cultural. Este concepto es muy amplio y no facilita identificar el origen de la influencia cultural de una realización habitacional, en el actual contexto de nuestra civilidad, donde las interinfluencias abarcan prácticamente todos los niveles sociales, incluyendo el más privado e íntimo ámbito de la familia.
Transportando esta situación a casos extremos, como pudieran ser los vernaculares por ejemplo, sería posible comprobar una casi total correspondencia entre lo que la gente es, con su forma de vida y el hábitat residencial que posee, ratificando aquí el que la vivienda es un producto cultural. En estos casos
podemos entender que la familia construye su hábitat de acuerdo, casi con exclusividad, a sus recursos (técnicos, económicos, etc.) y a su cosmovisión sin influencias externas y podemos relacionar con relativa precisión la concordancia entre la forma de su proce¬der y comportarse, con la espacialidad y lugares contenidos en la vivienda, como se puede observar en la vivienda mapuche y en la aymará dentro de nuestro país.
Sin embargo, no podemos decir lo mismo respecto las viviendas producidas a través de la gestión habitacional del Estado, donde la convergencia de muchos otros factores de probable trascendencia, pueden hacer valer mayor incidencia, como por ejemplo ocurre con la tecnología, con la productividad económica, con el interés común, etc., y además, con la participación de varios otros agentes. La familia en esta situación entonces, queda al margen del proceso habitacional, limitándose a un rol casi puramente receptor de la vivienda.
En estos casos, por supuesto que no podemos decir que dicha vivienda sea un producto cultural de la familia que la habita, y no es difícil entender que al interior ella, la familia intente habitar lugares, cuya conformación no interpreta específicamente sus costumbres, sus hábitos, la forma como se relacionan sus integrantes entre si, etc. Debiendo hacer grandes esfuerzos, a veces, para adaptarse a la espacialidad física, que puede no atender cabalmente sus necesidades provenientes de la profusa gama de manifestaciones, expresiones, sentimientos, etc., constituyentes de la identidad de la familia.
Podemos afirmar hipotéticamente entonces, que las viviendas producidas con las políticas habitacionales pueden influiry modificar los hábitos y costumbres de las familias que las ocupan, De estas reflexiones se deduce, entonces, que la acción del Estado podría
considerarla adición de atributos tendientes a generar cambios positivos en las familias que beneficia, dentro de sus programas habitacionales, como por ejemplo lo realiza en otros sectores como en la salud, educación, etc., en una acción concertadaysistémica, concordante con los intereses superiores de la nación.
Ahora bien, en la situación específica de nuestra realidad actual podemos observar que la política habitacional ofrece variadas alternativas de postu-lación a las familias interesadas en adquirir una vivienda definitiva. El espectro de alternativas consiste en un abanico de soluciones habitacionales en base a subsidios, considerando distintas circunstancias y requerimientos del postulante, ya sea si tiene o no terreno, si postula a vivienda rural o urbana, silo hace en grupo o en forma individual, etc.. Además, existe otro abanico constituido por tres líneas de acción para obtener no ya una solución, sino una vivienda; que son el Programa Especial de Trabajadores (PET), el Programa de Vivienda Básica (PVB) y el Programa de Vivienda Progresiva (PVP) en dos etapas, en que la primera es sólo una parte de una vivienda, com¬puesta de una caseta sanitaria con baño y cocina, con un recinto múltiple a veces, instalada en un sitio urbanizado.
La cantidad construida de estas viviendas es notablemente alto, habiéndose ejecutado 198.928 en todo el país entre 1990 y 1995.6 Pero sin embargo, aún enfrentamos un déficit cercano a 800.000 viviendas. Es decir, el equivalente a una población del orden de 3.200.000 personas que esperan adquirir una vivienda a través de los sistemas que promueve el Estado, y que serán ocupadas por mucho tiempo, donde las familias terminarán adaptándose a las condiciones del hábitat que ellas contengan, o por el contrario, acumularán necesidades insatisfechas que en cualquier momento podrán emerger como reacciones negativas.
Frente a la calidad de las viviendas de los actuales programas recién descritos, existe un permanente debate, que por una parte proviene preferentemente de Gobierno, destacando las virtudes de las viviendas y el provechoso beneficio social que se logra. No obstante por la otra proviene preferentemente de pobladores, argumentando vehementes razones que objetan variadas precariedades en las viviendas (de tipo dimensional, programático, material, estructural, etc.). A este debate, a menudo se incorporan opiniones de políticos, estudiosos, investigadores y público en general; donde el grueso de los argumentos aluden principalmente a la calidad física y material observables en las viviendas, al momento de la asignación. Sin enlbargo, nadie repara ni se ha detenido a pensar qué consecuencias en el largo plazo pueden generar estas viviendas en los hábitos y manera de ser sus ocupantes, después de haberlas habitado durante toda una generación, o más que ese lapso de tiempo o de vida.
Dicho en otros términos, cabe la interrogante en el sentido de sí la vivienda social que se entrega a la población más frágil desde el punto de vista socio-económico del país, ejerce alguna influencia sobre la manera de ser y de comportarse de sus habitantes, en el entendido que ella ofrece un hábitat particular y específico; ordenado de una manera determinada en cuanto jerarquías, secuencias, tamaños, cualidades y calidades ambientales, capacidad, programa de recintos, mobiliario, equipo, etc., que obliga también, de una manera determinada a sus habitan1es, a encunLrorso, juntanye, oruzarne, compartir, aislarse, separarse, despertando en ellos motivaciones por cuidarla, mantenerla, eludirla o
abandonarla en último término, si es que ella facilita, entraba o dificulta una relación fluida y armónica.
No se han realizado estudios, hasta ahora, tendientes a visualizar qué variables de las viviendas sociales pueden condicionar conductas en sus habitantes; y que por el hecho de ser ocupadas por períodos muy prolongados de tiempo, pueden consolidar hábitos de conducta y comportamiento, conformando una manera de ver y entender su rol en la sociedad, de aouerdoa la realidad que tienen y viven. Pensamos en este aspecto que abordamos un abismo con muchas incógnitas, mientras tanto avanzamos con cuantiosos volúmenes de realizaciones habitacionales nunca antes logrados en el país. No obstante de ser efectiva alguna influencia del hábitat en sus habitantes, sería imperativo preocuparnos por proveer los atributos más favorables a la vivienda, Vendien1eaa desarrollar el carácter o aptitudes óptimas y deseadas en sus habitantes y por consecuencia en el futuro de la población; que de alguna forma heredará los resultados de lo que seamos capaces de hacer por ellos con el hábitat residencial.
Consideramos para estos efectos, que la vivienda es un ambiente físico-espacial complejo, que comprende la casa, el pnadio, yau entorno inmediato, barrio o conjunto habitacional, donde estos componentes se relacionan en forma estrecha y directa entre sí, condicionándose mutua y recíprocamente. Además, que la vivienda está provista de instalaciones, artefactos, mobiliario, etc., para servir la vida de una familia específica en su ámbito particular y/o la de un grupo de familias en un ámbito más amplio y común.
Concuerda esta explicación con el carácter sistémico queHeramoto atribuye a la vivienda junto con otros atributos. En efecto, ella tiene un carácter sistémico, porque la familia puede entenderse también, como un sistema, compuesto de sistemas menores (padres,
hermanos, etc.) y además, inmersa en un sistema mayor (sociedad).
También se debe tener presente que la vivienda social se materializa, con el buen propósito de satisfacer al máximo las necesidades de las familias. Sin embargo, limitaciones económicas de las políticas habitacionales reducen frecuentemente los atributos necesarios requeridos, y en consecuencia empobrece el carácter satisfactor de la vivienda, limitándola a permitir la realización de ciertas necesidades fisiológicas solamente, incluso en forma precaria en cuanto a calidad ambiental; y por supuesto, sin lograr satisfacer necesidades de orden cultural, intelectual y afectivo.
Por otra parte, las viviendas sociales se ejecutan en forma masiva, iguales, repetitivas, sin considerar diferencias individuales en las familias; frente a lo cual, cada una de ellas debe amoldarse a las posibilidades que la vivienda ofrece, sin la opción de adecuarla a su propia condición humana, aunque fuera sólo en sus aspectos secundarios, respetándose la organicidad base de ella.
Por las mismas restricciones económicas mencio-nadas anteriormente, las viviendas sociales restringen la holgura necesaria, perjudicando incluso las áreas previstas para realizar las actividades cotidianas (ya sean grupales de la familia o de cada uno de sus integrantes en forma individual), consideradas en los propios programas habitacionales, ya reducidos.
Al respecto debemos señalar que la vivienda adecuada para una familia debe constituir un satisfactor sinérgico, según Max-Neef. Sin embargo, cuando ella frustra gran parte de las expectativas de sus habitantes por el hecho de contener un programa insuficiente, deja de ser ese tipo de satisfactor 7,
generando con ello patologías que provocan reacciones negativas de comportamiento, ya sea entre los propios integrantes de las familias, como también de estos hacia el exterior de la vivienda, es decir, con vecinos del barrio, de la comuna o de la ciudad en general.
Postulamos que sería conveniente precisar estas anomalías en forma sistemática y jerarquizada, indagando qué frustraciones a nivel individual y familiar pueden experimentar los habitantes al vivir en las viviendas sociales, y porqué. Diagnosticar cuáles y con qué profundidad serían sus reacciones negativas en los distintos niveles de la sociedad (individual, familiar, vecinal, comunal, etc.), que deriven de necesidades habitacionales no satisfechas. Esto permitiría formular pronósticos respecto al perfil conductual futuro de la población afectada por estas frustraciones, en relación con los motivos que las originan y permitir enmendar rumbos en las políticas habitacionales, a fin de prevenir comportamientos no deseados y crear las condiciones favorables para conformar un carácter sociable, integrador y participativo en las familias y sus integrantes.
Ahora bien, entendida la vivienda como sistema, según se dijo anteriormente, postulamos que un estudio orientado a conocer los efectos que producen las viviendas sociales que entrega el Estado, en los sentimientos, hábitos, comportamiento, etc. de las familias, puede conducir a resultados innovadores. Considerando que con esta perspectiva, puede identificarse metodologías más apropiadas y concordantes con nuestro concepto de vivienda, derivada de la definición de Haramoto, que señala que es un sistema.
La razón de acudir a la teoría de sistema, es por una opción preferentemente metodológica, y este trabajo no pretende contrastar los postulados que caracterizan los sistemas sociales. Sino, más bien, utilizar las premisas básicas de la teoría para establecer distinciones entre los diversos sistemas y sus entornos, lo cual facilita el estudio y comprensión del tema desde una perspectiva global y totalizadora; para posteriormente profundizarlas áreas específicas.
Estas afirmaciones comprometen reseñar, aunque sea brevemente para este artículo, qué es y en qué consiste dicha teoría, lo que haremos a continuación.

2. TEORÍA DE SISTEMAS

La Teoría General de Sistemas, tiene su origen con el biólogo Ludwing Von Bertalanffy, a lo largo de las décadas de 1930 y 1940. Este autor postula que el método de conocimiento cartesiano -consistente en separar la realidad en sus componentes para poder entender el todo- no da cuenta de las relaciones entre las partes y de éstas como un todo, haciéndose difícil entender una amplia gama de fenómenos. Desde aquí que Von Bertalanffy plantea la existencia de sistemas que, en estrecha relación con su entorno, deben proveerse tanto de elementos (energía) como orden (negentropía).
Importantes aportes a la Teoría General de Sistemas se han hecho a lo largo de este siglo, tanto por la cibernética como por la física, la biología y la sociología. Desde la cibernética, Wiener postula un modelo de causalidad circular, en donde existen mecanismos de retroalimentación que permiten que él sistema se autodirija, se autorregule y de en el blanco. Más tarde, Maruyama critica la excesiva importancia que se le ha dado en cibernética a los procesos de retroalimentación negativa, que
contribuyen a disminuir la desviación de un sistema respecto a sus objetivos, y que explica la morfostasis o conservación de los elementos; olvidándose de los procesos de retroalimentación positiva, que amplifican la desviación y que explican la morfogénesis o generación de nuevas formas de diferenciación, crecimiento, acumulación, etc. (Maruyama en Rodríguez y Arnold, 1990). W.R. Ashby, posteriormente, define la relación sistema / entorno como una relación entre complejidades, donde, el entorno es siempre más complejo que el sistema. A su vez, el sistema debe dar cuenta, con su propia diversidad de estados, de la variedad de su entorno.
Estas teorías planteaban que el sistema debía importar tanto energía como orden para su sobrevivencia, puesto que el orden es io característico de todo sistema, en particular de los sistemas vivos. Sin embargo, Von Foerster plantea que los sistemas no sólo importan orden del entorno, sino que también ruido (entropía), por lo que no es necesario presuponer la existencia del orden en el entorno. Por otra parte, este autor realiza una distinción entre maquinas triviales y máquinas no triviales. Las primeras son artefactos altamente confiables y predecibles, responden al mismo output cada vez que reciben el mismo input (por ejemplo, el interruptor de la luz, el automóvil, etc.). Las segundas, tienen comportamientos distintos, que no se pueden predecir y que aparecen como erráticos. Frente a un mismo input pueden entregar output totalmente diferentes, lo cual las hace parecer corno no determinadas. Sin embargo, tienen un estado interno que cambia cada vez que computa un output. Es recursiva y cada vez que opera cambia su regla de transformación. Se trata de sistemas totalmente determinados, sólo que nos resulta imposible predecir sus cambios de estado. Las máquinas no triviales cambian con la experiencia, la incorporan y operan en el presente como sistemas completos. Los seres humanos operamos como
máquinas no triviales. De esta forma Von Foerster incorpora el concepto de tiempo e historia a la Teoría.
A partir de la pregunta acerca de cómo conocemos, Humberto Maturana, biólogo chileno, plantea que todos los sistemas vivos, incluidos los humanos, somos sistemas autopoéticos o sea, autorre-ferenciales y de autoproducción de sus elementos. Este concepto tiene una importancia central, pues desde aquí la teoría plantea que cada sistema se reproduce y desarrolla sólo desde sí mismo. Lo único que importa un sistema desde su entorno es energía, todo lo demás es creado por el propio sistema. Desde esta perspectiva se supera las relaciones causales, puesto que ningún entorno "causa" algo al sistema, sino que "gatilla" procesos que ya estaban potencialmente en el sistema.
Desde aquí se puede decir que no es que la vivienda y su entorno "cause" determinados comportamientos en las personas, sino que gatilla y potencia tendencias conductuales internas en las personas yio familias, que a su vez se combinan con las formas de relación social.
Posteriormente, el sociólogo norteamericano, Talcott Parsons plantea una Teoría de Sistemas Sociales, con independencia de los avances teóricos antes mencionados, proponiendo la existencia de requerimientos funcionales que deben ser satisfechos por cada sistema. Tales requerimientos son adap¬tación, logro de metas, integración y latencia. Desde este autor, los conceptos centrales son la función y el mantenimiento del orden.
Niklas Luhmann formula una gran Teoría de Sistemas Sociales. Los puntos centrales de tal teoría son la remisión constante a otras posibilidades, el problema de la complejidad, de la contingencia y doble
contingencia y de los límites de los sistemas dado por el sentido.
El punto de partida de Luhmann es la relación sistema y entorno. El primero surge de la distinción respecto al entorno, en donde la diferencia entre sistema y entorno es una distinción hecha por un observador externo y no tiene carácter ontológico. Los límites de cada sistema no son físicos, sino que de sentido. Cada sistema selecciona aquellos elementos que le son relevantes del entorno, el cual, por definición es siempre más complejo que el sistema. La relación entre sistema y entorno es una relación entre complejidades, donde el sistema debe ser capaz de reducir la complejidad del entorno.
Luhmann plantea que tanto el sistema como su entorno conforman el mundo, el cual es la suma de todas las posibilidades posibles. Al actuar selectivamente el sistema define un entorno relevante: un mundo en (su) torno. Esto nos remite al tema de la contingencia, concepto que es definido por Santo Tomás como "algo que es, pero no tiene por que serio", es decir, no es imprescindible ni necesario. Para Luhmann el concepto de contingencia es una remisión constante a otras posibilidades, por lo que su teoría está siempre marcada por lo que es y lo que podría ser. La contingencia es siempre incertidumbre y el entorno es información. Luhmann plantea que en el mundo existen infinitas posibilidades que pueden actualizarse. Cuando un sistema selecciona una, todas las demás permanecen "suspendidas", pero no desaparecen. Lo único que elimina una posibilidad es el tiempo.
Cuando se habla de sistemas sociales y de la presencia de personas, aparece el problema de la doble contingencia. La contingencia de ego siempre genera incertidumbre en alter ego, pues ego es complejo y actúa y responde de diferente forma (puesto que es una máquina no trivial). Lo interesante de esta perspectiva es que el otro no es considerado como un objeto, sino que como otro yo. "Esto significa aceptar que el otro tiene las mismas experiencias y perspectivas de mundo, entre las cuales se encuentra el propio yo como otro yo. (...) Las perspectivas de ego y de alter ego se hacen intercambiables" (Rodríguez y Arnold, 1990:109).
La incertidumbre -que es complejidad- generada a partir de la doble contingencia se intenta reducir a través de un sistema de expectativas. Generamos expectativas de nuestro propio comportamiento y del comportamiento de los otros. A su vez generamos expectativas sobre las expectativas que los otros tienen de nuestro comportamiento. Sin embargo, tales expectativas siempre pueden ser frustradas. La propia contingencia es experimentada por el sistema como alternativas de selección, mientras que la contingencia de los otros es experimentada como inseguridad (Wílke en Rodríguez y Arnold, 1990). Para superar el problema de la doble contingencia los hombres hemos creado el sentido intersubjetivo, convirtiéndose en la condición de surgimiento de los sistemas sociales.
A través del sentido se definen los límites del sistema, es decir, aquello que es relevante para él. El sentido es una estrategia selectiva de elección de diversas posibilidades, la cual no elimina definitivamente las posibilidades no seleccionadas (Rodríguez y Arnold, 1990). Luhmann plantea que el sentido es evolutivo, producto de la coevolución de los sistemas psíquicos y de los sistemas sociales. Esto hace que tanto los unos como los otros se caractericen por utilizar el sentido como forma de procesamiento de la complejidad y además, para su autorreferencia. Decir que el sentido es coevolutivo significa que cada sistema es parte necesaria del entorno del otro. Los sistemas psíquicos (las personas) son entorno al sistema social y el sistema social es entorno de las personas. La coevolución también implica que cada sistema debe dar cuenta de la complejidad de su entorno; lo que ocurre en uno, gatilla procesos en el otro. De esta forma la relación entre sistema y entorno es siempre una relación de complejidad y de adaptación.
Luhmann plantea la existencia de dimensiones de sentido, que son a su vez de reducción de complejidad. Estas dimensiones son:
• La dimensión real u objetiva,
• La dimensión temporal, y
• La dimensión social.
La primera de ellas se refiere a la cantidad de objetos que entran a una relación determinada. En esta dimensión reducimos complejidad definiendo como entorno relevante una cierta cantidad de objetos en una relación sistema entorno, `ignorando' temporalmente los otros objetos existentes. La dimensión temporal está referida a la extensión del sistema en el tiempo, o sea a la diferencia entre el pasado, el presente y el futuro. Los sistemas están constituidos en el presente, el cual se constituye a partir de la diferencia entre dos horizontes temporales: el pasado y el futuro. El pasado es complejidad reducida, mientras que el futuro son todas las posibilidades posibles. La historia de un sistema es una historia de selecciones, donde se mantiene presente tanto lo elegido como lo no elegido. Debido a que los sistemas temporalizan sus elementos, se encuentran obligados a temporalizar las relaciones entre éstos, es decir, a constituirse a sí mismos en forma de proceso. Esto no quiere decir que los sistemas sean una suma de procesos, sino que todo lo que está presente en un sistema social tiene aspecto de proceso (Rodríguez y Arnold, 1990: 111).
Por último, la dimensión socia/se refiere a la pluralidad de actores presentes en la relación. A mayor cantidad de actores, mayor es la complejidad, la cual se resuelve, como vimos, a través del sistema de expectativas.
Desde esta perspectiva, no podemos entender a cada persona en forma independiente del sistema social en el cual se inscribe, como tampoco podemos entender al sistema social independientemente de las personas que constituyen su entorno. La relación entre ambos sistemas va definiendo un universo de sentido que es común a los dos y una estrategia de selección de posibilidades. De aquí se deduce que para el análisis que tiene por objetivo comprender los procesos ocurridos en la vivienda, nuestra elección metodológica implica incluir tanto a las personas (individualmente), como a la familia (su sistema más inmediato), como también al sistema social inmediato (su barrio). Por otra parte, también postulamos que la vivienda y su entorno (conjunto residencial) constituyen el entorno físico en donde transcurre la vida de las personas y donde se constituyen los sistemas sociales. Si postulamos la relación entre sistema y entorno como una relación entre complejidades, en donde necesariamente existe un acoplamiento estructural y una interpenetración de los sistemas (dado que cada sistema debe dar cuenta de la complejidad de su entorno), esta visión nos permitirá analizar la vivienda como un universo de posibilidades, en donde todas las relaciones son posibles.
La vivienda, como problemática a ser analizada, presenta características de alta complejidad, en especial a lo referido a la dimensión real y dimensión social, puesto que involucra un sinnúmero de relaciones entre elementos físicos y personas, las cuales deben ser cuidadosamente estudiadas.
Resumiendo, entenderemos a la vivienda y su entorno como una realidad compleja, en donde conviven constantemente múltiples sistemas, tales como el individuo, la familia, el barrio, lo físico. Para estudiar esta realidad se hará necesario estudiar a cada sistema por separado, para luego comprender y analizar la relación entre ellos, que en conjunto forman el todo.

3. IMPACTO DE LA VIVIENDA SOCIAL DESDE LO PSICOLÓGICO

Una constante a lo largo de la historia de la psicología ha sido el intento por determinar las causas o factores que determinan las maneras en que el ser humano piensa, siente y actúa. En consideración de ello, desde fines del siglo pasado hasta la primera mitad de éste, fue común, luego de que Darwin diera a conocer su teoría de la evolución, que la literatura e investigaciones se centraran en torno al estudio de las determinantes biológicas y/o hereditarias que parecía configuraban y causaban la manera de ser del hombre. A pesar de ello, luego de la Segunda Guerra Mundial y en función de las limitadas conclusiones a las que se había llegado con un enfoque puramente biológico, se dio paso a una postura eminentemente ambientalista, en donde el toco de investigación se concentró en el contexto y el medio que rodea a los individuos.
En la actualidad se ha preferido dejar de lado la utilización de enfoques polares o dicotómicos en el estudio de los factores que determinan la condición de ser del hombre, pasándose así de una visión parcial (atomista) del mismo a otra ecléctica o interaccionista (Allport, 1980; Amelang, 1991). Por lo tanto, pensar hoy en día que las personas son individuos configurados puramente por su herencia biológica o por e/ ambiente que los rodea, resulta ser una posición demasiado limitada y sesgada. Más bien, parece correcto señalar que somos un todo, que nace y se desarrolla a partir de lo biológico, de lo psicológico y de lo socias es decir, a partir de nuestra herencia genética individual y como especie (biológico), desde el modo de vivenciar y actuar frente al mundo tanto personal como circundante (psicológico), así como también, en función de nuestra condición gregaria o de vivir y convivir con los otros y el ambiente (social).
A partir de la década de los años 60 se produce un salto cualitativo importantísimo en el modo de comprenderla naturaleza de la interacción del hombre con sus semejantes y con el entorno. Ya sea por la influencia del existencialismo, la psicología de la forma (Cestalt), la teoría general de sistemas o los cambios político-sociales de la época, se pasa de una posición lineal tipo causa-efecto en la concepción de la interacción del hombre con el ambiente - entendiéndose por tal al entorno físico y las personas con las cuales se relaciona el individuo- a una visión dinámica o circular del mismo fenómeno. Concretamente, se deja de concebir al hombre como un ser que sólo "reacciona" frente a estímulos y se pasa a considerar que él, junto con verse influido por el medio, influye de igual manera a éste, produciéndose así una interacción y modificación mutua e interdependiente.
Ahora bien, en el marco de los cambios ocurridos al interior de la psicología a lo largo del siglo, y en consideración de las múltiples modificaciones a las que se han visto expuestas las urbes del mundo, como consecuencia de la explosión demográfica y los avances tecnológicos, así como también en función de la cada vez mayor contaminación ambiental, se ha desarrollado a partir de distintas ciencias la necesidad de comprender los impactos de la interacción hombre-ambiente. En consideración a ello, a partir de las décadas 50 y 60, nace una nueva rama del conocimiento: las Ciencias Ambientales (Proshansky, Ittelson y Rivlin, 1993; Jiménez y Aragonés, 1986), que procuran reunir en un solo cuerpo las distintas ciencias del hombre -tanto físicas, naturales como sociales- con miras de alcanzar un conocimiento abarcativo, multidisciplinario y lo más completo posible acerca de las influencias que ejerce el ambiente sobre el hombre, así como también respecto de las influencias que el hombre ejerce sobre el medio que lo rodea y cobija.8
Considerando el marco teórico sistémico expuesto anteriormente, es importante advertir que dado el reciente surgimiento de ésta rama del saber, resulta necesario exponer previamente algunas premisas básicas de trabajo, por cuanto la misma aún no termina de definir por completo su objeto de estudio. Lo anterior obliga, entonces, a fijar los límites dentro de los cuales se desarrolla la discusión del tema; para tal efecto se enuncian algunas premisas esenciales, las cuales se exponen a continuación:

1. El hombre y el ambiente forman sistemas de mutua influencia, determinándose ambos de modo recíproco. En otras palabras, el ser humano crea el ambiente, a la vez que este último actúa sobre el primero, desarrollándose de este modo un intercambio de energía y productos.
2. El ser humano, al convivir con su ambiente, modifica sus pautas de pensamiento, sentimientos y actos, intentando con ello adaptarse al medio que lo rodea.
3. Al adaptarse a su medio, el hombre necesariamente modifica al mismo, por cuanto este último se transforma en una prolongación de su persona.
4. Como prolongación, el medio se ve alterado de modo real o imaginario, modificándose así sus pautas de configuración iniciales.
5. En contrapartida, dada la naturaleza bío psico-socialdel hombre, existen elementos ambientales que favorecen o frenan el desarrollo integral del individuo; los primeros permitirán su crecimiento e individualización como personas (una temperatura adecuada, aislacíón acústica, un espacio que de cabida al desplazamiento e intimidad y no al hacinamiento, etc.), en tanto los segundos, alterarán su funcionamiento, llegando incluso, en casos extremos, a la eliminación - muerte- de los mismos (contaminantes ambientales de todo tipo, hacinamiento, falta de estímulos ambientales necesarios para un desarrollo adecuado del sistema nervioso central, etc.).
6. Como reflejos de la cultura, los ambientes físicos construidos se ajustan a las pautas de rol, estatus y socialización recibidos por el sujeto. Por lo mismo, una planificación ambiental que no considere tales factores, unidos a los ya mencionados anteriormente, pudiera afectar la estabilidad biológica, psíquica y/o social del individuo.
7. El estudio del ambiente construido y natural permite detectar sus efectos sobre el ser humano y, con ello, se hace posible determinar, de modo objetivo, algunos estándares necesarios para promover la salud de las personas.
8. Asimismo, la observación del ser humano en contacto con sus medios da cabida a la posibilidad de detectar aquellos factores que estimulan su desarrollo, a la vez que también permitirá la posibilidad de identificar las variables que perjudican su crecimiento.
9. Finalmente, la vivienda, la escuela, los lugares de trabajo, los recorridos que hace la persona dentro de ciudades o pueblos, las variables climáticas y ambientales, en general, son prolongaciones del si mismo o personalidad del sujeto, por cuanto configuran su realidad o mundo en el que se vive y convive junto a otros seres humanos y consigo mismo.

Aunque no exhaustivas, pero si aclarativas, las premisas antes expuestas, permiten dar cuenta que la interacción hombre-ambiente es un fenómeno sumamente complejo. Asimismo, queda claro que la investigación en este ámbito del saber tan solo comienza, por lo que considerar el tema de la vivienda y comportamiento en la perspectiva de una relación sistémica resulta ser un intento por entraren este aún virgen terreno.
Postulamos, a modo de hipótesis de trabajo que la actual vivienda social, a pesar de entregar beneficios reales a sus usuarios, tales como cobijo y protección, imponen un conjunto de dificultades y frenos al desarrollo integral de quienes viven en ellas. De modo particular y en función de lo anterior, se expondrán algunas conclusiones respecto de las variables que afectan a quienes habitan estas viviendas.

A. Vivienda y cultura

Al vivir en comunidad, como bien es sabido, los seres humanos necesitamos de ciertas pautas o normas que rijan nuestro comportamiento, de modo tal que sea posible el vivir y convivir con otras personas. En función de ello, nace la cultura y con ello la identidad de un país. Ahora bien, igual fenómeno se produce en grupos pertenecientes a una nación, derivándose así subculturas. Ambos, país y grupos, requieren de un proceso de internalización de las pautas de relación o socialización que los identifique y distinga de otros, de lo contrario no existirían. Asimismo, si las pautas
de socialización a las cuales están acostumbrados a apegarse, se ven alteradas, pueden producirse fenómenos como la anomia, la pérdida de identidad cultural, patologías mentales como psicosis reactivas o trastornos neuróticos, etc.
Consideramos que en muchas ocasiones, a la hora de levantar un conjunto habitacional, no se considera a cabalidad la socialización y cultura previas a la cual se han visto expuestos los usuarios de las actuales viviendas sociales. Por lo mismo, se intenta tan solo aplicar un esquema estándar de construcción, pasándo por alto a los individuos que lo habitarán, a la vez que se crean factores negativos, generadores de estrés o patologías mentales. De este modo, resulta imprescindible preguntarse si las nuevas viviendas sociales dan cabida a las antiguas pautas de interacción y uso del espacio; o si éstas se han modificado. y, de haber ocurrido esto último, ¿las actuales pautas de interacción y uso del espacio facilitan o frenan el desarrollo individual y familiar. En lo particular, se estima que lo frenan, según lo que se verá a continuación.

B Vivienda e individuo

Cuando se analiza la vivienda en si misma, es posible distinguir, de acuerdo a Krasner (1980), tres aspectos de ella: los rasgos fijos, los rasgos semi-fijos y las variables ambientales. Los primeros se refieren a aquellos elementos del espacio que resultan difíciles de modifar, tales como murallas, metros cuadrados construidos, instalaciones, etc. Por otro lado, los rasgos semi-fijos aluden a los muebles o la decoración, en tanto que las variables ambientales incluyen la temperatura, la iluminación, el ruido, la contaminación del ambiente, etc. (Krasner, 1980 en Jiménez y Aragonés, 1986, págs. 151-152).
Al ser considerada la clasificación antes señalada, cabe preguntarse si: ¿al definirse la cantidad de metros cuadrados construidos para una vivienda social, se piensa en que ella da cabida a la movilidad dentro del espacio? (rasgos fijos), ¿Los muebles, estanterías o artefactos en general pueden variar de posición, entregando así libertad de elección en su distribución o reubicación? (rasgos semi-fijos). En relación a lo último, A. E. Parr (1964-1965) destacó la importancia de la variabilidad del ambiente, la necesidad de cambio, para la variedad de lo que podría llamarse el campo del estímulo. La sugerencia global consiste en considerar que, a menos que estén restringidos terminantemente, la mayoría de los organismos superiores se comprometen en un proceso activo de búsqueda de esta variabilidad, si es que no pueden encontrarla en los alrededores inmediatos. Desde luego, tales estímulos pueden ser suministrados por muchas otras fuentes aparte del ambiente planificado..."
(David Stea, 1965, pág. 70-71 en Proshansky, ltellson y Rivlin, 1983). Finalmente, si se consideran las variables ambientales, ¿la materialidad utilizada permite a los usuarios protegerse de agentes nocivos como el ruido, el frío, el calor o la falta de luminosidad, todos ellos generadores de estrés e irritabilidad?
Por otra parte, cabe señalar tres conceptos importantes:
• La privacía,
• La territorialidad y
• El hacinamiento.
Con el primero se denota la capacidad que tiene el sujeto para encontrar algún lugar particular que le permita la reflexión y distensión. En el caso particular de la vivienda social parece que esto no se consigue del todo, lo cual acentúa la falta de poder ensimismarse, necesario para el autoconocimiento y desarrollo del psiquismo o personalidad, el cual se
inicia desde la más temprana infancia. Si no se entregan los elementos básicos para su crecimiento se pueden detener o menguar habilidades y capacidades importantísimas para la movilidad social y el desarrollo de las potencialidades innatas de todo sujeto.
En relación a la territorialidad, que se refiere al espacio que el individuo reclama como propio o de su grupo, defendiéndolo a toda costa de otras personas que intenten invadirlo. Claro está que la vivienda social se convierte en ocasiones en territorio para sus usuarios y por ello entrega un lugarde pertenencia e identidad, pero ¿qué pasa cuando este espacio, en vez de ser holgado, es reducido y genera hacinamiento?, ¿el territorio particular de la familia se consigue o nace de un mega-territorio, constituido por vecinos y transeúntes, perdiéndose así la posibilidad de que se desarrolle una identidad personal y familiar?, ¿es posible la intimidad o sólo se genera promiscuidad? Cabe aclarar que hasta el día de hoy no se ha podido determinar con certeza absoluta el espacio mínimo que necesita una persona para vivirdentro de una vivienda (Proshansky, ltellson y Rivlin, 1983; Jiménez y Aragonés, 1986), pero sí queda claro que cuando en un espacio de 42 mts2. conviven 6, 8 o 9 personas, se puede producir con
seguridad hacinamiento y, con ello, incomodidades evidentes que está de más señalar. Lo que si resulta importante indicar, es que a medida que aumenta el número de personas en un espacio reducido se genera irritabilidad y estrés, dada la falta de privacía, movilidad o postergación obligada a veces, de satisfacer necesidades fisiológicas tan básicas de eliminación como defecar u orinar (Proshansky, ltellson y Rivlin, 1983).
Ampliando lo ya expuesto sobre el hacinamiento, se debe agregar que el mismo, según Plant (1930), produce a lo menos cuatro efectos psicológicos
nocivos para el desarrollo de todo individuo: a) desafía el sentido de individualldadcomo consecuencia de la promiscuidad, b) desafía las ilusiones que el niño se hace de las demás personas, por cuanto se ve obligado a vivir en el mundo pragmático de adultos, perdiéndose así la ilusión respecto de un padre-héroe o la idealización de una sociedad distinta, c) desafía la ilusión relativa al sexo, primando los aspectos físicos del mismo, sin la complementación necesaria de aquellos que resultan simbólicos para el desarrollo de una sexualidad sana y responsable y d) se dificulta el aprendizaje de una habilidad tan necesaria como el estudio objetivo del mundo, en el sentido de lograr separarse de los hechos por un instante para así poder reflexionar adecuadamente acerca de los mismos (Plant, 1930 en Proshansky, lttelson y Riviin, 1983, pág. 425).

C. Vivienda, familia y comunidad

Por su parte, a nivel de la familia cabe preguntarse: ¿qué ocurre con la vida íntima de la pareja, con la relación de padres e hijo yfo con la interacción entre hermanos cuando no existe un espacio físico que permita la diferenciación y desarrollo de estas tres instancias propias de cada familia? 9, ¿qué ocurre con las pautas de normatividad y cariño dentro de un ambiente hacinado? ¿no se confundirán entre sí, produciéndose conflictos innecesarios y distorsiones respecto al rol de los padres, los cuales, en vez de proyectar o desempeñar claramente sus funciones de protección y educación, se distorsionen en una imagen castigadora más que acogedora?
Por otro lado, al considerara los vecinos o comunidad, ¿qué ocurre cuando quiénes viven en casas pareadas deben necesariamente, como consecuencia de la precaria aíslación, enterarse de lo que ocurre en la(s) vivienda(s) del lado?, ¿qué sucede cuando la pareja discute o intenta tratar problemas íntimos de la familia sabiendo que existe una alta probabilidad de que sus vecinos se enteren de lo que conversan?, ¿habrá que recurrir siempre al uso de la radio o televisor en volúmenes altos para así filtrar y distorsionar lo que ellos necesitan hablar en privado, aumentándose con ello innecesariamente factores estresantes como el ruido, el cual genera un desgaste y cansancio extra a una situación de por si ya ingrata y complicada?
Resulta evidente que es el momento de adoptar una actitud más comprometida a la hora de planificar y programar el diseño y construcción de viviendas sociales. No cabe duda que al momento de ejecutarse las actuales viviendas se ha intentado favorecer más que perjudicar a sus habitantes, pero también es necesario reconocer que en muchas ocasiones se peca por omisión como consecuencia del desconocimiento del impacto real de nuestras decisiones.
En la actualidad se ha podido comprobar que a mayor cantidad de elementos estresantes en el ambiente, se generan altos niveles de irritabilidad y cansancio, los cuales, a medida que pasa el tiempo, van deteriorando las capacidades del individuo y con ello, las habilidades de relacionarse con la familia y otras personas. Por ejemplo, entre otras consecuencias, aumentan los niveles de agresión verbal al interior de la familia, se estimula el alcoholismo, el maltrato infantil es promovido por el hacinamiento y otras variables, se despierta y materializa el deseo de satisfacer necesidades afectivas fuera del hogar, etc. Asimismo, aunque sin responsabilizar del todo a la vivienda, modificando
las actuales pautas de construcción, se podría contribuir a la reducción del índice de depresiones por habitante en Chile. Por último, es momento de iniciar investigaciones que contemplen no sólo la materialidad de la construcción, sino también el impacto psicológico-conductual de los diseños de forma balística, considerando especialmente la integralidad de la experiencia bío-psico-social humana, por cuanto se podrá aportar más antecedentes para lograr los objetivos habitacionales y reforzar las expectativas nacionales de aproximarnos a una sociedad más justa, más libre, más equitativa y fraterna.

NOTAS

6 Chile-MINVU. Memorias MINVU, 1990-1994
7 Según Max-Neef, los satisfactores que no son sinérgicos, son pseudo-satisfactores, satisfactores singulares, inhibidores e incluso violadores o destructores.
8 Para mayor información, se sugiere consultar el libro Psicología Ambiental: El hombre y su entorno físico, de Harold Proshansky, William ltteison y Leanne Rivlin (1983), por cuanto dicha obra reune un material de suyo interesante para quienes deseen interiorizarse acerca del objeto de estudio y alcances de la Psicología Ambiental.
9 Resulta interesante aclarar que en el ámbito de la Psicología Familiar se distinguen tres instancias o subsistemas que, en su conjunto, conforman aquello que llamamos o entendemos por familia. Dichos subsistemas son: a) el conyugal o propio de la pareja; b) el parental, relativo a la interacción que se genera entre padres e hijos y c) el fraterno, el cual se refiere a la relación que se establece entre hermanos.

BIBLIOGRAFÍA

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Jiménez, F. y Aragonés, J. "Introducción a la psicología ambientar. Alianza Editorial S.A., Madrid - España; 1986. Maslow, A.H. "Motivación y Personalidad. Barcelona, España. Editorial Sagitario S.A. 1954.
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