doi 10.4067/S0718-83582015000300002

 

Biopolítica en el espacio doméstico de la ciudad de Buenos Aires en perspectiva histórica1

Sandra Inés Sánchez2, Rodrigo Amuchástegui3

2 Argentina. Arquitecta Universidad de Buenos Aires, Doctora de la Universidad de Buenos Aires con especialidad en historia (Facultad de Filosofía y Letras). Investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Investigadora en el Instituto Superior de Urbanismo, Territorio y el Ambiente de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, del Centro Grupo de Estudios Amancio Williams (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires) y del Centro de Altos Estudios de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Abierta Interamericana.

3 Argentina. Filósofo, Doctor de la Universidad de Buenos Aires (Facultad de Filosofía y Letras). Profesor de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Editor de la revista ÁREA. Agenda de reflexión en arquitectura, diseño y urbanismo.


Resumen

Se aplicará el concepto de "biopolítica" en la construcción del espacio doméstico de la ciudad de Buenos Aires, en perspectiva histórica, en tres escenarios: en primer lugar, en los orígenes de la Municipalidad, durante el tiempo transcurrido en el último cuarto de siglo XIX, cuando, con motivo de las epidemias, comenzaron a gestarse múltiples instrumentos institucionales de control y regulación del espacio urbano que afectaron fundamentalmente al espacio doméstico; en segundo lugar, a principios de siglo XX con la emergencia de los primeros proyectos de vivienda destinados a los sectores y grupos sociales denominados como "pobres", "trabajadores" y "obreros", y finalmente en el escenario contemporáneo de los últimos años, con los diferentes dispositivos institucionales de inserción social de los grupos y sectores con problemas habitacionales.

PALABRAS CLAVES: BIOPOLÍTICA; ESPACIO DOMÉSTICO; INSTITUCIONES MUNICIPALES


 

Introducción

La biopolítica aparece como un tema, en cierto modo novedoso dentro de la producción foucaultiana, recién a partir de sus cursos publicados póstumamente4. Sin embargo, el rastreo en su obra editada en vida muestra que ya estaba instalado en algunos aspectos, aunque sin la relevancia que le diera en su proyección pedagógica en el College de France. Foucault denomina "biopolítica" a una forma específica de gobierno que aspira a la gestión de los procesos biológicos de la población y sostiene que la biopolítica es efecto de una preocupación anterior del poder político: el biopoder, que es un conjunto de estrategias de saber y relaciones de poder que comenzaron a articularse en el siglo XVII sobre lo viviente en Occidente.

Se ha discutido y se sigue discutiendo aún en torno al mencionado concepto. Los nombres de Esposito y Agamben5 son los más destacados, pero la pluralidad de derivaciones, tanto en consideraciones estrictamente conceptuales como prácticas, evidencian la fertilidad del concepto6. No hay duda de que él mismo forma parte del debate en las disciplinas políticas contemporáneas, pero con amplias resonancias en otros saberes. Sin embargo, no se discute que es Foucault quien ha instalado y sigue sosteniendo el horizonte de sus principales significados7.

Aunque la distinción "bios-zoe" no sería relevante para Foucault, según algunos autores8, una primera distinción de rigor a considerar es la diferencia entre ambos conceptos. Si bien el primero aparece constituyendo el sustantivo de referencia, "bio-política", su aplicación no sería estrictamente etimológica. El término "bios", en su sentido griego originario, se refiere a vida propiamente humana, es decir, vida articulada en y con el lenguaje. Mientras que el "zoe" es vida puramente biológica. Es esta última la que interesa, pues:

"el objeto de la biopolítica no es la vida humana en su sentido específico, sino la vida biológica de los hombres. Que el término ‘bios’ se haya impuesto sobre ‘zoe’, que lo haya incluso sustituido y que, por ello, hablemos de ‘biopolítica’ y no de ‘zoopolítica’ se debe a la aparición a comienzos del siglo XIX del término ‘biología9".

Este concepto foucaultiano de biopolítica es consistente con su concepto de "población", en tanto no lo considera como el simple resultado "de la acumulación de los individuos en determinado territorio ni la consecuencia de la voluntad de reproducirse", pues, "incluso en su supuesto carácter natural", intervienen "dispositivos de seguridad"10, diferentes técnicas, formas de gobierno y saberes (economía política, estadística, biología); en síntesis, cuestiones nodales inherentes a la construcción del concepto de "biopolítica"11.

El objetivo consiste en discernir los diferentes modos en que puede manifestarse la biopolítica, el biopoder, en el espacio doméstico, en el medio urbano y en sus habitantes en general, como forma de organización, en este caso, biológico-social. Se han planteado por lo tanto los siguientes interrogantes: ¿De qué manera las disciplinas ligadas a lo biológico y sus regulaciones operan en cada escenario histórico?; ¿en qué residen sus especificidades?; ¿cuáles son las estrategias y tácticas adoptadas en su implementación?

Ya en otras oportunidades se estudió el vínculo entre urbanismo, territorio y biopolítica en sus características más generales. En el presente artículo interesa focalizar en cómo dichas estrategias comenzaron a consolidarse en la ciudad de Buenos Aires a partir del último cuarto del siglo XIX a través de todas las instituciones que, en el contexto de las epidemias, operaron sobre los diferentes grupos y sectores sociales en el medio urbano, en los espacios domésticos y los cuerpos, de manera diferenciada.

Se aplicará el concepto de "biopolítica", entonces, en la construcción del espacio doméstico de la ciudad de Buenos Aires, en perspectiva histórica, en tres escenarios: en primer lugar, en los orígenes de la Municipalidad, durante el último cuarto del siglo XIX, cuando, con motivo de las epidemias, comenzaron a gestarse múltiples instrumentos institucionales de control y regulación del espacio urbano que afectaron fundamentalmente al espacio doméstico; en segundo lugar, a principios del siglo XX con la emergencia de los primeros proyectos de vivienda destinados a los sectores y grupos sociales denominados como "pobres", "trabajadores" y "obreros", y finalmente en el escenario contemporáneo de los últimos años, con los múltiples dispositivos institucionales de inserción social de los grupos y sectores con problemas habitacionales.

Las políticas de la vida vinculadas al ámbito de lo doméstico, no son una novedad en el marco de las teorías o de los estudios históricos. Tampoco lo es su vínculo al ámbito médico. Ya Foucault se había interesado en la cuestión en sus primeros escritos sobre la medicina y el nacimiento de la clínica, aunque sin la referencia terminológica específica12. El higienismo es, sin duda, uno de los modos en que la biopolítica tomó forma13, y las cuestiones vinculadas al mismo, en tanto ponen en juego políticas (estatales o no) y la salud humana, como ente biológico, no se remiten exclusivamente al siglo XIX sino que constituyen discursos y prácticas institucionales aún vigentes.

 

Consideraciones metodológicas

Si se recuerda que la filosofía es invención de conceptos14 y que esa invención introduce perspectivas para ver aquello que antes pasaba desapercibido, sin duda, la aplicación del término y concepto "biopolítica" permite organizar, ordenar, y clasificar diferentes fenómenos articulándolos de una manera diferente a la tradicional, para la construcción de un nuevo marco, que también es (en muchos casos) político, a la vez que provee herramientas conceptuales que también son político-instrumentales. Es decir, en esta perspectiva metodológica, dicho concepto opera como hilo conductor o principio heurístico.

Asimismo, se parte aquí del estudio sistemático e intensivo de fuentes institucionales (éditas e inéditas), científicas y periodísticas, a las que se aplicaron diferentes métodos de análisis de discursos con la finalidad de desentrañar, desde los discursos que se esgrimían en cada escenario, las tensiones existentes en torno a la constitución del poder estatal. Se focalizará, entonces, en las formas de construcción por parte de las instituciones de significaciones y simbolizaciones, y el sentido que orientaba las acciones y que resultaban esenciales en la construcción de biopolíticas y biopoder que desde el espacio doméstico perseguía penetrar en los cuerpos.

 

Biopolítica en el contexto de las epidemias del último cuarto de siglo XIX

Desde la instalación del gobierno municipal en el año 185615, y hasta la primera década del siglo XX, acompañando los dos momentos de desarrollo urbano más importantes de la historia de la ciudad de Buenos Aires, comenzó a evidenciarse un complejo proceso de transformación de las concepciones sobre lo urbano que, de manera consustanciada, se reflejó en un cambio de status de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (en adelante Municipalidad), y que fue perfilándola como la institución de mayor injerencia sobre lo urbano. Hasta ese momento, las atribuciones de la Municipalidad eran mínimas y no se extendían más allá de ciertas obras de "utilidad y ornato" y, en materia normativa, al control y regulación del espacio público debido en gran parte a las limitaciones del Código Civil16.

El primer momento entre 1869 y 1895 se caracterizó por un fenómeno de concentración poblacional en las áreas centrales que se vio reflejado en la emergencia de los tipos habitacionales denominados "casas de inquilinato", "conventillos", "casas amuebladas", "bodegones", "fondines" y que constituyeron el objeto de intervención institucional preponderante con motivo de las epidemias.

En el segundo momento, entre 1895 y 1914, se evidenció el primer gran crecimiento extensivo hacia los suburbios de la ciudad, promovido en parte por la amplia gama de créditos a largo plazo para construcción de viviendas y por los emprendimientos de las grandes obras de infraestructura y transporte urbano que favorecieron el desarrollo de los nuevos barrios y que estimularon, a su vez, las primeras propuestas sobre vivienda destinadas a los grupos y sectores sociales con menores recursos. Se creaba en ese escenario del incipiente siglo XX, la figura del "necesitado" como aquel que tenía necesidades de vivienda insatisfechas.

Con motivo de las epidemias de cólera (1857-1858), fiebre amarilla (1872), y las de sarampión, viruela, varicela y otras de menor impacto, desde un amplio sector de profesionales del derecho y la medicina, periodistas, funcionarios y políticos (algunos de ellos conformados en instituciones) se comenzaron a construir múltiples y variadas concepciones sobre las causas y evolución de las epidemias que, enmarcadas en enunciados más amplios sobre salud, enfermedad, higiene, limpieza, pobreza e inmigración, involucraron a diferentes grupos y sectores sociales urbanos que se fueron constituyendo en objeto de intervención. El discurso de lo que debía ser el espacio doméstico para estos sectores tenía un anclaje en otros discursos que descalificaban sus modos y medios de vida.

Es así que con los primeros casos de epidemia, la misma Municipalidad, los vecinos notables, el Departamento de Policía, y el Consejo de Higiene Pública convocaron a médicos que conformaron los primeros cuerpos profesionales de referencia. Esta situación no estaba exenta de conflicto dado que estos grupos comenzaron operando de manera autónoma y superpuesta, pero por sobre todas las cosas intentando legitimar diferentes áreas de incumbencia sobre lo urbano.

Si bien todos partían de concepciones generalizadas acerca del contagio que presuponían lo sucio como "foco de infección" y causa de la epidemia, fueron estableciendo diferentes relaciones causales acerca de los orígenes y formas de contagio que se tradujeron en teorizaciones, legislaciones y enfrentamientos institucionales17.

El responsable del Hospital General de Hombres comunicó al día 29 de marzo de 1858 a la comisión de vecinos la noticia de "que en la calle Balcarce, a distancia de una cuadra" se había "presentado la fiebre amarilla" en una persona "causándole la muerte" a la vez que pedía que se pusiera la situación "a conocimiento de la Municipalidad"18. Cuatro días después, el vicepresidente de la Municipalidad envió una nota al Consejo de Higiene, preguntando si la fiebre amarilla que había aparecido era "esporádica o epidémica".

El médico representante del Consejo de Higiene argumentó que era "difícil" responder a dicha pregunta porque "la invasión de las enfermedades pestilenciales" tenía el signo de lo impredecible y la caracterizó según diferentes estadios a través de los cuales se la personificaba.

Se presentaba a través de una "funesta visita" significada con la muerte; se "instalaba amenazadora"; y como todas las enfermedades pestilenciales, podía "burlarse de las medidas para combatirla", para culminar su periplo en un paseo triunfante "por toda la población" con carácter de "una verdadera epidemia". El autor concluía entonces con que no podía afirmar que la "enfermedad" fuera epidémica, como tampoco "podía" ni "debía" asegurarle si seguiría afectando de forma esporádica o si en algún momento "traspasaría" los límites que la encerraban "en el estrecho recinto de una manzana"; aún a pesar de que hasta ese momento no se habían presentado "casos nuevos" ni "había salido" de la zona inicial19. Se dejaba también en claro, por medio de esta respuesta, que debía alertarse a la Municipalidad, de que el Consejo de Higiene vería "con sentimiento y profundo desagrado" que se hicieran publicaciones sobre los casos porque los consideraba "sin objeto y aún perjudicial", debido a que aún no se había declarado "bajo la forma epidémica"20.

Se fundaba una epistemología de la incertidumbre en donde la epidemia aparecía personificada como impredecible, a la vez que se sentaban las bases acerca de que los médicos eran los "facultativos" a los que correspondía expedirse sobre ella. La epidemia se constituyó como un acto discursivo, sometido a compulsa institucional, y de conocimiento público restringido. En la Memoria de la Intendencia Municipal correspondiente al año 1858 se señalaba que:

"La aparición de aquella enfermedad acaeció precisamente en una localidad donde no existían visiblemente causas productoras de una peste, y en otros barrios donde también hizo víctimas, como la parroquia de la Catedral al norte, tampoco pudo decirse que existieran focos de infección; circunstancias que fueron consideradas entonces por los facultativos para indagar el modo de propagación de la fiebre"21.

Estos textos que, a manera de comunicados, circulaban entre las instituciones, no eran de público conocimiento y, a los fines de determinar la consistencia de las teorías sobre la epidemia, sus regímenes de verdad o verosimilitud debían ser confrontados solo dentro del marco institucional, para finalmente resolver sobre las acciones a realizar.

De esta manera, algunas teorías sobre la epidemia apuntaron a los saladeros de la época de Rosas22 y determinaron su traslado. Otras focalizaron en el "modo de propagación" a través de "un contacto directo o indirecto" con enfermos y tuvieron un correlato directo con la "importación", la inmigración, y la implantación de cuarentena al puerto de Buenos Aires23 y generaron una fuerte oposición de los afectados por las medidas: el "comercio, la industria y la inmigración" que comenzaron a presionar para que fuera rectificada.

La Legislatura, encargada de las decisiones políticas de la ciudad sobre el puerto, que adhirió relativamente a las teorías de contagio, organizó "diversas comisiones de hombres" para que "rastrearan" y "buscaran" el "origen de ciertas voces referentes a comunicaciones secretas con el Paquete Inglés", un buque "puesto en cuarentena tiempo atrás". Para ello convocó a hombres "ajenos a la ciencia, y por lo tanto destituidos de toda idea absoluta sobre la materia", apuntando a una supuesta imparcialidad en el juicio, y que significó el desplazamiento estratégico de los médicos de la toma de decisiones políticas.

Otras teorías concebían los orígenes en "fenómenos puramente meteorológicos, que, produciendo modificaciones en la masa atmosférica, o en el agente eléctrico", ponían "al aire... incapaz de dar a la sangre la propiedad vivificante... indispensable para el ejercicio de las funciones de la vida"24. Quedaba claro que ser profesional implicaba adherir a alguna teoría que circulaba y legitimar la institución que la esgrimía.

Pero entre todas las teorías, las que más fructificaron fueron las que proponían el ingreso en el espacio doméstico de los "pobres". Un inspector de higiene informaba en una nota (24/4/1858) a los "señores Municipales de la Parroquia de la Catedral al Sud":

sería interminable la descripción del mal estado de aseo y de las condiciones domésticas en que se hallan, casi sin excepción los individuos que habitan en el espacio comprendido entre la rivera de la calle San Francisco y la antigua barranca de la Victoria. En este local, la humedad y lo enrarecido de la atmósfera en algunas habitaciones del edificio que está demoliendo el Sr. Casares, son circunstancias que humanamente hablando las imposibilitan para habitarse, y esto se concibe simplemente al penetrar en la habitación del moreno Pedro Díaz, donde por lo enrarecido de la atmósfera sufre la respiración"25.

En otra nota de un inspector de la Parroquia de Catedral al Norte (4/5/1858), se comunicaba que se habían "practicado otras visitas, y ordenado se hiciesen reparaciones necesarias en aquellas casas cuyo estado de desaseo era nocivo a la población"26, mientras que en otros casos se resolvía la demolición (27/8/1858). Fue el médico del Departamento de Policía en un informe propio quien primero aludió a que "algunos" encontraban la causa de la elevada mortalidad, en sus modos de habitar:

"el abandono en que muchos de los enfermos pasaban los primeros días de su mal; puesto que, siendo presa de mezquinas y vulgares preocupaciones, se dejaban morir en un miserable rincón de sus habitaciones, o venían a manifestar sus dolencias cuando ya eran sus fuerzas insuficientes para reaccionar y vivir"27.

Esto explicaba el elevado índice de mortalidad alcanzado por la epidemia en sus comienzos en grupos socioculturales de algunas zonas de la ciudad como "los habitantes de la calle Santa Rosa cerca del Puente, los del Mercado del Sud y los del Paseo de Julio"28 y trajo casi inmediatamente como consecuencia la aplicación de controles en los "bodegones" que determinaban la cantidad de personas que podían alojarse en los cuartos29.

Si bien, con motivo de las epidemias, los médicos higienistas ingresaron ocupando triunfantes los puestos claves en la Municipalidad en proceso de institucionalización, para los ingenieros municipales, las teorías acerca del contagio de los médicos, también fueron funcionales a los efectos de legitimar el comienzo de los trabajos de aguas corrientes y de justificar sus primeras normativas sobre edilicia urbana. En el informe del ingeniero municipal destinado al ministro de hacienda del Estado se señalaba que era "de suma importancia para la salud pública y para la comodidad del pobre que el agua fuese llevada por medio de caños a los arrabales más pobres y aún a las casas pobrísimas30.

Las medidas transitorias puestas en práctica por los médicos signaron la brecha a través de la cual comenzaron a afianzar posiciones en la Municipalidad. Se pusieron en ejecución ordenanzas sobre higiene pública relacionada con la limpieza de las calles y eliminación de residuos, se practicaron fumigaciones en la localidad principalmente afectada (San Telmo), se desplazaron los establecimientos "nocivos o peligrosos para la salud pública" o simplemente "incómodos a los vecindarios adyacentes"31, y se publicaron las "Instrucciones al Pueblo" que fueron acordadas con el Consejo de Higiene Pública32.

En las teorizaciones de las Instrucciones para el pueblo (15/04/1857), mientras "los ebrios, los gastrónomos, los libertinos, los enfermizos y los pobres" se consideraban "los más expuestos a sufrir las funestas consecuencias de los abusos de régimen" y eran concebidos como "los que con más motivo" debían "precaverlos"; se permitía "usar de los licores espirituosos (el vino y la cerveza) de la mejor calidad, a las personas habituadas a su uso". Las prescripciones alimentarias se situaban en el mismo orden de tal manera que "las carnes de vaca y cordero, las aves domésticas y los pescados finos" constituían "los mejores alimentos" porque eran frescos y comprados diariamente por los grupos y sectores sociales con mayor poder adquisitivo, mientras que "las especias, las sustancias grasas, las estimulantes, las preparaciones de cerdos, los encurtidos, escabeches, fiambres y mariscos" eran "los menos a propósito para mantener en buen estado los órganos del vientre"33.

Los signos de la epidemia se construían con enunciados más amplios sobre salud, enfermedad, higiene, limpieza, pobreza, e inmigración que involucraban más o menos directamente a diferentes grupos o sectores sociales urbanos, pero que finalmente permitían legitimar la acción gubernamental sobre dichos sectores y su espacio doméstico en particular. El primer signo era el de la muerte; las instituciones debían resolver en principio si la muerte era debida a una enfermedad pestilencial, y si sucediéndose varios casos con características similares, en conjunto constituían una epidemia.

El discurso biopolítico se construía a partir del ocultamiento, negación, y confrontación34, en un contexto de falta de acción estructurada con la finalidad de afianzar territorios. Entretanto, desde el Departamento de Estadística se afirmaba:

"Al computar los datos relativos a la mortalidad en la capital, se ha hallado el Jefe de esta oficina en la perplejidad en que se han visto sus antecesores, para verificar la cifra correspondiente a ella, pues siempre ha aparecido mayor, de un modo notable, la suma de sepultados en el cementerio, que la que resulta de los datos transmitidos por los Señores Curas, unida a las que suministran los hospitales, la casa de Expósitos y Pastores Protestantes"35.

En la construcción de los signos de la epidemia, se buscaba asegurar el consenso social en las acciones emprendidas institucionalmente a partir de la elaboración de un modelo social fragmentado, un paradigma de diferencias, que definía las posiciones sociales al tiempo que las justificaba. Tan es así que aún diez años después, frente a un caso de sospecha de fiebre amarilla en el que "el estado de la casa" aparecía para los médicos como factor causal de la epidemia, aunque la enferma estaba bien; no obstante se dispuso igualmente "el inmediato desalojo de la casa", debido a "su apariencia exterior y su posible aseo"36.

Con la instalación de la Municipalidad en el año 1856 se iniciaba el proceso de estatización de la sociedad que se reflejó en los primeros reclamos de los vecinos frente al peligro inminente de las epidemias, pues este reconocimiento institucional en el vecindario iba más allá del ámbito territorial de la ciudad, en tanto se constituía en garantía y referente del incipiente Estado nacional. Se señalaba en el contexto de las epidemias:

"El crédito mismo del país se interesa en ello; porque sería doloroso pudiera decirse que en Buenos Aires no ha conseguido subsistir el régimen municipal, o que la institución, por los vicios orgánicos que traía consigo, marchaba vacilante y sin merecer la consideración indispensable"37.

Las epidemias signaron el proceso de institucionalización de la Municipalidad y la constituyeron en un dispositivo nodal de un biopoder que ponía en escena los "cuerpos somáticos",38 cuyo síntoma podía responder a una naturaleza eminentemente corpórea o bien sensible pues ponía en consideración también las diferentes subjetividades políticamente tensionadas. El camino consistía en ingresar en los cuerpos para desde ellos, intervenir en el ámbito de lo social. El espacio físico de las viviendas se constituía en signo de lo performativo, de los modos y formas de habitar lo doméstico.

Luego de la epidemia de cólera, terminaba este período inicial de ensayo de la Municipalidad. Solo restaba otorgarle mayores atribuciones. La "Ordenanza sobre inspección, vigilancia e higiene de los hoteles o casas habitadas por más de una familia" (14/6/1871) y el "Reglamento para las casas de inquilinato, conventillos y bodegones" (16/6/1871) fueron la primer avanzada de una serie de normativas tendiente a legislar el espacio físico y el espacio social de los hoteles, conventillos, bodegones y fondines; los tipos habitacionales de los pobres de la ciudad.39 En este caso, de manera inversa, las rigurosas estrategias de control higiénico aplicadas al ámbito de lo doméstico, eludían a los "cuerpos somáticos" que comenzaron a sujetarse a otras prácticas institucionales diferenciadas, y se traducían de manera directa en control social. En efecto, solo por dar alojamiento al público, estas casas entraban estratégicamente dentro del dominio institucional; tal como se habían abocado en elaborarlo de manera persuasiva los médicos higienistas.

La incursión en el espacio privado todavía no estaba legitimada institucionalmente, pero se concebía como un dispositivo estratégico estatal. Se polemizaba en torno a que si se quería:

"hacer no solo calles higiénicas, sino también casas higiénicas, es indispensable que la autoridad intervenga en los planos, examine si ellos son adaptados al objeto a que se destinan las construcciones y vigile la manera de verificarlas. ¿Será esto atentar a la propiedad o la libertad individual?"40

La disciplina de la higiene pública concebida como "el arte de conservar y recuperar la salud de los pueblos" y como "la higiene de los pobres" era consistente con una nueva modalidad de biopoder en la ciudad que apuntaba a controlar el espacio urbano desde el espacio doméstico y, desde éste, a los habitantes y sus cuerpos, a través de una serie normativa concreta y eminentemente proscriptiva, que focalizaba en modos y formas de habitar concretas que se pretendía erradicar41.

Para los higienistas Eduardo Wilde y Guillermo Rawson, figuras protagónicas del higienismo en el medio local, la ciudad era vista como un organismo, y el espacio doméstico como el factor esencial de intervención institucional. Rawson concebía a las casas de inquilinato como "focos de infección", "defectos" del organismo urbano que a través de los fluidos (miasmas, líquidos cloacales, aguas servidas, etc.) transmitían toda clase de enfermedades a la población42. Para Wilde, el "cuarto de conventillo" en donde vivían "los pobres" era "un pandemonium donde respiran, contra todas las prescripciones higiénicas, contra las leyes del sentido común y del buen gusto y hasta contra las exigencias del organismo mismo, cuatro, cinco o más personas"43.

Para este autor, el organismo social urbano estaba formado por dos grupos, los "individuos ricos" o "aristócratas" que vivían "en el centro", y los individuos "pobres" y "miserables" o "pordioseros" que vivían en los "barrios descuidados". El rico era el individuo que podía "proporcionarse en su casa todas las comodidades", que necesitaba "satisfacer su apetito, apagar su sed, cubrir su cuerpo, abrigarlo en invierno, preservarlo de la lluvia y de la intemperie; (...) asistir a los paseos en todas las estaciones, tomar aire, cambiar de clima" y "residir" donde quisiera. El "individuo pobre", en cambio, era aquel que no tenía "los medios de satisfacer todas estas necesidades o caprichos". Finalmente, estaban los miserables, que eran los "vagos. (...) infelices sin oficio y sin colocación"44. Por lo tanto, consistente con estas ideas, pensaba que estos sectores sociales debían trasladarse, junto con las industrias, por fuera del ámbito urbano.

Para Rawson, "los ricos y los poderosos" que ocupaban la posición social correspondiente a las "capas superiores" eran "las raíces" a partir de las cuales se desarrollaba toda la sociedad, y "los pobres y desgraciados" correspondían al "nivel modesto" que ocupaba el "trabajador" que tenía "que ganar su vida con el sudor de su rostro"45. Si bien no concebía una sociedad excluyente de ellos, pensaba integrarlos socialmente a partir de la modificación de sus espacios domésticos para llegar a sus cuerpos:

"Con todos estos favores y comodidades y con estos estímulos para el aseo y para la honestidad, no puede menos que operarse a pesar de todas las tradiciones personales adversas, una transformación física y moral en los que las disfrutan"46.

Recién pasadas las dos epidemias y hacia mediados de la década del ochenta, la Municipalidad comenzó a consolidarse como la institución más importante de acción en materia de salubridad urbana, pues concentraba todas las diferentes modalidades de acción posibles: gestación de la normativa, control y regulación del espacio urbano, y porque se evidenciaba altamente estratificada con un organigrama de contralor que comenzaba a deslindar lo corpóreo de lo social, con la creación de la Asistencia Pública (03/1883), el Cuerpo de Desinfectadores Públicos (11/06/1883), el de Médicos Seccionales (8/8/1883), la Oficina Química (14/9/1883)47, y la Oficina de Registro de Vecindad (14/12/1883). En este contexto, el espacio doméstico se perfilaba como un espacio preferencial de intervención:

"Una de las preocupaciones más constantes de la Administración Municipal es la inspección de Higiene, por cuanto las malas condiciones de la habitación de la clase trabajadora, que figura en cerca de la quinta parte de los habitantes de la ciudad, no llena las condiciones que se requieren"48.

Con la creación del Registro de Vecindad en 1883, se instauró un tipo de control intensivo y demográfico, que se aplicó también a las "casas de familia" en las que hasta ese momento no se tenía injerencia institucional. Este registro tenía como objetivo formar un padrón para recabar datos para los registros parroquiales. El levantamiento de dicho padrón se organizaba por secciones y según dos tipos; correspondientes a las "casas de familia" y a "conventillos, casas de inquilinato, hoteles, hospitales, casas de curación y de beneficencia pública" (14/12/1883)49. Un año después, estos controles pasaron a realizarlos las comisarías, que ampliaron los datos a recabar con "nacionalidad y tiempo de residencia, edad, estado, profesión y domicilio", sumándose al control demográfico un control social más efectivo.

La Municipalidad se profesionalizaba e intensificaba los mecanismos de control higiénico y social. En ese escenario, se dispuso que los veinte médicos seccionales debían residir en la sección que les estaba encomendada con la finalidad de "hacer desaparecer mil inconvenientes con que a cada paso se tropezaba, y no era uno de los menores la inspección de cadáveres de los que morían sin asistencia médica" (19/1/1884). Se perseguía un control total del territorio por parte de los médicos y asimismo una mayor especificidad en los problemas sociales, y que tendrían en la inflexión de siglos un tratamiento particularizado, como la mendicidad, la vagancia o la indigencia, pues en este momento los conceptos de asistencia y beneficencia (y las instituciones) estaban en proceso de construcción:

"y esto se explica, en que los que imploran la caridad pública no son sino explotadores de la misma, vagos que arrebatan a los establecimientos de beneficencia el óbolo del pueblo para saciar sus vicios.

Todos estos recursos que hoy se distraen indebidamente serían de gran valor para la fundación y sostenimiento de nuevos Asilos y también para llevar el auxilio al hogar del necesitado, si se les diera una dirección arreglada"50.

En la década del noventa, aún no se había configurado de manera consistente en el medio institucional local el discurso científico moderno proveniente de las ciencias sociales, y el biopoder encarnado en la Municipalidad requería que la ley se instalara cada vez más como una norma51. Justamente con la "Ordenanza reglamentaria de construcciones" (21/6/1887) se inauguró la primera normativa abstracta tendiente a regular las construcciones en general. Si bien la mayoría de las normativas seguían siendo concretas y eminentemente proscriptivas, esta ordenanza signó el camino de las prescripciones y de la configuración de un perfil de técnico cada vez más vinculado a las disciplinas de la ingeniería y de la arquitectura.

Con la creación del Casillero Sanitario, en el año 1903, culminaba el progresivo proceso de control social en el espacio doméstico que había comenzado con el Registro de vecindad. Este casillero apuntaba a condensar: "la historia topográfica, higiénica, médica y demográfica de los inmuebles de una ciudad como factor de primer orden para apreciar el estado de saneamiento e higienización de las viviendas"52. Con él se ponía fin a estos instrumentos de control social fuertemente signados por la mirada higienista y una biopolítica de índole biologista que focalizaba en la cuestión organísmica. La construcción del Estado burocratizado que había comenzado en la década del ochenta exploraba a comienzos de siglo XX sus máximos alcances a la vez que descubría sus limitaciones, pues en el medio local, este dispositivo no pudo implementarse más allá de cuatrocientos casos. Todas estas cuestiones que estaban a cargo de un poder que controlaba y regulaba y que Foucault denominó "una biopolítica de la población"53, en la Municipalidad de Buenos Aires llegaban a su máxima expresión en estos primeros años del siglo veinte con este último dispositivo que con un criterio de complementariedad pretendía conjugar control urbano, médico, higiénico y social, y que paradójicamente, atravesaba todas las compartimentaciones departamentales.

 

Biopolítica en el contexto de los primeros proyectos sobre vivienda

Desde fines de siglo XIX y durante la primera década del siglo XX, coincidente con el primer gran crecimiento extensivo de la ciudad, una de las preocupaciones centrales de la Municipalidad fue el control de los suburbios y la calidad de las viviendas autoconstruidas. Entretanto comenzaban a gestarse los primeros proyectos institucionales de vivienda inspirados por los primeros proyectos legislativos.

Para el médico higienista Samuel Gache, si bien no era posible "desterrar a los pobres de los barrios centrales, a pesar de las grandes construcciones, las nuevas y largas avenidas" que habían reemplazado "aquellas de antaño, sucias y estrechas", consideraba que en los suburbios se brindaba "a la mortalidad sus cifras más elevadas"54. En resonancia con estas concepciones, el ingeniero Domingo Selva establecía relaciones explicativas respecto de este fenómeno:

"Esta edificación está muy repartida en todos los puntos de los arrabales de la ciudad, pero no en forma de agrupaciones importantes que constituyan verdaderos núcleos de población. En una manzana a veces habrá cuatro o cinco casitas. En general no pasarán de diez o doce.

Esta distribución excesiva hace imposible la implantación de los servicios municipales y de salubridad en general, así como de medios de locomoción, tranvías, ómnibus, etc.

Entonces, las basuras son arrojadas a la calle (...) Las escuelas del Estado están a enormes distancias(...) El obrero tiene que recorrer enormes distancias hasta alcanzar el tranvía que le ha de conducir a su trabajo o de vuelta a su casa. (...)55.

Para Selva, los problemas sociales y urbanos derivados de la pobreza se solucionarían brindándole al obrero "una familia":

"Porque la familia es para el hombre el aguijón de las pasiones nobles a cuyo calor germinan los más delicados sentimientos de altruismo y de sacrificio para los demás, es lo que le inspira la noción de que es útil y necesario al mismo tiempo para el bien; le insinúa que su labor no es estéril, que sus afanes responden a un objetivo y que, cuando llegue el fin de la jornada, exhausto, imposible ya para ser apoyo de nadie, ha de necesitar un ambiente de amor y ternura que le consuele y en los hijos un amparo que le asegure la subsistencia en los últimos días de su vida. Quiere decir entonces, que lo principal para contener al obrero, preciándole moralmente y preparándole para un bienestar material, es la familia. Demos entonces una familia al obrero"56.

Volvamos a Foucault por un momento. En Seguridad, territorio y población nos recuerda que en el periodo mercantilista en Francia, el modelo de la familia fue en principio el modelo de gobierno estatal, había que lograr gobernar el territorio como se gobierna una familia, pero ese modelo fue reemplazado cuando se empezó a pensar en términos de población y no de familia, en particular por el desarrollo de la estadística, que en el caso de las ya citadas epidemias escapa a dicho ámbito. Sin embargo, la familia es parte inescindible de la biopolítica, del control de la población y adquiere un claro valor instrumental, pero esa utilidad está pensada en que por medio de ella se pueden regular a la población en temas como el matrimonio, las vacunaciones, e incluso la mortalidad. Lo anterior no se contrapone entonces al centramiento en la moralidad de la clase obrera de la cita anterior. Operando a través de la familia pobre se reducen los problemas sociales u urbanos, de allí la importancia de construir para éstas57.

"Darle una familia al obrero" quiere significar darle un nuevo hábitat y de ese modo nuevos hábitos y costumbres. De eso se trataba el arte de gobernar.

En Buenos Aires, en medio de los debates sobre las características que iban adquiriendo espontáneamente los suburbios, hacia la década del diez, surgió el primer proyecto de viviendas de los ingenieros Fernández Poblet y Ortúzar y que fue concebido como un "barrio obrero" que se localizaría en un terreno municipal en "La Tablada"58. El barrio, había sido concebido como una "ciudad completa con todos sus servicios y confort" y estaba compuesto por 3142 casas construidas en terrenos de 12x10 metros, cuya implantación contaba con un parque central atravesado por una avenida en dónde se situaban el teatro, un salón de fiestas, una sala de conferencias, una biblioteca y club, y dos escuelas con capacidad cada una para 1500 o 2000 niños (figura 1).

 

Figura 1. Implantación del "barrio obrero"

Fuente: Fernández Poblet y Ortúzar, 1909, p. 243

 

Las viviendas estaban apareadas de a dos por su parte posterior y separadas "entre sí" por "jardines laterales" limitados por "alambre tejido" que al tupirse "con plantas trepadoras" daban al conjunto un "aspecto alegre y campestre", aseguraban (desde un enfoque higienista) buena "luz y ventilación", y brindaban el necesario nivel de aislamiento e individualidad que se consideraba indispensable en ese momento para los sectores sociales a los que estaban destinadas (figura 2).

 

Figura 2. Vistas de las viviendas originales abajo y con la ampliación arriba

Fuente: Fernández Poblet y Ortúzar, 1909, p. 241

 

Pero si bien se valoraba este "aspecto alegre y campestre" de la vegetación, se otorgaba una superficie mínima a dichos jardines para evitar la cría de animales "tales como gallinas, cerdos, etc.", y condicionaba, de esta manera, la "expansión fuera de su casa por las avenidas, los bosques o paseos públicos". En esta concepción, el espacio doméstico se constituía como un dispositivo que promovería el desarrollo "en alto grado" de la sociabilidad en el espacio urbano pero en los sitios destinados a la recreación en dicho barrio obrero59.

Las viviendas tenían una "entrada única" al "vestíbulo o comedor", y tres dormitorios. El dormitorio del frente estaba destinado a los padres, mientras que los otros dos dormitorios eran para el resto de la familia (para mujeres uno y para hombres el otro), dando cabida a seis camas.

La distribución propuesta tenía "ventajas a primera vista". La familia se encontraba "concentrada" en el "local común" de acceso, estando "siempre bajo el control de su jefe" que era el encargado de "uniformar las costumbres". La centralidad en ese espacio de uso común se enfatizaba con la subordinación de todos los "locales" cuya iluminación nocturna sería aquella que difusamente se filtrara a través de los vidrios de las puertas:

"La iluminación será eléctrica constando en su más reducida expresión de una lámpara en el comedor, la que irradiará luz difusa a través de los vidrios de las puertas en los demás locales; el ocupante podrá aumentar el número de luces según sus necesidades"60.

De esta manera, en este proyecto se exploraban las posibilidades de la arquitectura como determinante de los modos de vida y de habitar. La proximidad del baño "invitaba" a su uso y "la cocina inmediata al comedor" facilitaba "el desempeño de las tareas de la mujer del obrero" (figura 3). De estos dos, el que resultaba más favorecido era el baño que tenía los artefactos color "amarillo" y que respecto de la cocina, que tenía canillas de bronce, las tenía niqueladas. Elípticamente, con estos agregados, se desdibujaban sus connotaciones higiénico-sanitarias y se acentuaban significados estéticos de detalle. La letrina y el baño juntos, por convertirse en un capital cultural adquirido, podían denotar signos de prestigio; y el plus estético se rentabilizaba en la adquisición de hábitos higiénicos.

 

Figura 3. Plantas

Fuente: Fernández Poblet y Ortúzar, 1909, p. 246

 

El proyecto contemplaba también una futura ampliación, que consistía en la disposición de la totalidad de la planta baja como espacio de uso social y para la habitación de servicio con su correspondiente "letrina", y la planta alta para los dormitorios. Una vez consustanciada la familia con la vida social adquirida en el espacio público, esta se incorporaba en el ámbito de lo doméstico. Dicha ampliación estaba entonces directamente ligada a cierta evolución socio-cultural y socio-económica de la familia, a la vez que significaba su ascenso en la escala social con la incorporación del servicio doméstico, pues la cantidad de dormitorios seguía siendo la misma.

En síntesis, en este proyecto, el alto grado de estigmatización social de la planta funcionalista original se compensaba con las prospecciones de la futura ampliación. La incorporación de la familia del obrero a la sociedad urbana era un proceso que comenzaba en el espacio urbano y culminaba con su anclaje en el espacio doméstico. En el espacio urbano se adquiría "sociabilidad y educación" y una vez adquirido "un grado de cultura digna de la prosperidad y grandeza del país" se lograba su correspondencia en el espacio doméstico que se constituía en su reflejo. Los obreros podían prosperar económicamente y la "grandeza del país" estaba en la habilitación de espacios que hacían evidente la adquisición de bienes culturales y progreso social. En esta biopolítica se establecía una direccionalidad que iba desde lo público hacia lo privado, pues la vida biológica solo se podía garantizar una vez enmarcada en una correcta vida social.

Como señalaba Foucault en su "Historia de la sexualidad", con la biopolítica, o el bio-poder que toma relevancia en el siglo XIX como "elemento indispensable en el desarrollo del capitalismo61, la familia quedaba inmediatamente relacionada al mismo, junto con otras instituciones como el ejército, la escuela, la policía. Dichas instituciones:

"actuaban en el terreno de los procesos económicos, de su desarrollo, de las fuerzas involucradas en ellos y que los sostenían; operaron también como factores de segregación y jerarquización sociales, incidiendo en las fuerzas respectivas de unos y otros, garantizando relaciones de dominación y efectos de hegemonía"62.

En los proyectos de Selva, la recurrencia al grupo familiar constituyó una estrategia de intervención de un biopoder que garantizaba con su inmanencia el proceso de transformación de los inmigrantes en sujetos productivos. En el proyecto de Fernández Poblet y Ortúzar, el parque central destinado a la socialización constituía el elemento pedagógico de una nueva forma de biopoder centrado en una pedagogía que hacía de los espacios destinados a la sociabilidad el dispositivo esencial de transformación social que se condensaría en el espacio doméstico.

Pero es en el contexto de la creación del Museo Social Argentino (en adelante Museo), donde el concepto "biopolítica" cobra nuevas dimensiones, pues la captación de inmigrantes como fuerza de trabajo rural, se vislumbró inserta en un proyecto político de aculturación y re-culturización que tendría lugar en un espacio utópico por excelencia que situaban en el campo63 pues para ellos en la ciudad estaba el origen de todas las enfermedades sociales64. Pero en el contexto de un plan de "colonización" para la Argentina, Max Nordau señalaba a uno de los fundadores del Museo, que a la inmigración había que "disciplinarla, so pena de verla aún durante mucho tiempo caótica y amenazar a la integridad nacional"65.

Justamente, a través de esta institución, se perseguía atraer a los trabajadores inmigrantes al interior "para dar a la masa todavía inculta y tan diversa como la puebla, un alma argentina"66. Entre las finalidades de la institución figuraban "enseñar a los que viven o a los que van a establecerse sobre el suelo nacional, a pensar y obrar argentinamente". Vialidad (fundamentalmente ferrocarriles), vivienda y educación eran las claves del proyecto político en materia de producción agrícola y de explotación de recursos naturales, en el cual se montaba la biopolítica de captación y conversión de la masa inmigratoria concebidas como unidades familiares productivas y autosuficientes reguladas a partir de un proyecto de educación escolarizada.

El Museo adhirió a la política de gobierno sobre "fomento de los territorios nacionales" estableciendo como "uno de sus estudios más porfiados" la reforma "de las viviendas rurales". La coyuntura política del país hacia 1915 era propicia para hacer viable el proyecto del Museo, y contó como aliado a Emilio Frers quien, como miembro de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados en ese momento, tuvo complementariamente un rol central con la presentación de los proyectos de fomento de territorios nacionales que se montarían sobre la extensión de una red ferroviaria panamericana67.

En este contexto, uno de los fundadores del Museo y director de su boletín difusor, Tomás Amadeo, promovió la encuesta nacional sobre el "Hogar Agrícola" que se realizó a partir del año 1914 y que estaba orientada a desarrollar una "vasta acción educacional" con las mujeres de los agricultores68. Organizada por provincias, tenía como finalidad recabar información dentro de un amplio espectro que intentaba aprehender los modos de habitar de los grupos de trabajadores rurales en el territorio nacional.

Más allá de esta polarización urbano-rural, la situación óptima quedaba explicitada de la siguiente manera: "El obrero y el empleado deben tratar de hacerse propietarios de la casita en que viven, como el agricultor de la tierra que cultiva"69. En este sentido, el eje común a ambas posiciones radicó en la identificación de los grupos familiares con el espacio doméstico. Las viviendas debían ser de su propiedad, localizadas en el medio rural o urbano, y acordes al plan educativo de escolarización estatal.

Justamente Amadeo hizo de los proyectos educativos el eje nodal de su proyecto colonizador. Él mismo como funcionario del Ministerio de Agricultura contrató a la "educacionista americana" Graciela Rood de Rueda para la formación de "una especie de escuela normal para formar maestras del hogar agrícola". Según ésta, en el país debían proyectarse:

"escuelas prácticas de agricultura, instituciones en las cuales se forman agricultores, cátedras ambulantes, ferias rurales y un sinnúmero de formas de propaganda con el fin de estimular y alentar a la agricultura, hacerle arar mejor el suelo, seleccionar con más ciencia las semillas"70.

Se apuntaba a la figura de la mujer del agricultor como pieza clave del sistema productivo en menor escala, incorporándola como fuerza de trabajo para el autoabastecimiento y el comercio en pequeña escala. Se concebía a la familia como "el núcleo de la nación". La formación de las jóvenes en las escuelas agrícolas también tenía como finalidad "propagandista" la lucha contra la "despoblación de la campaña". Estas escuelas agrícolas eran concebidas como contrapartida a las escuelas profesionales urbanas y tenían como objeto arraigar las niñas a la campaña como estrategia combativa frente a la despoblación de los centros rurales de producción71. La denominación "hogar agrícola" elegida para las escuelas significó además sus objetivos pedagógicos que ponían al hogar como modelo de aplicación.

En este contexto del Museo, enclave privilegiado de los reformadores sociales, el espacio doméstico se sujetaba a todo tipo regulaciones, y de administración de la vida biológica; el "zoe" ya mencionado. Es decir, "en el espacio de juego así adquirido, los procedimientos de poder y saber… tomaban en cuenta los procesos de la vida" y emprendían la tarea, no ya "de controlarlos y modificarlos" sino de conformarlos72. Así como en otros escenarios:

"El hombre occidental aprendía poco a poco en qué consistía ser una especie viviente en un mundo viviente, tener un cuerpo, condiciones de existencia, probabilidades de vida, salud individual o colectiva, fuerzas que era posible modificar y un espacio [cursiva nuestra] donde repartirlas de manera óptima"73.

En este caso, el inmigrante, sujeto ideal de esta forma de aplicación de biopolítica, por su aislamiento (sociocultural, socioeconómico y político), se convertía en un sujeto cautivo susceptible de ser totalmente transformado. El trasplante a otro país y a un territorio utópico por constituirse como territorio productivo hacía que las condiciones de aplicación del biopoder fuesen ideales, por la carencia de fuerzas opositoras en tensión (típica en las ciudades). Estas nuevas políticas de la vida intervendrían en "las condiciones de vida, el espacio entero de la existencia"74, en todo aquello que teniendo como centro la institución de la familia se asociaba a lo doméstico.

Como señala Foucault:

"El cuerpo aparece precisamente como el lugar donde se produce el encuentro entre la política y la vida, donde se ejercita la biopolítica. El cuerpo es, en efecto, el lugar donde se conjuga el individuo y la especie. Con la biopolítica, con el gobierno del cuerpo individual y de la población, la metáfora del cuerpo se corporaliza: el cuerpo deja de ser una metáfora jurídico-política y se convierte en una realidad biológica y un campo de intervención. En la época de la biopolítica, la política, el derecho y la economía dependen del bienestar cualitativo y cuantitativo del cuerpo de la población considerado en su aspecto biológico. El gobierno es gobierno de la vida biológica"75.

Desde la familia y en el espacio doméstico como unidad productiva, se pensaba la reproducción, la alimentación, la enfermedad y, a partir de ella, la educación, y la relación con diferentes saberes que potenciaban unos y disminuían otros. Esta utópica "sociedad normalizadora" que se planteaba en este escenario de la primera década del siglo XX en el contexto del Museo Social era "el efecto histórico de una tecnología de poder centrada en la vida"76. Esta "sociedad normalizadora", articulada de manera consistente sobre la ocupación de todo el territorio nacional en base a la red ferroviaria, encontraría un momento de clausura con la caída de este proyecto de "ferrocarriles pobladores" una vez derrocado Yrigoyen en la década del veinte.

 

Biopolítica en el contexto de la "emergencia habitacional"

Desde la sanción de la Constitución de la ciudad, en octubre de 1996, el derecho a la vivienda digna no ha sido aún reglamentado por ninguna ley. Hace de esto ya dieciocho años, si bien se calcula que cerca de 500.000 personas se encuentran en situación de emergencia habitacional, porque viven en la calle o bien porque se encuentran viviendo en condiciones precarias o en viviendas deficitarias o con altos niveles de hacinamiento.

Actualmente, la cuestión habitacional puede resumirse en una constelación de fenómenos interrelacionados. 1) El alto costo de una pieza con baño y cocina compartidos en hoteles, pensiones e inquilinatos, que alcanza sumas asimilables al alquiler de un departamento de uno o dos ambientes en la zona sur de la ciudad y que hace que habiten bajo un régimen de alquiler encubierto familias enteras que no tienen posibilidades de alcanzar un alquiler formal debido a la imposibilidad de obtener una garantía inmobiliaria; todo desplegado en un marco de total desregulación institucional de estas situaciones. 2) Una política de expulsión de los sectores con menos recursos que habitan estos tipos habitacionales debido a la presión inmobiliaria. 3) La ausencia de propuestas institucionales frente a los desalojos masivos, más allá de las tres operatorias vigentes que se han instalado como el núcleo central de la política institucional: el subsidio habitacional, que consiste en un monto fijo por seis meses que facilitaría el alquiler de una habitación (o más según el grupo familiar) de hotel por ese término, pero que también puede llegar a percibirse todo junto en una cuota con una quita significativa de casi el treinta por ciento77 los paradores nocturnos que, a partir de la jurisprudencia sentada por un juicio, se constituyó como una solución institucional frente a la denominada "situación de calle"78; y la ley 341 de subsidios habitacionales que es la única solución definitiva viable para estos sectores sociales, pero que está prácticamente desfinanciada y desmantelada79.

La problemática habitacional de la ciudad se plantea entonces en torno a dos fenómenos, la "precariedad" y los "desalojos", en un contexto que sigue concibiéndose como de "emergencia habitacional", y que, más allá de resolver o afrontar la urgencia de desalojo o todo tipo de grave situación que afecte la integridad personal de los habitantes debido a incendios, derrumbes y accidentes derivados de estas condiciones de "precariedad", ha invalidado otro tipo de abordaje y de estrategia política.

El estado de emergencia habitacional en la ciudad se había declarado hacia fines de la década del noventa con la finalidad de frenar los desalojos compulsivos y masivos que dejaban a familias enteras en la calle, y recrudeció con la crisis política, social y económica del año 2001 que terminó con el mandato del presidente Fernando de la Rúa. A partir de ese momento, la actualización de las respuestas institucionales al problema habitacional resultó sumamente dificultosa.

En este contexto, aunque resultaba altamente improbable que se gestaran y aplicaran nuevas políticas urbanas, igualmente se fueron habilitando progresivamente soluciones alternativas que, de manera más o menos asistencialista o universal, debieron considerar las nuevas formas de participación que habían surgido en el contexto de la crisis y que se enfrentarían a la inercia de las prácticas institucionales llevadas a cabo hasta ese momento y a los intereses de los múltiples grupos y sectores involucrados, entre ellos las organizaciones sociales de formación reciente.

La consideración institucional de las organizaciones sociales se originó en la década del noventa con la emergencia de las llamadas ONGs, que significaron para el Banco Mundial parte del mecanismo de implementación de políticas focalizadas consustanciadas con la jerarquización de organizaciones políticas supranacionales que ponían en crisis el rol del Estado.

A pesar de ello, comenzaron a motorizar diferentes formas de participación social y territorializaciones que, con la crisis del 2001 y la emergencia de grupos y organizaciones como nuevas modalidades de protesta, alentaron el debate acerca del papel, las características y perspectivas de estas expresiones y su relación con el Estado (nacional y local) en las políticas públicas. Simultáneamente, comenzaban a animarse imaginarios sociales de total prescindencia de las instituciones gubernamentales.

Como parte representativa de este proceso, en el mes de febrero de 2000, se sancionó la Ley 341 destinada a instrumentar políticas de acceso a la vivienda para uso exclusivo y permanente de "hogares de escasos recursos en situación crítica habitacional", mediante subsidios o créditos con garantías hipotecarias. Esto tenía como finalidad financiar obras nuevas o edificadas y su ampliación, refacción o rehabilitación. Lo novedoso del planteo de que los destinatarios fueran personas individuales o incorporadas en procesos de organización colectiva, tales como cooperativas, mutuales o asociaciones civiles sin fines de lucro, y que los involucrara de manera autogestiva, hizo que esta ley implicara una inflexión en las políticas sociales de vivienda urbana.

Los destinatarios debían gestionar la búsqueda de terreno, de los técnicos encargados de la elaboración del proyecto y la administración de todo el proceso de ejecución hasta la culminación de las obras. Pero, si bien originalmente estaba destinada a grupos y sectores sociales urbanos en situación crítica habitacional y en su promoción las organizaciones sociales tuvieron un rol relevante, conforme se aplicaba y a través de las sucesivas reglamentaciones y cambios en los organismos de ejecución, control y regulación, sumado a las variaciones de criterios en el establecimiento, ejecución y reducción de las partidas presupuestarias, sus objetivos y alcances se fueron transformando sustancialmente y su impulso inicial fue decayendo de manera progresiva hasta quedar prácticamente desactivada y desfinanciada. Un primer freno consistió en encontrar terreno y otro la capacidad de gestión de los destinatarios. No significaba lo mismo que se postulara como beneficiaria una organización social sedimentada que la agrupación espontánea de uno o varios necesitados de vivienda. Las capacidades de gestión, el "capital cultural", al decir de Bourdieu, fue además definitorio.

Simultáneamente, las organizaciones sociales fortalecían los anclajes territoriales, pero a medida que se salía del escenario de la crisis del 2001 comenzaron a concebirse como cierta puesta en crisis de los mecanismos de gobernabilidad, sobre todo respecto de las tomas (más o menos espontáneas y organizadas) de tierras o edificios abandonados. Las leyes y proyectos sobre representación política y comicios en villas y asentamientos de la ciudad también significan la puesta en crisis de sus mecanismos de representatividad social.

Desde el año 2007 en que comenzó la primera gestión de Macri80, su política habitacional se fue caracterizando por un retorno a los desalojos masivos que llegan a alcanzar una cifra de tres por día. A esto deben sumarse las permanencias prolongadas en hoteles y pensiones que resultan alquileres encubiertos, y alquileres y subalquileres informales en inquilinatos y casas tomadas, que redundan en una permanente violación a los derechos de los habitantes con menor poder adquisitivo, que pagan los costos más altos del mercado para vivir en las peores condiciones.

Debe tenerse en cuenta que, recién en octubre de 2011, con la intervención del colectivo Habitar Argentina81, se presentó un proyecto de ley sobre desalojos que contempla la observación general Nro. 7 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU y que aún hoy está discutiéndose junto con otras de acceso al hábitat.

En este contexto, organizaciones sociales nucleadas en torno a cuestiones habitacionales e instituciones como la Defensoría General de la Ciudad y la Defensoría del Pueblo, frente a ciertas acciones que avasallan derechos habitacionales, se encargaron de adoptar estrategias y tácticas de resistencia y comenzaron a funcionar como canalizadoras y organizadoras de acciones de asesoramiento y acompañamiento frente a los desalojos.

La Coordinadora de Inquilinos de Buenos Aires (CIBA), la Comisión de Justicia y Paz de la Misión Claretiana de la Parroquia de Constitución, el Movimiento de Ocupantes e Inquilinos, la agrupación Poder Barrial de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y Asambleas del Pueblo (una de las asambleas del pueblo de San Telmo) representan algunas de las agrupaciones más relevantes que han actuado y actúan sobre la zona sur de la ciudad que es la más afectada por los problemas de desalojo. El objetivo primordial consiste en evitar los desalojos o prolongarlos más allá en el tiempo para brindar la oportunidad, entretanto, de gestionar una mejor salida al problema. A nivel institucional, primero recurren a cuestiones procedimentales como la existencia de menores, discapacitados o enfermos. También se ocupan de interponer amparos frente al cese del subsidio habitacional u otros beneficios sociales; situación que ha desencadenado una gran polémica en los juristas acerca de la validez de la judicialización de las políticas sociales, y en los casos de ocupación de edificios se ocupan de la asistencia y tutelaje de la organización del espacio doméstico, y el asesoramiento en la gestión de subsidios (habitacionales y alimentarios) a la vez que despliegan eventualmente todos los recursos disponibles en comedores y merenderos, en guarderías para niños, ayuda escolar y hasta para la obtención de ingresos y la gestación de recursos de salida laboral.

Frente a un poder que fue paulatinamente tomando la forma de la norma más que la de la ley, aparecían también formas de contrapoder, centradas en lo que la norma quería regular sobre la vida.

"La vida como objeto político fue… tomada al pie de la letra y vuelta contra el sistema que pretendía controlarla. La vida… se volvió entonces la apuesta de las luchas políticas, incluso si éstas se formularon a través de afirmaciones de derecho"82.

Los reclamos de las organizaciones sociales en torno a los derechos habitacionales se tornaron reclamos respecto al trabajo, salud, y educación, e involucran a la vida misma. Consiste entonces en el reclamo por un "derecho", que más allá de todas las opresiones o "alienaciones", consiste en un derecho a la satisfacción de necesidades básicas de vida. En resonancia con lo que plantea Castro:

"Puesto que la categoría del gobierno constituye, para Foucault, la grilla de inteligibilidad del poder; y puesto que por gobierno es necesario entender las prácticas de conducir conductas contando necesariamente con la libertad de los sujetos, entonces, el horizonte de la gubernamentalidad no puede agotarse en la gubernamentalidad política"83.

En este último escenario presentado, que ejemplifica otra forma adoptada por la biopolítica, el poder del Estado, colisiona con el "gobierno de sí mismo; con la vida entendida como el material para una estética de la existencia que no está ligada a un sistema jurídico, ni disciplinario, ni biopolítico"84 y, en consecuencia, evidencia los límites de la biopolítica.

 

Conclusión

Si bien fue Foucault quien acusó el surgimiento de "una tecnología individualizante del poder, que por medio del análisis de los individuos, sus comportamientos y sus cuerpos", aspiraba a "producir cuerpos dóciles y fragmentados", y fue en función de esto que se inventaron "herramientas como la vigilancia, el control, el conteo del rendimiento o el constante examen de las capacidades"85, es decir, las tecnologías disciplinarias, agregó posteriormente una nueva dimensión centrada en la noción de "población" y en lo que llamará una "biopolítica de la especie humana", centrada en la vida, la reproducción, la enfermedad, la muerte, etc. En nuestro caso, y a través de la ejemplificación en la ciudad de Buenos Aires, se ha pretendido mostrar cómo este nuevo paradigma se refleja de manera singular y en interacción con la evolución institucional y normativa, e inserto en una suerte de propio devenir histórico.

En esta investigación, el análisis intensivo de las fuentes apuntó a desentrañar las tensiones inherentes a las diferentes formas de construcción de biopoder en cada escenario histórico y a poner en evidencia las relaciones de poder planteadas, entre las supuestas ciudades reales de los diferentes sujetos de intervención y la idealidad de las instituciones que operaban sobre el espacio urbano, el espacio doméstico y los cuerpos. En las sociedades, vueltas población, se inscriben nuevas líneas de lo político que hacen de la salud, el hambre, la seguridad, la higiene, los estilos de vida, una instancia de permanente lucha, intervención y politización86.

Desde fines de siglo XIX, la constitución del Estado local fue funcional a la constitución del Estado nacional. En el contexto de las epidemias, la elaboración de las diferentes alternativas para la regulación de las poblaciones (con sus estrategias, tácticas y sujetos), apuntaba al desplazamiento de ciertos grupos y sectores de los ámbitos de las tomas de decisiones políticas. Entretanto comenzaban a consolidarse ciertos discursos y prácticas biopolíticas de intervención de los sectores y grupos sociales de menores recursos identificados como "obreros", "trabajadores" y "pobres" que se situaban por fuera de la cultura urbana y de los procesos productivos y a los cuales se apuntaba a culturizar operando sobre sus cuerpos a los que encontraban enfermos y sucios en los espacios físicos de sus viviendas.

Conjuntamente con los primeros debates legislativos sobre vivienda, en torno a la primera década del siglo XX, científicos y profesionales fueron construyendo sus propias especificidades disciplinares y objetivos a partir de la prefiguración ideal del espacio doméstico. Desde el espacio físico se apuntaba a moldear los modos de habitar fuera en la ciudad o en el campo.

El control y regulación del espacio doméstico del siglo XIX derivó a principios de siglo XX en la intervención de la familia para arribar a los sujetos productivos, para incorporarlos a los procesos de producción capitalista como trabajadores y sobre todo como consumidores. Las viviendas construidas por el Estado comenzaron entonces a vislumbrarse como pieza central de un mecanismo de transformación urbana. Con el diseño del espacio físico se introducían nuevas sociabilidades, privacidades e intimidades a la vez que se legitimaban los procesos de intervención de la disciplina de la arquitectura en los espacios legislativos.

A fines del siglo XX, los sectores sociales de una indiferenciada "población", que históricamente se constituyó como sujeto de intervención, cobraron nuevamente relevancia y comenzaron a instalarse como sujetos de derecho, de derecho a la vivienda y al espacio urbano, pero a partir de la puesta en crisis de todas las formas institucionales de construcción de biopoder desde el Estado y por sobre todas las cosas, con la constitución de nuevas territorialidades.

 

Notas

1 El texto tiene como origen los proyectos de investigación UBACyT 20620110100001 (2012-2015) dirigido por los autores del artículo, y los proyectos dirigidos por Sandra Inés Sánchez: PIP-CONICET 11220110101047, disciplina KS5 (2012-2014) y PS1 con sede en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Abierta Interamericana (2014-2016).
4Foucault, 1997, 2006, 2004.
5Esposito, 2006 y 2009 y Agamben, 2010.
6Para las tensiones en relación al concepto, véase Berger, 2004, p. 16-20, y Espósito, 2009.
7López, 2014.
8Según lo argumentan Borisonik y Beresñak, 2012.
9Castro, 2011, p. 19.
10López, 2014, p. 123.
11Castro señala que "desde hace algunos años ha ido tomando forma lo que podría denominarse un paradigma biopolítico o una corriente biopolítica" sin que haya sido el propósito de Foucault inspirarlos y darles forma explícitamente (Castro, 2014, p. 111).
12Foucault, 1983.
13Segura del Pozo, 2008.
14Deleuze y Guattari, 1993.
15 La Ley de municipalidad para la ciudad que daba su origen a la institución, si bien es de 1854, se instaló recién dos años después (11/10/1854).
16En el país hubo varios intentos de codificación civil que se concretaron recién con el redactado por Dalmacio Vélez Sársfield el 29 de septiembre de 1869 (Ley 340) y que entró en vigencia recién en el mes de enero de 1871.
17 Si antes presentamos al Nacimiento de la clínica como un antecedente general, también lo podemos hacer en casos específicos. El conflicto entre las instituciones también aparece en el texto citado, en este caso el enfrentamiento en torno a la cuestión de las epidemias entre la Real Sociedad de Medicina y la Facultad de Medicina, que se vincula a "la homogeneización del espacio médico y la superposición de éste a todo el espacio social" (Morey, 1983).
18Archivo Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, 1858.
19Archivo Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, 1858a.
20Ibíd.
21Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1859, p. 27.
22Y que no respondían al poder hegemónico en ese momento.
23 Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1859, p. 113.
24 Ibíd.
25Archivo Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, 1858.
26Ibíd.
27Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1859, p. 110.
28Ibíd., p. 115.
29Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1861, p. 11.
30Ibíd., p. XXXIV
31En una carta (14/4/1856) se consignaba el relevamiento de dichos establecimientos: treinta y seis y cincuenta y siete los segundos, y que hacían un total de noventa y tres (Archivo Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, 1856).
32Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1861, p. 148-150.
33Ibíd.
34En el año 1857 se generó un acuerdo de acción conjunta entre la Municipalidad y el Consejo de Higiene Pública para las visitas domiciliarias (Archivo Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, 1857a).
35Archivo Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, 1857.
36Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1872, p. 52.
37 Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1860, p. 6.
38Giorgi y Rodríguez, 2007, p. 20.
39Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1872, p. 184, 252.
40Wilde, 1878, p. 273.
41Ibíd., p. 10.
42Rawson, 1885, p. 29.
43Wilde, 1878, p. 37.
44Ibíd., p. 291-293.
45Rawson, 1885, p. 6
46 Ibíd., p. 18, 49.
47Debía efectuar quincenalmente los análisis de las aguas corrientes (Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1884, p. 269-270, 288).
48Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1884a, p. 401.
49Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1884, p. 37.
50Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1884a, p. 326.
51Castro, 2010, p. 78.
52Coni, 1909, p. 92-93.
53Foucault, 1978, p. 168-169.
54Gache, 1900, p. 69.
55Selva, 1904, p. 5.
56Selva, 1901, p. 99.
57Foucault, 2006 p. 130-132.
58Se retoma lo desarrollado sobre este proyecto en Sánchez, 2008, p. 156-164).
59Fernández Poblet y Ortúzar, 1909, p. 242.
60Ibíd.
61Foucault, 1978, p. 170.
62 Ibíd., p. 170-171.
63Creado en 1911, tenía como objetivo central representar "un poder consejero, mediador e informativo" independiente del Estado (Museo Social Argentino, 1912, p. 5-6).
64Campolieti, 1915, p. 498.
65Museo Social Argentino, 1912, p. 72.
66Ibíd.
67Presentó a la Cámara de Diputados el proyecto de creación del "Banco Colonizador de la República Argentina" cuya finalidad era poblar las tierras públicas de propiedad de la Nación y de las provincias o particulares que las tuvieran con ese objeto (Congreso Nacional, 1912, p. 186-193).
68Museo Social Argentino, 1914, p. 545.
69Museo Social Argentino, 1914a, p. 18-19.
70Rood de Rueda, 1913, p. 42.
71Ibíd., p. 44.
72Foucault, 1978, p. 172.
73Ibíd.
74Ibíd, p. 174.
75Citado en Castro 2011, p. 155.
76Foucault, 1978, p. 175.
77Esta salida sería considerada como definitiva e invalida otro tipo de gestión de este grupo familiar en el futuro.
78Aunque este dictamen fue revertido en otro juicio clave del año 2013, ambos casos tienen alcances jurídicos divergentes y es imposible vislumbrar el accionar de los jueces en cada caso que se presente en el futuro.
79Sánchez, 2013.
80Fue electo jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por el período 2007-2011, y elegido nuevamente para el período 2011-2015.
81Espacio conformado por organizaciones, instituciones académicas, movimientos sociales y legisladores abocado a generar un marco normativo que garantice el derecho a la vivienda, la tierra y al hábitat para todos.
82Foucault, 1978, p. 175.
83Castro, 2011, p. 177.
84Ibíd.
85Becerra Rebolledo, 2012.
86Giorgi y Rodríguez, 2007, p. 10-11.

 

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Recibido: 01-10-2014

Aceptado: 05-06-2015