Revista invi Nº 59, Mayo 2007, Volumen 22: 13 a 34

PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y EL RESCATE DE LA CIUDAD

CITIZEN INVOLVEMENT AND THE CITY'S RESCUE

Mauricio Hernández Bonilla

Arquitecto mexicano con Maestría en Artes del Diseño Urbano y Doctorado en Urbanismo por la University of Newcastle upon Tyne, Inglaterra. Actualmente Profesor-Investigador en Diseño y Planificación Urbana en la Universidad Veracruzana en México. E-mail maurhernandez@uv.mx

En la actualidad, en las sociedades democráticas, la participación ciudadana es un elemento esencial en los procesos de desarrollo urbano. Cada vez es más frecuente, la participación de la ciudadanía como requisito en la toma de decisiones y se va demostrando ampliamente que la participación de la gente es fundamental para el sostenimiento del desarrollo en el largo plazo. Sin embargo, los procesos participativos y principalmente la participación de la gente todavía no adquieren un papel dominante en la gestión de las ciudades. Este artículo reflexiona sobre procesos de desarrollo y diseño urbano específicamente en relación al papel de los ciudadanos en la planeación e implementación de estrategias de renovación y regeneración que conduzcan a la recuperación de la habitabilidad perdida en los espacios urbanos. Este artículo argumenta que, es necesaria una ciudadanía profundamente involucrada en la problemática de su entorno, en las diversas acciones que conllevan a la solución de problemas, en la satisfacción de necesidades y en general en la conformación de un desarrollo urbano sostenible.

Palabras clave: Participación ciudadana, participación social, regeneración urbana, desarrollo urbano, estudio de casos.

In present democratic societies, citizens´ participation is an essential element within urban development processes. Increasingly, citizen participation represents a requirement in decision making processes and it is widely demonstrated that people's participation is fundamental to sustain development in the long term. However, participatory processes and mainly citizen participation still do not acquire a dominant role in city management. This article mainly reflects on processes of urban development particularly in relation to citizens´ role in the planning and implementation of renewal and regeneration strategies leading to recover the lost liveability of urban spaces. This paper argues that, it is necessary a citizenship profoundly involved in the problems of their environment, in the different actions that lead to solutions and the satisfaction of needs, and in general in the configuration of a sustainable urban development.

Keywords: Citizen participation, social participation, urban regeneration, development, study cases.

INTRODUCCIÓN

Dentro de los procesos de desarrollo urbano, la participación de la ciudadanía es fundamental para llevar a cabo procesos verdaderamente sustentados en realidades locales y en congruencia con la sociedad que habita determinado territorio. En la actualidad, con mayor frecuencia, los habitantes son invitados para expresar sus opiniones sobre los planes y propuesta que autoridades preparan con asistencia de los profesionales. Pero más importante aún, los habitantes son invitados e integrados para participar activamente y con compromiso en la preparación de propuestas, planes y su implementación (Holmgren y Svensson 2001). La participación de la ciudadanía ha cobrado gran relevancia, desde que ha adquirido un reconocimiento como actor fundamental en los procesos democráticos de desarrollo urbano. A través de la participación ciudadana se asegura la viabilidad y factibilidad de planes y propuestas, es decir, se asegura el sustento principal y la razón de las intervenciones en las ciudades; además los involucrados adquieren una responsabilidad compartida sobre el éxito de la implementación así como del seguimiento y continuidad de dichas intervenciones a largo plazo. El rescate urbano al que nos referimos en este artículo, en su sentido amplio involucra procesos de mejoramiento, revitalización y regeneración de la ciudad y de sus barrios. En cualquier caso, no se puede concebir procesos de rescate urbano sin una legítima participación de la ciudadanía. Esto quiere decir, que para la creación de oportunidades y condiciones favorables para el desarrollo sostenible de la ciudad y sus habitantes de forma duradera es indispensable el establecimiento de procesos colaborativos, participativos e incluyentes en donde actores de diversa índole y posición contribuyen a la construcción y desarrollo de la ciudad. En la actualidad un desarrollo ur- bano integral y con visión de sustentabilidad no tiene lugar si no se planea, diseña e implementa bajo estas condiciones.
La participación ciudadana es un aspecto que se entrelaza con los diversos procesos y etapas de producción urbana. Este texto hace una revisión de casos de intervención que contribuyen al rescate de nuestras ciudades, en donde la participación de la ciudadanía ha jugado un papel fundamental en la planeación y en la implementación de estrategias y acciones de intervención. Su objetivo es reflexionar sobre los procesos participativos en la gestión de la ciudad, beneficios e impactos y la manera en que la ciudadanía se involucra en torno al rescate de su ciudad. El artículo surge principalmente de fuentes documentales, ya que este es producto de la etapa inicial de una investigación en progreso sobre procesos de gestión colaborativa-participativa en relación a acciones de intervención urbana en el contexto de la ciudad mexicana. En su etapa inicial, la investigación contempla una revisión bibliográfica y documental de casos de mejoramiento, revitalización y/o regeneración urbana significativos en diversos contextos, con el fin de identificar buenas prácticas que puedan retroalimentar estos procesos para el caso mexicano. De manera complementaria, el artículo también integra información proveniente de entrevistas que el autor actualmente realiza a actores (habitantes y profesionales) involucrados en casos de gestión urbana participativa en el contexto local. Iniciaremos revisando el concepto de participación ciudadana en la planeación y diseño urbano y posteriormente reflexionamos algunos casos de producción urbana participativa en diversos contextos del orbe.

LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

A través de una revisión de la literatura en torno a esta temática podemos encontrar diversas definiciones, algunas dirigidas al desarrollo social, otras al desarrollo urbano y sus diversas escalas, y en general a la arena política inherente de una sociedad, sin embargo en esencia similares. Por ejemplo, Naciones Unidas define la participación como "el compartir de la gente en los beneficios del desarrollo, la contribución activa de la gente para el desarrollo y el involucramiento de la gente en los procesos de toma de decisión a todos los niveles de la sociedad" (Desai 2001:119). Esta definición ubica a la gente como beneficiario del desarrollo, como actor activo en la búsqueda del desarrollo, y así también, como actor que toma deci- siones para alcanzar dicho desarrollo. Por otro lado, Arnstein (2000) argumenta que participación significa:
Poder ciudadano, es decir, la redistribución de poder que habilita a los ciudadanos desposeídos, actualmente excluidos de los procesos económicos y políticos, para ser deliberadamente incluidos en el futuro.
Arnstein integra la idea de redistribución de poder, es decir hacer valer al ciudadano dentro de los procesos de desarrollo. Estas definiciones tienen un enfoque amplio de la cual podemos desprender conceptualizaciones relacionadas con el desarrollo urbano y los proyectos encaminados al rescate del espacio urbano. Al respecto, Roe (2000:59) argumenta que la participación de la comunidad en la construcción de un ambiente urbano más agradable tiene lugar cuando la gente que vive en cierto territorio barrial consigue articular un deseo colectivo para la transformación, para un cambio; a través de su participación en la planeación e implementación de ese cambio, y su participación en el mantenimiento y construcción de ese cambio en el futuro. Por otro lado, para Borja y Muxí, la participación de la ciudadanía en los proyectos urbanos significa "un debate político y cultural en el que han de intervenir muchos actores, residentes presentes y futuros, usuarios de trabajo, de ocio y ocasionales o de paso; el debate ciudadano ha de estar orientado por objetivos políticos explícitos, es necesario hacer emerger los valores culturales y los intereses sociales implícitos, todas las personas han de tener su oportunidad, lo que exige proporcionar medios a quienes no los tienen, por edad, género, o marginación social o cultural". Roe hace hincapié en la asociación colectiva para llevar a cabo las transformaciones urbanas, mientras que Borja y Muxí enfatizan sobre la arena política en que se debe debatir y además discuten cómo se debe discutir el proyecto urbano. Como podemos darnos cuenta, participación puede representar diversos significados a la diversidad de gente y actores involucrados en los procesos de planeación y producción urbana.
Arnstein (2000) identifica las diversas variaciones en significados atribuidos a este término a través de su "escalera de participación". El trabajo de Arnstein, a pesar de los años, todavía resulta ser una herramienta útil y vigente, ya que a pesar de los cambios democráticos de muchas sociedades, se siguen observando prácticas que evidencian que no ha existido una evolución significativa en los procesos de participación. La escalera de la participación de Arnstein identifica desde formas ilusorias de participación, la cual ella conceptualiza como manipulación y terapia, a través de grados de participación meramente simbólica o "tokenismo": como la información, la consulta y la conciliación; en los peldaños más altos de la escalera se localizan: la asociación, delegación de poder, y finalmente el control ciudadano, los tres últimos peldaños significan el otorgamiento de un mayor grado de poder ciudadano, es decir una redistribución de poder en donde el ciudadano adquiere un poder real para decidir sobre planes y estrategias para su propio desarrollo. Es importante distinguir que los distintos grados y modos de participación están valorados en relación con el nivel de control que la gente involucrada tiene sobre las decisiones y con el nivel de comprensión que existe sobre las consecuencias de éstas (Romero, G. y Mesías, R. 2004). De esta manera, Romero y Mesías (2004) explican que la participación como información implica solamente que la gente conozca las decisiones tomadas previamente por alguien más; la consulta, en diversas estructuras de planificación democrática es un asunto obligatorio, pero muchas veces esta se vuelve un requisito y no garantiza que las opiniones sean tomadas en cuenta. La delegación sucede cuando se responsabiliza a una persona o grupo la capacidad de tomar decisiones. La asociación, significa la alianza; es un proceso participativo más real y efectivo en donde se establecen mecanismos de decisión conjunta y colegiada, es decir, co-gestión. Finalmente, el control ciudadano, lo que va en lo alto de la escalera, significa que la ciudadanía toma sus propias decisiones, es decir toma el control.
Para algunos otros autores, la identificación de los distintos niveles de participación, dan luz sobre la falta de comunicación entre el "planificado" (los habitantes) por un lado, el planificador, el diseñador urbano y el político por el otro. Para el primero la expectativa de planificación significa tener la última palabra en el proceso de toma de decisiones, mientras que para el profesional (arquitectos, diseñadores urbanos) y el político usualmente significa "publicidad y con- sulta". La frase "más participación", puede significar para el público una forma más intensiva de participación, es decir alcanzar un nivel más alto en la escalera, mientras que para el profesional y el político, mayor participación puede significar un proceso más intensivo de consulta y/o información (Moughtin 1999:14). Una participación real de acuerdo a Arnstein, los tipos localizados en lo alto de la escalera, requieren de técnicas que involucran activamente a los individuos en la creación del plan, diseño, construcción, responsabilidad en la administración e incluyendo participación en los beneficios económicos que del desarrollo y mejoramiento urbano puedan emerger.
En la participación continua del usuario con el hábitat, la participación debe presentarse en varios niveles desde una escala amplia a nivel urbano-regional, pasando por el uso social del espacio urbano (ciudad), el espacio residencial (barrio), hasta la escala base como lo es el espacio familiar (vivienda). Dentro de las diversas etapas de desarrollo urbano, Romero y Mesías (2004) argumentan y estamos totalmente de acuerdo que la participación debe integrarse en la (a) planeación, en la percepción de la situación actual, la definición de objetivos, estrategias y prioridades; (b) en la programación y presupuesto para garantizar una eficaz utilización de los recursos para alcanzar los objetivos; (c) en el diseño, esto es en la definición de la configu- ración física de los distintos componentes del espacio urbano; (d) en la construcción, estableciendo responsabilidades para el mantenimiento y gestión/ administración; y finalmente, (e) en la operatividad, asegurando un mantenimiento y gestión más eficaz y de menor costo (Romero y Mesías 2004). Sin embargo, los niveles de participación que pueden otorgársele a la ciudadanía dependen del ámbito espacial, ya que si hablamos de un ámbito espacial a un nivel de nación, región, metrópolis o incluso distrito, un nivel de participación caracterizado por el control total y la delegación de poder en los ciudadanos es imposible. A este nivel los ciudadanos delegan el poder a sus representantes electos, de esta manera la ciudadanía participa en la toma de decisiones y generación de ideas, solamente a través de la consulta, asambleas públicas, encuestas e incluso plebiscitos. Por otro lado, es en el ámbito barrial y habitacional, es decir en unidades espaciales más pequeñas, en donde la descentralización y delegación de poder y la toma de decisiones puede ser totalmente transferida a la ciudadanía. Es en el ámbito barrial, donde es viable una participación ciudadana en las diversas etapas del desarrollo urbano, ya que es en la calle, el conjunto habitacional obloque de viviendas donde la asociación, la delegación de poder y control ciudadano puede responsabilizarse de la planeación, gestión, diseño, construcción, administración y mantenimiento de un proyecto de transformación. Sin embargo, independientemente de la escala espacial, un proceso urbano participativo tiene lugar cuando, a través de instrumentos sistemáticos y bien definidos, las voces interesadas son escuchadas y tomadas en cuenta en las diversas etapas de producción de la ciudad. Además, el usuario de la ciudad, el habitante común y corriente de la calle, el barrio y la ciudad es actor activo y no pasivo, de las transformaciones que suceden en el ambiente que vive, que le pertenece, y del cual es parte. Una participación ciudadana real, contribuye a un desarrollo más sostenible y coadyuva a un desarrollo urbano de largo plazo. Los procesos y resultados psicosociales que se derivan del involucramiento ciudadano en la transformación del territorio como lo son la identidad, la apropiación, el sentido de pertenencia y comunidad conllevan al cuidado, compromiso y responsabilidad colectiva por la conservación, cuidado y mejoramiento permanente y durable del entorno urbano a sus distintas escalas.
En procesos efectivamente participativos, los profesionales, es decir el planificador, el urbanista, el diseñador urbano y el arquitecto pierden mucho de su habilidad para decidir el resultado del proceso de desarrollo urbano (Moughtin 1999). Es decir se lleva el proceso de decisión a un ámbito político, en donde la negociación, el consenso y la colaboración entre actores entran en juego y donde las decisiones de planificación evidencian su naturaleza política, sobre su carácter meramente técnico. La interacción político-social de un proceso participativo se da entre los pobladores, con sus diferencias intrínsecas de edades, género, intereses, necesidades, ocupaciones, habilidades, enfoques, etcétera, y entre el conjunto de instituciones y organizaciones, además de otros actores que también poseen su propia manera de percibir la realidad, así como distintas capacidades para realizar aportaciones durante el análisis y en la ejecución de las transformaciones urbanas (Romero y Mesías 2004).
Por otro lado, hay que tener en cuenta lo que Moughtin (1999:14) afirma: "la gente debe estar involucrada voluntariamente, la participación tampoco debe ser impuesta: debe de emerger de la comunidad". Idealmente, de la comunidad deben emerger ideas, proyectos para atender necesidades; de una comunidad informada, organizada e identificada con su territorio emergerá la participación. Por otro lado, en una sociedad donde domina la inequidad, la fragmentación y el individualismo, se presentará el nulo o menor grado de identificación colectiva y territorial, así difícilmente ten- drá lugar la participación. La participación ciudadana evoluciona lentamente, en muchos casos no se establecen reglas claras y frecuentemente se minimiza y desgasta su importancia en la retórica política.
A pesar de la expedición de leyes y reglamentos en los diferentes niveles de gobierno, su eficacia es limitada y encontramos aún rezagos importantes que impiden que los ciudadanos se involucren efectivamente con su ciudad, en algo más que consultas o comités para obras y servicios públicos (Rodríguez Villafuerte 2004:55).
Por otro lado en muchos contextos urbanos existe una carencia de políticas encaminadas al fortalecimiento de la participación ciudadana. Borja y Castells (1998) argumentan que la alternativa para atender las emergentes e inciertas demandas urbanas, en un marco de crisis estructural contemporánea de los Estados nacionales, es el desarrollo de políticas citadinas locales destinadas a fortalecer la participación ciudadana, su legítima representatividad y la equidad social, aspectos totalmente ausentes en las anticuadas políticas urbanas que actualmente se aplican -salvo algunas excepciones- en la mayoría de las grandes regiones metropolitanas del mundo (Ramos 1998) Frecuentemente no se logran conformar procesos participativos reales, congruentes con los avances democráticos de la sociedad; en muchos otros contextos, el desencanto de la ciudadanía, en cuanto a la atención de los problemas por parte de las autoridades, ha conducido a una desconfianza y apatía por la asociación barrial y la movilización social en torno a los problemas urbanos. Para que la participación emerja verdaderamente de la comunidad se requiere la existencia de individuos interesados y preocupados por su propio desarrollo y el de la colectividad, de igual manera se hace necesaria la existencia de estructuras y reglas bien establecidas que motiven una legítima participación.

EL RESCATE DE LA CIUDAD Y EL PAPEL DE LA CIUDADANÍA

¿Por qué el rescate de la ciudad? El rescate de la ciudad involucra los procesos de mejoramiento, revitalización, rehabilitación y/o regeneración de la ciudad y sus barrios. Estos procesos implican diferentes situaciones de intervención e impactos, dependiendo del contexto en el que se lleven a cabo (periferia, barrios centrales y/o centros históricos) y de los alcances establecidos (desde mejoramiento físico hasta estrategias integrales de desarrollo social y económico). Sin embargo, aunque los alcances de intervención sean limitados, estos procesos deben contribuir a un rescate urbano, a un incremento en la cali- dad de vida urbana a través de intervenciones físico-ambientales, acompañadas de un impacto social y económico, reintegrando una mayor habitabilidad a los espacios que habitamos. ¿El rescate por quién? ¿Por sus habitantes? En los albores del siglo veintiuno, vivimos momentos cruciales en la transformación y desarrollo de nuestras ciudades. El siglo pasado fue testigo de la modernización, los cambios económicos, los progresos tecnológicos; así las ciudades, siendo por naturaleza polos de desarrollo social y económico, se convirtieron en nodos de urbanización y crecimiento masivo. Afortunadamente, es un hecho el reconocimiento a la crisis urbana que impera en muchos contextos, resultado de la poca o nula conciencia ecológica y aptitud social reflexiva. En general, todos los "urbanitas" hemos contribuido a la existencia de un permanente proceso de deterioro urbano, a través del desgaste de la calidad de vida, la creación de suburbios y periferias insostenibles, y el desgaste del patrimonio natural y edificado. Estos he- chos nos conducen a repensar la relación del habitante y el espacio urbano y a reflexionar en torno al papel de los habitantes y demás actores
involucrados (ej. instituciones, inversores, etc.) en la tarea de recuperar la habitabilidad perdida en las ciudades.
La temática de la sustentabilidad ha evolucionado de su estricto enfoque, reducido a la protección de los recursos naturales a una visión más amplia e integral en donde los procesos políticos-sociales y económicos en torno al desarrollo integral son también parte fundamental. En esta evolución los temas referentes al desarrollo del capital social, el empoderamiento o "empowerment" (en inglés) de la comunidad y la participación de la gente común a los procesos de desarrollo han ganado gran terreno. Ahora se considera la participación de la comunidad como un elemento fundamental para el desarrollo urbano y la gestión local sostenible. Sin la existencia de una comunidad informada, activa e involucrada en la solución de los problemas locales, un desarrollo y mejoramiento urbano real y efectivo surge difícilmente. Además, el Estado y la economía han demostrado su ineficacia en la creación de ciudades socialmente unificadas y económicamente exitosas -y ambientalmente sostenibles-, los roles del Estado y el mercado necesitan ser complementados (Docherty 2001); es en este escenario en donde la esfera política reconoce que la participación de la ciudadanía es imprescindible para la construcción y el desarrollo de la ciudad. En el ámbito urbano latinoamericano, y específicamente en los barrios más marginados, la comunidad se "empodera", es decir, aprovecha al máximo sus propias capacidades y recursos para resolver sus problemas urbanos cotidianos, organizándose para llevar a cabo el mejoramiento de su entorno. La ciudadanía ha demostrado una gran capacidad para emprender iniciativas en torno a la creación de una ciudad más amable. Ahora, los gobiernos locales deben asociarse con la ciudadanía para emprender el desarrollo urbano; desafortunadamente, en muchos casos los encargados de la gestión urbana no poseen una convicción de los procesos participativos o colaborativos como elemento fundamental de un desarrollo sostenible, y en general poco se permite a la ciudadanía involucrarse en el sentido amplio en las diversas etapas de desarrollo urbano. A continuación reflexionaremos sobre algunos casos de estudio en donde se han presentado distintos niveles y situaciones de procesos participativos en el desarrollo urbano, si bien estos casos no resultan ser casos perfectos sobre cómo se debe integrar la participación ciudadana en la construcción de la ciudad sostenible, indudablemente estos casos arrojan luz sobre la evolución de la participación y nos dejan diversas enseñanzas hacia la búsqueda de ciudades más habitables.

Temple Bar: la recuperación de la centralidad

El caso del Barrio de Temple Bar en Dublín (República de Irlanda) representa un caso interesante de regeneración urbana en el distrito central en donde la participación de la ciudadanía fue crucial para iniciar un ambicioso proyecto de rescate. Aunque un proceso participativo no tuvo lugar a lo largo y ancho del proceso de regeneración, este caso es interesante ya que nos muestra cómo a partir del interés y la participación de la gente local emerge un proyecto de rescate de gran relevancia para la ciudad. Así también, muestra cómo a pesar de los intereses de los distintos actores involucrados, el rol ciudadano fue decisivo para el fortalecimiento y redirección de ideas. Este rescate urbano se enmarca dentro de una estrategia integral de regeneración, que incluyó la renovación de monumentos, el mejoramiento ambiental, la reintegración del barrio central a las tendencias contemporáneas de vida urbana, mejoramiento en la gestión del transporte, la promoción de actividades culturales, oportunidades de turismo y el incremento de la actividad empresarial local. Hasta finales de los 80, Temple Bar era un lugar atractivo pero muy deteriorado, formado por una red de espacios públicos y edificios que datan de los siglos dieciséis y dieciocho (Roberts 1998). La zona se encontraba en gran abandono y fue adquirida por la compañía Nacional de Transporte para construir una central de autobuses en el centro de la ciudad, por lo que se tenían planes de demoler el área y construir el equipamiento requerido. Mientras se realizaban las gestiones para la realización de este proyecto, el área era habitada por grupos de bajos ingresos, también por artistas y pequeños comerciantes, aprovechando las bajas rentas inmobiliarias de la zona. Así de esta manera, fueron predominando en el área las galerías de artistas, estudios de grabación y ensayos, restaurantes, bares, clubes, librerías entre otras actividades culturales y de comunicación (Tavernor 2000). Para 1990, Temple Bar tenía una reputación como un lugar de descubrimiento, vitalidad y una gran diversidad de intercambio social y económico (Montgomery 1995). En este caso, los habitantes fueron los que iniciaron el proceso de rescate urbano de Temple Bar, logrando cambiar las ideas iniciales de las autoridades municipales y la compañía de transporte, eliminando la idea de la central de autobuses. En consecuencia evitaron la demolición de lugar, y fomentaron la renovación y promoción urbana para la creación de un distrito cultural. Lo relevante es que, sin financiamiento y solo con el apoyo de contactos personales, los comerciantes y artistas trabajando y viviendo en la zona, establecieron el Consejo de Desarrollo de Temple Bar (TBDC: Temple Bar Development Council), una organización de residentes con tal fuerza y convicción, logrando persuadir que la compañía de transporte desistiera de la propiedad y finalmente esta fuese transferida al gobierno de la ciudad. Posteriormente, el TBDC gestionó que el área de Temple Bar se incluyera en el Plan de Desarrollo de Dublín. También gestionó en conjunto con las autoridades el financiamiento para la regeneración urbana, obteniendo recursos de la Unión Europea. En consecuencia se crearon dos empresas para la implementación y desarrollo del proyecto: "Temple Bar Properties" y "Temple Bar Renewal Limited" (TBRL) en las cuales se involucraron como socios a miembros del TBDC. Finalmente a través de la asociación y el consenso de los distintos actores involucrados: desarrolladores, inversores, comunidad y gobierno, alcanzaron a realizar una de las regeneraciones urbanas más exitosas en Europa.
El mejoramiento de este barrio nos muestra una participación activa de sus residentes en la toma de decisiones en torno al futuro de su espacio urbano, lo que conllevó a la creación de un distrito cultural en pleno centro de Dublín. Temple Bar es un caso significativo respecto a la participación de la ciudadanía como gestora del rescate de su entorno, ya que el rescate emerge de los intereses de la comunidad, a través de una participación espontánea para la renovación del barrio, iniciando con el mejoramiento de sus edificios, todo esto en oposición a los intereses de la compañía de transporte, la cual no deseaba invertir en lo existente, más bien sus intereses estaban relacionados con la demolición. Así, los intereses comunitarios dirigieron el futuro de Temple Bar a su revitalización y regeneración en lugar de la desaparición. La cultura y actividades que los habitantes espontáneamente desarrollaban en el lugar fueron el detonante principal. Los habitantes representados por el TBDC fueron un actor focal en el proceso de gestión para alcanzar la regeneración de la zona, ya que fueron el actor-detonador de los procesos de gestión para el financiamiento y también participar en la generación de ideas sobre qué es lo que se debería hacer. Así TBDC produjo un documento con una buena cantidad de propuestas para el desarrollo de Temple Bar, las cuales fueron presentadas a los distintos niveles de gobierno, desde el local hasta el nacional. Aquí se presenta una combinación de propuestas que surgen de la gente local; además con la ayuda y facilitación del sector público se incluyen proyectos culturales, residenciales y comerciales de gran impacto.
La gobernanza en torno a la regeneración de Dublín ha evolucionado caracterizándose por una implementación basada principalmente en una democracia participativa, involucrando las asociaciones a distintos niveles y de acuerdo a la situaciones y condiciones de los proyectos, entre el centralizado gobierno Irlandés con actores muy locales a nivel de comunidad y con organizaciones sociales, de esta manera sobrepasando las formas tradicionales de los gobiernos locales y regionales (Payne y Stafford, 2004).
John Montgomery (1995) diseñador y planificador participante en la definición del programa regeneración de Temple Bar, describe el proceso urbano como uno de ayuda, un proceso de respeto y cuidado del lugar, facilitando que el lugar se desarrolle y rescate a sí mismo sin ser sometido a los designios puros del sistema de planificación desde arriba. Aunque podemos concluir que la participación ciudadana fue un actor importante al inicio del proyecto, y que los intereses de la ciudadanía fueron tomados en cuenta en la gestión y en la definición inicial de las estrategias, debemos reconocer que en las etapas de diseño e implementación, la gente de la zona, la participación de la ciudadanía se redujo considerablemente. Montgomery argumenta que una buena consulta fue llevada a cabo con los artistas, otros grupos y dueños de las propiedades, además de agencias locales de planeación. Sin embargo una participación ciudadana de manera más amplia no ocurrió. El diseño de las intervenciones corrió a cargo de firmas locales, de diseñadores jóvenes principalmente. Una maqueta de la zona fue construida y aquí participaron una gran mayoría de Arquitectos y Diseñadores Urbanos jóvenes de Dublín en las diversas etapas para la discusión de ideas; este ejercicio fue incluyente del gremio profesional de la ciudad. Sin embargo, por otro lado, un aspecto negativo es que esto estuvo muy poco abierto al público. También tuvieron lugar exhibiciones, eventos culturales, principalmente para mantener a la gente informada; además, el proyecto también fue altamente discutido en la radio, sin embargo procesos participativos en donde la ciudadanía participara en torno a la creación de ideas de diseño no sucedieron realmente. La participación de los habitantes se incluyó de manera representativa en la fase de implementación ya que el organismo creado para monitorear la implementación del proyecto (TBRL: Temple Bar Renewal Limited) estuvo integrado por un número de miembros del TBDC (empresarios, habitantes) así como por otros actores (autoridades y oficiales) para asegurar que todos los interesados fueran escuchados en los diversas etapas de desarrollo. Sin embargo, existieron momentos donde la información no fluía de manera que el público en general se mantuviera debidamente informado, esto a pesar de que a lo largo del proyecto se llevó a cabo la publicación de un boletín regular donde se informaba cómo iban sucediendo los cambios.
El caso de Temple Bar nos muestra diferentes matices de participación ciudadana. Es interesante ver cómo la participación de los actores interesados se presenta a distintos niveles. En algunos momentos se percibe una participación ciudadana activa, con un gran impacto en la gestión y planeación del proyecto, y en algunos momentos se observa una participación pasiva, que en las palabras de Arnstein significa un grado de "tokenismo" en la comunicación e información, siendo poco efectiva. A pesar de que se observan cambios en los procesos de gestión y de implementación de maneras tradicionales a procesos más democráticos, todavía se observan prácticas tradicionales en los diversos eventos dentro del proceso de regeneración.

Iniciativas de rescate en Latinoamérica

En el contexto de Latinoamérica también se registra una evolución en torno a la participación de la ciudadanía y el desarrollo urbano. Cabe recordar que la población en nuestra región ha sido un productor activo del entorno urbano, a través de su participación en el mejoramiento urbano, la obtención de servicios, vivienda y equipamientos. Por otro lado, la evolución de la democracia en la región también se ha manifestado en las maneras de hacer ciudad. Asimismo, se presentan procesos participativos en donde actores clave como la ciudadanía, las organizaciones, asociaciones civiles, entre otros, se involucran en la gestión de servicios, protección del patrimonio, mejoramiento urbano en general. En muchos casos, la participación de la ciudadanía ha evolucionado de su modalidad como mano de obra en el mejoramiento de barrios o cooperación económica, a ser un actor activo más, que participa en la planeación, implementación y/o gestión del espacio urbano, alcanzando en momentos importantes el "control ciudadano" y también la "asociación" en palabras de Arnstein. Un caso significativo es la planeación participativa que surge en Porto Alegre (Brasil), en donde a principio de los 1990 se presenta un cambio en la gestión local; a través de la implementación de procesos participativos de gestión municipal evolucionando de procesos democráticos representativos a procesos democráticos participativos (Lucía Meira 2000). Esto se manifiesta con la iniciativa de presupuesto participativo, en donde a través de por lo menos tres grandes reuniones plenarias temáticas e innumerables reuniones ciudadanas, sistemáticamente planeadas por temas, regiones, barrios y proyectos, la ciudadanía toma el control para decidir cómo se gastarán los recursos de la municipalidad. Todo esto a través de la organización de la ciudad en 16 zonas según criterios geográficos, sociales y de organización de la comunidad y de 5 organizaciones de parti- cipación dedicadas a temáticas específicas (1. organización y desarrollo urbano de la ciudad, 2. transporte y circulación, 3. asistencia sanitaria y social, 4. educación, cultura, actividades recreativas, 5. desarrollo financiero y previsión fiscal). Dentro de las reuniones plenarias las autoridades informan a la ciudadanía el gasto anual y su congruencia con las obras realizadas en la municipalidad. Posteriormente también, en una segunda reunión, los habitantes priorizan sus necesidades, esto resultado de un gran trabajo a nivel calle, barrio u organización temática y/o comunitaria, a través de la realización de innumerables pequeñas reuniones para establecer prioridades sobre el entorno más inmediato. También se eligen representantes ciudadanos para gestionar el presupuesto participativo en sus siguientes fases y forman el "Consejo Municipal del Plan de Gobierno y del Presupuesto", formado por un numeroso grupo de ciudadanos de todas las 16 zonas y de las organizaciones temáticas, y son quienes finalmente aprueban en qué se va a invertir y gastar el presupuesto anual disponible. El presupuesto participativo se somete a discusión dentro de la municipalidad para determinar la viabilidad técnica y económica de las propuestas, siempre en continua comunicación con la ciudadanía. Finalmente el presupuesto es presentado por las autoridades al Consejo Municipal del Plan de Gobierno y del Presupuesto (formado por la ciudadanía), quien sin duda aprueba la propuesta, ya que existe un conocimiento totalmente claro, de que este emerge claramente de un proceso participativo (Ciudades para un futuro más sostenible). A través de este mecanismo se han materializado iniciativas importantes de rescate urbano, se ha fortalecido el sentido de ciudadanía y responsabilidad por la ciudad, la identidad histórica, barrial y cultural. Como resultado se han implementado estrategias y proyectos de desarrollo y regeneración urbana. Un ejemplo interesante es el proyecto "Porto Alegre-Ciudad Constituyente", en donde a través de seminarios, confe- rencias, debates, reuniones de trabajo y congresos, se abrió un espacio político para el ejercicio de la ciudadanía, alcanzándose consensos en torno a la reformulación del Plan Director de Desarrollo Urbano, Plan de Desarrollo Económico, temáticas del Presupuesto Participativo y la creación del programa de Corredor Cultural en el área central de la ciudad. Este último ha conducido a la renovación urbana de áreas industriales y equipamientos urbanos (Lucía Meira 2000). El Consejo Municipal del Presupuesto Participativo se reúne semanalmente, discute, monitorea y vigila que las obras y las intervenciones en la ciudad se lleven a cabo de acuerdo a lo planeado. El caso de Porto Alegre es un caso ejemplar en Latinoamérica y el mundo ya que es pionero de una planificación realmente participativa y en donde a través de formas y canales bien establecidos y sistemáticos, la voz de la ciudadanía es escuchada y tomada en cuenta para la programación e implementación de las obras, todo esto teniendo gran impacto en la democratización de la gestión urbana, y en el mejoramiento de la calidad de vida de la ciudad.
Otro ejemplo interesante es el que se presenta en Curitiba (Brasil) en la revitalización de su centro histórico, a través de la iniciativa de Centro Vivo. A pesar de que en Curitiba se han realizado importantes intervenciones de rescate urbano en las últimas décadas; más allá de la conversión de la Calle de las Flores y la Calle 15 de noviembre en centros comerciales peatonales por Jaime Lerner en los 1980, en la actualidad poco se ha hecho en torno a la revitalización de su centro histórico. El corazón de Curitiba es un área que concentra un alto porcentaje de la población de la ciudad con ingresos de nivel medio, conserva densidades altas de ocupación, teniendo una población de más de 33.000 habitantes (Macedo 2006). Sin embargo su centro histórico, al igual que otros, también ha experimentado pérdida de población y deterioro en la calidad de la infraestructura, espacios públicos y la vivien- da. Hasta antes de 2003 no existía ningún plan o programa para esta área, sin embargo, de los co- merciantes de la zona emerge la iniciativa de revitalización del centro, llamándola Centro Vivo.
Similarmente al caso de Temple Bar, en donde los empresarios iniciaron el proceso de revitalización, el proyecto de Centro Vivo emerge de la iniciativa de un grupo de 20 empresarios, quienes detonan la iniciativa de rescate a través de la Asociación comercial de Paraná y un Consejo de Gestión encargado de dirigir la gestión e implementación de Centro Vivo. Así se inicia una gestión compartida, entre empresarios, sector público y habitantes. El proyecto de Centro Vivo es una iniciativa que tiene como objetivo principal la reactivación económica, cultural y turística de la zona, se encuentra en proceso de implementación y el proceso participativo se ha llevado a cabo a través de la consulta, cuestionarios, la realización de reuniones y talleres comunitarios para la presentación de propuestas de escenarios de desarrollo social, económico, habitacional, y mejoramiento urbano, estos últimos iniciándose en septiembre del 2005. A través de talleres comunitarios los habitantes y usuarios de Centro Vivo discuten sus necesidades, prioridades de desarrollo y crean estrategias a seguir. Se han implementado programas interesantes, basados en la participación de la comunidad y en asociación con empresas, bancos y gobierno, como por ejemplo el programa de seguridad comunitaria, el de teatro al aire libre, o el programa adopta una plaza. Este último consiste en adoptar una plaza por algún ciudadano (empresarios principalmente), para conservarla, darle mantenimiento y mantenerla atractiva para fomentar su uso, todo esto en cooperación con las autoridades, quienes realizan trabajos de mejoramiento de iluminación, piso y mobiliario. La iniciativa de Centro Vivo surge del interés de los habitantes y los comerciantes de la zona, es un ejemplo más en donde la participación de la ciudadanía ha sido crucial en el surgimiento, planeación e implementación de estrategias de regeneración urbana. Es interesante ver que en este caso se presentan programas en donde la ciudadanía es un actor activo no solo en la planeación o gestión de intervenciones, como sucedió en Temple Bar; en Centro Vivo la gente se involucra activamente para darle continuidad a las intervenciones a través de su participación contribuyendo a la sostenibilidad de las estrategias del proyecto y, más importante aún, involucrándose en la administración y mantenimiento de su espacio inmediato. Es importante reiterar que este tipo de acciones se presentan en menor medida en países más ricos en donde el usuario poco se involucra en las etapas de mantenimiento o gestión del espacio público. Este involucramiento contribuye a la creación de vínculos más estrechos entre la gente y su espacio urbano, conformando el sentido de comunidad y responsabilidad por el cuidado y mantenimiento del entorno.

Procesos participativos en Córdoba, México

En el contexto mexicano también encontramos experiencias de planeación participativa con el objeto de recuperar la ciudad para y por los habitantes, promover el desarrollo sostenible, la equidad social, el espacio público del peatón, y la conservación del patrimonio histórico y ambiental. Aunque cada vez es más frecuente la participación de la ciudadanía en la elaboración de planes, programas y proyectos específicos de desarrollo y mejoramiento urbano, es necesaria una mayor convicción para la inclusión de procesos verdaderamente participativos en la agenda local en México. Afortunadamente, cada vez es más frecuente la inclusión de técnicas de diseño y planeación participativa, en donde la ciudadanía propone iniciativas, estrategias y accio- nes por el bien de su ciudad. Por ejemplo en la ciudad de Córdoba, Veracruz, han surgido procesos participativos importantes encaminados al rescate de la ciudad; los habitantes se han involucrado en mayor grado en el establecimiento de estrategias de mejoramiento y desarrollo. La planeación de acciones de renovación de dos barrios del centro histórico que se llevó a cabo en los años 2003 y 2004 fue a través de procesos participativos. La ciudadanía determinó las áreas de actuación en relación al mejoramiento de infraestructura, espacios públicos, áreas verdes, conservación de edificios históricos e imagen urbana. Los habitantes de los barrios trabajaron en conjunto con autoridades y profesionales (arquitectos, diseñadores y gestores urbanos) en talleres de planificación participativa, foros, consultas, y reuniones regulares, en donde surgieron ideas y opiniones para el futuro de la ciudad. Dentro del proceso se determinaron problemas, y se propusieron soluciones. También se identificaron oportunidades, comentando ejem- plos en otras ciudades, y de manera grupal se presentaban propuestas de acción a través de exposiciones con láminas, dibujos y gráficos. La ciudadanía aprendió a interpretar planos de sus barrios, y a leer e interpretar la ciudad de una manera diferente, finalmente, discutiendo las amenazas y oportunidades para el desarrollo. Cabe mencionar que en este caso y en otros similares en México, el ámbito académico ha jugado un papel muy importante en la integración de metodologías participativas a la planeación urbana. En el caso veracruzano, la universidad estatal (Universidad Veracruzana), a través de sus alumnos y académicos, ha participado como un agente activo para el alcance de consensos entre los diversos actores, aminorando principalmente la desconfianza entre la ciudadanía y las autoridades.
Las técnicas democratizadoras en las decisiones de revitalización urbana, en el caso Cordobés, también han contribuido al reforzamiento de la identidad del habitante con su territorio, al sentido de ciudadanía y responsabilidad en el mejoramiento de su entorno y así participar en las decisiones para la recuperación de calles y espacios perdidos de sus barrios. En los barrios de las Pitayitas y San Antonio los habitantes se involucraron a los procesos de decisión desde que surgió la idea de revitalización y recuperación. El interés de la autoridad local era el de recuperar la calidad de vida de la ciudad para el disfrute de los habitantes y rescatar lo perdido a lo largo de décadas de degradación continua, manifestada por la contaminación visual y ambiental de la zona, la destrucción de edificios históricos, y deficiente infraestructura. En general, como en muchas ciudades, el abandono del espacio urbano ya era una característica permanente en la fisonomía de la ciudad. Uno de los aspectos importantes dentro del enfoque de renovación urbana considerado por las autoridades de Córdoba era la realización de la recuperación del centro de la ciudad a través de procesos diferentes, en donde se hicieran evidentes nuevas formas de hacer ciudad, nuevas formas de gestión urbana; que la evolución democrática de gobierno se manifestara a través de procesos participativos de intervención, de manera que la ciudadanía fuese partícipe en la toma de decisiones de los asuntos que le afectan o benefician. Estos procesos marcan una evolución, un ascenso más en los escalones de la escalera de participación, de la simple información, a una participación en la planeación de acciones. Para el caso mexicano, es importante advertir que todavía existen aspectos que limitan el avance de los procesos participativos en el mejoramiento y desarrollo urbano (más allá de la solicitud de servicios, la participación económica, o la participación con mano de obra): la discontinuidad de planes y programas, las limitantes presupuestales, los intereses particulares de los actores dentro de la gestión municipal, la falta de profesionalización de los encargados de la gestión urbana y en muchos casos la permanencia de estrategias y costumbres "tradicionales" (manipulación y terapia, en palabras de Arnstein) de gobernar y hacer ciudad siguen presentes en las formas de gestión de la ciudad. El caso de Córdoba es interesante ya que se mostraron intereses legítimos por la implementación de procesos participativos en el rescate de la ciudad, sin embargo también representa un caso de discontinuidad en la participación ciudadana. Lo que emerge como un proceso participativo muy dinámico en la actualidad pierde ímpetu, el nuevo gobierno no promueve la organización de los habitantes en torno a actividades que promuevan la participación y la congregación vecinal con impacto en la mejora de la habitabilidad del sector. Los vecinos se congregan en torno a las festividades religiosas, pero más allá, la reactivación de comités vecinales y la promoción de actividades culturales, sociales y/o deportivas es nula. Es importante el sostenimiento de políticas y estrategias que conlleven a la consolidación de procesos participativos permanentes en todas las etapas de desarrollo urbano, la planeación y diseño, construcción, mantenimiento y finalmente en el sostenimiento de la vitalidad de las iniciativas, todo esto a través de la conformación de ciudadanos bien informados, interesados, e involucrados en la recuperación de la vitalidad del espacio urbano público.

PARTICIPACIÓN: ASOCIACIÓN, ACTORES E INTERESES

A continuación reflexionaremos sobre algunos aspectos importantes que se derivan de nuestros casos de estudio, como es lo referente a la existencia de entidades gestoras como un componente importante. Estas representan las figuras de asociación para la gestión en los procesos de desarrollo y/ o recuperación urbana y conllevan a la movilización de los actores involucrados, formando una unidad integradora para la planeación, implementación y vigilancia de las intervenciones. Así, de esta manera, los actores clave (sector público, privado, sociedad-ciudadanía) se entrelazan en asociaciones (comités, consejos, patronatos) para la gestión de las acciones. En el Caso de Curitiba, los actores interesados para la recuperación del centro se asocian en una entidad que conocemos como Centro Vivo; similarmente en Temple Bar, con la creación del Consejo para el desarrollo de Temple Bar y otras entidades de implementación, como el "Temple Bar Renewal Limited" o el "Temple Bar Properties", y es así, a través de estas
entidades, como se controlan procesos, se dirigen acciones y se provee coherencia a las diversas etapas de los proyectos, de ahí su importancia. La existencia de las asociaciones y alianzas enmarcadas en una figura jurídica de acción que construya los acuerdos de ejecución y facilite la realización de proyectos representa gran certidumbre sobre el futuro de los grandes proyectos urbanos y proyectos de recuperación de la ciudad, así idealmente también se encargarán de balancear la satisfacción de los diversos intereses de los actores involucrados .
Por otro lado, otro aspecto de importancia, en el contexto latinoamericano, es el papel que juega el sector público; de este, frecuentemente, depende la legitimidad, continuidad y fortaleza de los procesos participativos a través de las estructuras y las políticas de gestión y planeación urbana que procure. El caso del presupuesto participativo, en Brasil, demuestra la importancia de la existencia de autoridades con convicción por los beneficios reales (sociales) que emanan de la participación, haciendo evidente la gestión de la ciudad de manera diferente, abierta, transparente y otorgando poder real a la ciudadanía, demostrando la existencia de una cultura política renovada de cara a la equidad y la inclusión, y así, dando un gran salto dentro de la gobernanza latinoamericana y mundial. Por otro lado, en el caso de Córdoba, las autoridades promueven los procesos participativos en la recuperación de la ciudad, sin embargo los cambios políticos y la discontinuidad de políticas y acciones que caracterizan los cambios de administración gubernamental, constriñen los procesos, echando por la borda los avances en la gestión de la ciudad y desafortunadamente retornando a las formas tradicionales de gobernar -desde arriba-, en detrimento de los procesos de participación y colaboración. En condiciones ideales, las autoridades municipales deben procurar que se presenten las condiciones necesarias para que los procesos se desarrollen en un ambiente de equidad e inclusión balanceada de cara al bienestar colectivo. En el caso de Dublín, las autoridades asumen los intereses de los habitantes de Temple Bar para apoyarlos en sus iniciativas e impulsar la adquisición del área, para evitar que la compañía de transporte siguiera con sus ideas de demoler la zona; este es un gran acierto para beneficiar el interés de la ciudadanía.
Frecuentemente, el interés económico proveniente del sector privado en confluencia con el sector público, puede sobrepasar los intereses de la sociedad. El discurso en torno a la participación, manejado por los actores con mayor poder político y económico (sector público y privado), logra manipular a otros actores de manera que sus intereses resulten beneficiados. En el Caso de Temple Bar, en momentos, la ciudadanía se quejaba de la falta de información en torno a los avances del proyecto, así también, se presentan argumentos sobre el desplazamiento del proyecto de su identidad cultural, inicialmente promovido por los habitantes, a uno más comercial; señales de que la participación de la ciudadanía fue desfavorecida en el proceso de implementación, de manera que los intereses de la comunidad son relegados en ciertas decisiones. En el caso de Centro Vivo, en Curitiba, también los empresarios han jugado un papel importante, ya que las primeras iniciativas de recuperación fueron emprendidas y financiadas por ellos, buscando reactivar económicamente el centro. De esta forma, también algunos programas de carácter social y colectivo son implementados por este sector. En la actualidad, este proyecto está en proceso de implementación; cabe entonces cuestionarse en este caso, hasta qué punto los empresarios dominan los programas y acciones de mejoramiento urbano y su pertinencia colectivo-social, es en este punto donde los demás actores involucrados en el proyecto Centro Vivo deben impulsar su posición para mantener la balanza de la participación. En el caso de Centro Vivo en Curitiba y de Temple Bar en Dublín, los empresarios, los comerciantes de la zona son un actor fundamental en el desarrollo de las iniciativas de recuperación, sin embargo, esto implica que ellos busquen dominar los procesos y satisfacer sus intereses, posiblemente a costa de los intereses de otros actores.
En el caso de la ciudad de Córdoba, la ciudadanía argumenta que las autoridades municipales han ignorado algunos acuerdos emergidos en las fases de consulta y talleres participativos. De aquí surge otra reflexión en relación a la legitimidad de los talleres, foros de consulta y demás instrumentos para la participación ciudadana, ya que este aspecto nos demuestra que estos pueden ser solamente utilizados para simular que existen procesos participativos para la toma de decisiones, sin embargo en realidad solo sirven para justificar ciertas acciones de las autoridades, en donde finalmente las opiniones de la ciudadanía no son tomadas en cuenta. Las autoridades pueden manipular los procesos de manera que la ciudadanía sienta que par- ticipa, pero en realidad la autoridad puede operar de acuerdo a otros intereses, dejando de lado los intereses de los habitantes. Este aspecto ha dado lugar a la decepción por parte de muchos habitantes por participar en los asuntos de su ciudad.
Podemos considerar que existen grandes avances hacia la inclusión de procesos participativos dentro de la gestión de las ciudades, sin embargo existen señales de la existencia de poder e intereses dominantes sobre aquellos de menor ímpetu, posición y recursos, lo que da como resultado procesos en donde los intereses económicos y privados se sobreponen a los sociales y colectivos. En los procesos participativos los actores involucrados buscan dominar los procesos de acuerdo a sus intereses, a la ciudadanía en general le interesa obtener mejores servicios y un espacio urbano de mayor calidad, por otro lado los inversores y/o desarrolladores bus- can satisfacer sus intereses económicos, el sector gubernamental no pierde de vista sus intereses políticos. Dentro del estudio de estos procesos, es crucial el entendimiento de los procesos colaborativo-participativos con una clara percepción de que los actores echan mano de sus recursos, poder político y/o económico, capital intelectual y/ o social, de manera que las cosas ocurran de la forma que ellos quieren. Es aquí donde las entidades gestoras encargadas de controlar los procesos deben jugar un papel clave para entender las reglas y recursos de los actores y lograr balancear los diversos intereses y evitar conflictos. Aunque el conflicto dentro de los procesos participativos es una característica, ya que, cuando uno o el conjunto de actores perciben la inequidad de voces dentro de los procesos, emerge la contestación, así también, es a través de la entidad gestora de los proyectos urbanos, cualquiera que sea su figura, donde los conflictos deben ser resueltos.

REFLEXIÓN FINAL

La ciudad es un producto público y por lo tanto debe ser construido colectivamente. El proyecto urbano requiere de debates, foros y principalmente el reconocimiento de la cultura, conocimiento y estrategias de la gente. La participación de la comunidad debe tomar lugar durante y después de los procesos de planeación y diseño, así en conjunto la ciudadanía y las autoridades crearán un espacio socialmente inclusivo y ambientalmente saludable. Las estrategias participativas en la producción de la ciudad dan como resultado soluciones más integrales y de largo plazo. Además los procesos participativos enseñan nuevos valores, nuevas formas de entender y apreciar la ciudad y por lo tanto nuevas formas de atacar los problemas de las co- munidades urbanas. La participación legítima logra un balance en los intereses, aspiraciones, ideas y opiniones de los involucrados. La ciudadanía es un actor fundamental en este proceso, frecuentemente las autoridades locales ignoran las capacidades y el conocimiento de la comunidad, en consecuencia muchas intervenciones son realizadas sin tomar en cuenta el conocimiento, valores y cultura de las comunidades. En muchos contextos, se soslaya el conocimiento, los valores, y la organización de la comunidad en estos procesos; esto ha traído en consecuencia, la emergencia de barreras, como la pérdida de confianza en los demás (la colectividad, las instituciones, las autoridades), la pérdida del sentido de pertenencia y de las certidumbres que ordenan la vida cotidiana; el cultivo del individualismo y por tanto el debilitamiento del vínculo social, y del sentimiento de comunidad (Oviedo 2000:32).
Es importante mencionar que los casos que hemos comentado han integrado en momentos un reconocimiento de la ciudadanía como integrante activa del desarrollo urbano, aunque en ciertas etapas esta no participa activamente; esto representa una tarea pendiente. En el caso de Temple Bar, la ciudadanía es el detonante de la regeneración urbana desempeñando un papel importante en la planeación, sin embargo posteriormente la partici- pación de los habitantes se va reduciendo. En el caso de Porto Alegre también existe una participación activa en la planeación sobre cómo y en dónde se debe invertir; también existe participación en el monitoreo e implementación de las decisiones, es decir la participación de la ciudadanía alcanza ma- yores niveles, similarmente en el caso de Centro Vivo ya que la gente se involucra en el mantenimiento y vitalidad de las intervenciones. Finalmente el caso de Córdoba nos muestra una participación impetuosa también en la planeación, pero que también pierde fuerza con el paso del tiempo, reduciéndose la participación en las iniciativas de mantenimiento, cuidado y promoción de vitalidad. En los diversos casos se muestran avances en los procesos participativos, sin embargo también muestran que se necesita una mayor inclusión de la participación de la gente en los procesos de intervención urbana, esto implica crear formas y canales adecuados para llevar a cabo una participación sistemática y adecuada. En los países con mayor desarrollo, la partici- pación de la ciudadanía es imprescindible en la planeación, y como el Estado tiene una capacidad sólida para el mantenimiento y cuidado del espacio urbano no es tan necesario el involucramiento de la gente en estos aspectos; sin embargo sí se necesita una participación responsable en relación al mantenimiento de la vitalidad social del espacio urbano. En países de menor desarrollo, la participación de la ciudadanía implica un mayor reto, ya que la gente además de ser participante en la planeación, debe tomar una actitud de mayor compromiso en torno al sostenimiento de las iniciativas, los gobiernos frecuentemente carecen de capacidad para llevar a cabo su sostenimiento, y es aquí donde la ciudadanía adquiere su mayor importancia. La pregunta es: ¿cómo alcanzar un proceso participativo balanceado en donde los actores y principalmente la ciudadanía tenga una participación en las diversas etapas del proyecto urbano?
Existen tareas pendientes, la institución pública tiene que recuperar la confianza perdida ante los ciudadanos, transparentando sus acciones; la ciudadanía y sus diversas formas de organización tienen que reconocer que su intervención es fundamental en la construcción, desarrollo y sostenimiento de la ciudad y los barrios en que se ubican, en la reconstrucción de conciencia, y en la recuperación del tejido ambiental y social. Por otro lado, frecuentemente se perciben aptitudes de indiferencia por parte de muchos ciudadanos. Los individuos debemos promover una participación genuina, que conduzca a que todos los actores interesados jueguen un papel legítimo en la creación de verdaderos procesos participativos para el desarrollo adecuado de las ciudades y las regiones. La participación debe emerger de la base, de la localidad, y no debe ser impuesta. El proceso participativo en el rescate de la ciudad es aquel en donde la comunidad identifica sus necesidades, sus problemas, y busca la manera de solucionarlos organizándose; también busca la alianza con actores externos que funjan como "facilitadores" para el cumplimiento de los objetivos planteados al interior de la comunidad. Así de esta manera, los procesos de transformación se implementan en la arena de la colaboración entre actores: comunidad, autoridades, profesionales y demás involucrados. Lo anterior también implica un reconocimiento sobre nuevas formas de hacer ciudad, nuevas formas de percibir la planeación, el diseño y la gestión urbana en general, implementando la producción de la ciudad de manera colaborativa. El proceso participativo y colaborativo es aquel que reconoce la variedad de actores y agentes interesados con los cambios en el ambiente local, urbano y regional, sus redes sociales, su diversidad cultural, sus sistemas de significados y sus relaciones complejas de poder; la clave está en saber balancear los intereses de unos con los de otros y hacer que todos los involucrados logren estar satisfechos de su participación (Healey 1997). Los casos presentados, el de Dublín (Irlanda), el de Porto Alegre y Curitiba (Brasil) y finalmente el de Córdoba (México), nos muestran procesos que conllevan la implementación de procesos colaborativos- participativos, sin embargo se requiere un mayor avance y consolidación de estos, de cara a la construcción de ciudades vitales, que promuevan el control responsable del espacio urbano y sus recursos, la integración social, la igualdad y equidad, la educación cívica, y la riqueza cultural. Es necesario continuar estas reflexiones en el futuro, ya que además de investigar la manera en que la ciudadanía se involucra en la producción urbana, es necesario explorar hasta qué punto se satisfacen los intereses de otros actores. Así también, resulta importante adentrarse en los conflictos que se presentan en los procesos participativos y también evaluar el impacto social, económico y ambiental de los procesos en la transformación urbana, principalmente en torno a iniciativas de regeneración y renovación urbana basados en una participación ciudadana real.

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Fecha recepción: 24/07/06
Fecha aceptación: 20/11/06